Sin embargo, los actores del turismo tradicional han impulsado una preocupante tendencia hacia un modelo cada vez más ‘solo hotelero’ que ha debilitado la oferta turística de Europa y las opciones de viaje asequibles: precios de alojamiento en aumento con menos visitantes y más ricos que van a los mismos lugares y una concentración de ganancias en manos de poderosas cadenas hoteleras.
Esto podría tener graves consecuencias. El populismo no suele prosperar en los distritos ricos de las ciudades más populares de la UE. Más bien, se alimenta de la frustración de comunidades no urbanas que se sienten cada vez más excluidos de la prosperidad. Una de las oportunidades que más se pasa por alto para cerrar esta creciente brecha es el potencial de los ROS para ayudar a redistribuir los beneficios económicos de los viajes entre las comunidades europeas.
Darle la espalda al crecimiento del turismo también corre el riesgo de acelerar la actual espiral descendente de influencia política en Europa, mientras que las regiones vecinas, como los países de Medio Oriente, se están abriendo cada vez más para construir poder político blando. Europa no puede darse el lujo de cerrar puertas y perder influencia frente a un orden internacional cada vez más perturbado.
El modelo turístico existente en el continente enfrenta desafíos reales, desde el exceso de turismo en destinos icónicos hasta la competencia por el espacio con viviendas muy necesarias en algunos centros de las ciudades. Pero los ROS no han causado estas tendencias y las prohibiciones generales o las restricciones crudas no son la respuesta. De Amsterdam a París, y de Edimburgo a Nueva York, se han impuesto severas restricciones a los STR.
El modelo turístico existente en el continente enfrenta desafíos reales, desde el exceso de turismo en destinos icónicos hasta la competencia por el espacio con viviendas muy necesarias en algunos centros de las ciudades. Pero los ROS no han causado estas tendencias y las prohibiciones generales o las restricciones crudas no son la respuesta.
no logró mejorar la situación de la vivienda en las ciudades, al tiempo que contribuyó a elevar las tarifas hoteleras y fijar precios viajeros cotidianos.
En cambio, al trabajar con las plataformas de viajes digitales y el ecosistema más amplio en un marco común que permita regulaciones e incentivos locales equilibrados, podemos proteger la diversidad de opciones de alojamiento para los ciudadanos de la UE y, al mismo tiempo, dirigir más turismo hacia comunidades menos visitadas y garantizar que los beneficios lleguen a quienes los necesitan. Hacerlo aliviaría la superpoblación en los puntos críticos, abriría puertas económicas en áreas rurales, suburbanas y ciudades pequeñas desatendidas, reduciría las divisiones políticas y sustentaría el turismo como el elemento vital económico (y cultural) que Europa necesita desesperadamente en un mundo inestable.








