No hay duda de que Johan Cruyff es una de las figuras más importantes de la historia del fútbol, tanto por su calidad como jugador, como por las aportaciones a la filosofía, técnica y táctica que demostró como técnico.
Por eso, su figura fue venerada desde su etapa como futbolista y los elogios no han dejado de llegarle incluso después su muerte en el año 2016. No obstante, para su hijo Jordi no era el gran personaje del fútbol mundial, sino que simplemente era su capellánhasta que no se percató de lo importante que era para el resto de personas.
Johan Cruyff es el impulsor del estilo Barça actual. / FC Barcelona
“Lo que más admiro de él es que nunca trajo el fútbol a casa“, apunta el exdirector deportivo de la junta de Laporta tras llegar a la presidencia en su segunda etapa al frente del FC Barcelona.
Pese a su gran conocimiento del deporte y su implicación en el juego, nunca trasladó las malas vibras a casa: “Perdió aquella final de Champions contra el Milan por 4 a 0, pero volvió a casa sin que eso se notara. Llegó a casa con una sonrisa y nos preguntó cómo estábamos y cómo había ido la escuela“, revela en el pódcast ‘Stick to football’ que presentan algunos exjugadores ingleses como Gary Neville.
“No trasladaba ningún tipo de emoción a casa y cuando te haces mayor te das cuenta de lo difícil que es hacer eso. Cuando tienes un mal resultado, la familia sufre y tienes una noche de mal dormir pensando qué ha ocurrido, pero el nunca sufrió por eso”, añade Jordi Cruyff.

Jordi Cruyff posa con SPORT en el Johan Cruyff Institute con una camiseta de su padre. / Dani Barbeito
El icono humilde
Johan Cruyff era una persona que se alejaba mucho del estándar de futbolista actual, pero también de muchas grandes estrellas de su época. Era un tipo sencillo que se tomaba el fútbol de la manera más profesional posible, aunque sin recrearse en su propia figura.
Así es como lo relata Jordi, quien confirma su talante: “Recuerdo al principio que todo el mundo se emocionaba mucho al verle“, recuerda el exjugador azulgrana. “Entonces no había móviles, ni fotos, y la gente llegaba con un trozo de papel para que se lo firmara“, echa la vista atrás.
Cruyff llegó a Barcelona en agosto de 1973 procedente del Ájaxdonde se convirtió en una estrella mundial al conseguir tres Copas de Europa y dos Balones de Oromientras que en Catalunya se llevó su tercer galardón como mejor del mundo, además de una liga y una Copa del Rey, antes de marcharse a Los Angeles Aztecs en 1978.
También era una persona normal en cuanto a la crianza de sus hijos, severosegún rememora hoy Jordi: “Siempre fue estricto con nosotros. Si te iba mal en la escuela te castigaba sin fútbol durante un mes“, recuerda.
“Era muy incisivo en que debíamos tener un plan B. Decía que no por querer ser jugador de fútbol ibas a serlo, y nos empujaba a estudiar, incluso a ir a la universidad. En mi caso, incluso cuando ya era jugador del Barça, para estudiar ADE“, desvela su hijo.
Johan fue una persona muy querida por los culés y el mundo del fútbol en general y tenía una gran personalidadalgo que demostró ya en su etapa de futbolista al elegir llegar a un país donde la represión franquista seguía muy presente pese a encontrarse en las etapas finales de la dictadura.







