El equipo argentino, a cargo de Fernanda Ceriani, investigadora del CONICET en la Fundación Leloir/ CyTA

Dormir bien no es sólo una recomendación: es una necesidad biológica sostenida por mecanismos que empiezan a conocerse con una inédita nitidez. Un consorcio internacional de equipos científicos de Estados Unidos, Inglaterra y Argentina logró ver en detalle lo que ocurre dentro de las neuronas que regulan el reloj biológico, y los resultados apuntan a un mensaje claro: la noche es el momento en que nuestras células se reorganizan para permitirnos funcionar al día siguiente.

El estudio, publicado en Current Biology, utilizó microscopía electrónica volumétrica para observar neuronas “reloj” de la mosca Drosophila melanogaster, un modelo base en biología. La tecnología, inaccesible en Argentina, permitió ver cómo cambian a lo largo del día la forma, el número y el volumen de las mitocondrias, las fábricas de energía de las células.

“A la mañana son pequeñas y vigorosas; hacia la noche se alargan y se fusionan. Necesitan reciclarse. Tal vez por eso es tan importante dormir: durante la noche se reconstituyen las mitocondrias que usaremos al despertar”, explicó Fernanda Ceriani, líder del equipo argentino en la Fundación Instituto Leloir.

Un mecanismo que regula desde las defensas a la motivación

La observación reveló algo más: también varía la cantidad de sinapsis entre neuronas y la probabilidad de liberar neuropéptidos según el momento del día. Es decir, el cerebro modifica su nivel de comunicación interna en un ciclo diario perfectamente ajustado.

Estos cambios ofrecen una explicación tangible del impacto del sueño nocturno. Las neuronas reloj son más activas por la mañana y menos durante la noche. Ese “bajón” nocturno no es un defecto: es el tiempo en que sus mitocondrias se estiran, reparan membranas y recuperan la capacidad de producir energía.

Es por ello que “dormir a la tarde no reemplaza ese proceso”, advirtió Ceriani.

El reloj biológico coordina funciones esenciales —metabolismo, hormonas, memoria— y su desajuste puede afectar defensas, ánimo, rendimiento cognitivo o riesgo metabólico. Comprender su funcionamiento interno ayuda a dimensionar por qué respetar los ciclos de luz y oscuridad no es una cuestión de disciplina, sino de biología.

“Descansar por la tarde no es lo mismo que hacerlo de noche” en su efecto reparador

El equipo de Ceriani ya había demostrado que estas neuronas cambian de forma a lo largo del día, tanto en moscas como en ratones. Ahora, al observar la ultraestructura celular, abrieron un nuevo frente de investigación: cómo esta plasticidad diaria sostiene nuestra capacidad de adaptación a las variaciones de luz y a las demandas del entorno.

“Cambiar te permite ser flexible. Y ser flexible, adaptarte”, resumió Ceriani. Lo que ahora puede verse —mitocondrias que se remodelan, neuronas que ajustan su nivel de comunicación— es la base microscópica de una verdad cotidiana: dormir de noche no es un lujo, es el momento en que el cerebro se pone a punto para empezar de nuevo.

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