En Alta Córdoba se festejó como si fuera un campeonato. Y no era para menos: después de tanto sufrir, Instituto ganó de local. Dos penales, un poco de polémica, bastante de corazón y mucho de necesidad. El Monumental explotó porque la Gloria tenía una final por delante… y la ganó. Como pudo. Pero la ganó.

Y poco le importó al hincha si Nazareno Arasa acertó o no en las dos sanciones dentro del área. La gente quería gritar un triunfo, romper la racha maldita, abrazarse fuerte. Y el equipo de Daniel Oldrá le dio a su pueblo la primera victoria en casa en todo el torneo y tres puntos de oro que valen en todas las tablas.

Con este 2-0 a Argentinos, Instituto tomó aire en la pelea de abajo: se alejó bastante del descenso y, salvo catástrofe futbolera, jugará en 2026 su cuarta temporada consecutiva en Primera. Hecho inédito en las últimas décadas.

Además, la victoria lo acomoda en la carrera por meterse en los playoffs del Clausura y, aunque aún le falta para ilusionarse con una copa, mantiene vivas las esperanzas.

Oldrá aprovechó el parate por la fecha Fifa y movió las fichas en las dos semanas que tuvo de trabajo. Planteó una línea de cinco defensores (tres cuando atacaba) y le cerró los circuitos a un Bicho que apenas asomó con un cabezazo de Lescano.

El DT entendió que había que cambiar algo y, de arranque, Instituto presionó bien arriba para no dejar jugar cómodo a Argentinos.

Y cuando parecía que el primer tiempo moría sin goles, un córner con agarrones por doquier derivó en el primer penal. Arasa no dudó, Luna lo cambió por gol y arrancó el carnaval en Alta Córdoba.

La Gloria venía salada en casa. Ni siquiera había podido ganarle a Platense, al que se le escapó el triunfo a 30 segundos del final. Pero esta vez hubo señales.

Muchos creen que la suerte cambió unos días antes, cuando el arzobispo Ángel Rossi visitó el Monumental y declaró al club como Estación de Peregrinación del Jubileo 2025. Y como si hiciera falta una prueba de fe, en el segundo tiempo pasó algo increíble: Giménez quedó mano a mano con Roffo, la pelota dio en el palo y el rebote le cayó a Giacone. Era gol acá, en La Paternal y en cualquier otro lado. Pero no fue. La jugada se festejó como si hubiera entrado en el arco rival. Milagro en Alta Córdoba.

Con el 1 a 0 en contra, Argentinos se vino con todo, llenó de centros el área de Instituto y el sufrimiento parecía no terminar nunca.

Hasta que volvió a sonar el silbato de Arasa: otro penal, otra polémica. Álvarez y Klimowicz forcejearon, el árbitro sancionó falta sobre Luca y Lodico se encargó de liquidar la historia. Lo hizo “picando” la pelota como Zidane en la final del ‘98. Un lujo inesperado en una tarde de nervios.

El gol trajo alivio, trajo alegría. Le devolvió el alma al cuerpo a Oldrá. Y le regaló a todo un barrio, a todo un club, la primera fiesta en casa del torneo. Una tarde que se hizo esperar más de la cuenta y que terminó con la gente cantando como si fuese noviembre de 2022.

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