La guerra de 19 meses en Sudán entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas paramilitares de Apoyo Rápido (RSF) ha entrado en su fase más peligrosa hasta el momento. Con el-Fasher cayendo en manos de las RSF, Jartum parcialmente recuperada por el ejército y actores internacionales profundizando su participación encubierta, los analistas dicen que el conflicto ya no es sólo una competencia por el poder político sino una lucha que podría rediseñar por completo las fronteras de Sudán.
El país se ha convertido ahora en un paisaje en rápido deterioro donde los avances militares, la legitimidad internacional y las rivalidades geopolíticas lo están empujando hacia el riesgo de una partición prolongada y de facto, según los investigadores Kaan Devecioğlu y Tunç Demirtaş.
Hablando con Daily Sabah, describieron los recientes acontecimientos en el campo de batalla y la dinámica diplomática de Sudán, pintando un cuadro de un conflicto que se está intensificando y volviéndose más difícil de resolver.
Cambiando las líneas de batalla
Los últimos seis meses han alterado fundamentalmente el equilibrio entre las partes en conflicto, no sólo por los resultados en el campo de batalla sino porque cada parte ha comenzado a construir estructuras estatales rivales.
Devecioğlu sostiene que los recientes avances respaldados por el ejército –en particular la reconquista de la mayor parte de Jartum, así como de ciudades clave en Kordofán– han creado “una notable ventaja militar y psicológica sobre el terreno”. Pero advierte que las RSF han respondido construyendo una alternativa política: “las RSF han formado un gobierno paralelo en Kenia”, al tiempo que expandieron una vasta zona territorial que se extiende a lo largo de Darfur y hasta el triángulo Libia-Egipto-Sudán.
Esta realidad asimétrica define ahora la guerra. “Como resultado”, advierte Devecioğlu, “el equilibrio de poder se ha fracturado asimétricamente: las RSF tienen la ventaja en el terreno y las SAF la ventaja en términos de legitimidad internacional”.
Demirtaş ve el mismo punto de inflexión. Después de que el ejército retomara Jartum en mayo, dice, “la guerra entró en una nueva fase”. Las SAF consolidaron su control en Wad Madani, Gedaref y el corredor centro-oriental del país, mientras las RSF intensificaron su largo asedio a El-Fasher hasta finalmente capturarlo.
“Hoy en día, Darfur está mayoritariamente bajo control de RSF”, señala. Esto proporciona a la milicia no sólo recursos naturales y un importante centro logístico, sino también una vasta extensión de territorio que podría convertirse en la base de una región separatista. Mientras tanto, dice, “el ejército todavía controla el corazón de Sudán, incluidas áreas clave como Gadaref y Port Sudan, lo que le otorga una importante ventaja estratégica”.
Previniendo la partición
Con el endurecimiento de las líneas territoriales, la cuestión central ya no es simplemente qué lado podría ganar militarmente, sino si Sudán podrá permanecer intacto.
Para Devecioğlu, prevenir la fragmentación requiere un cambio dramático en la forma en que el ejército gobierna y negocia.
“Para impedir la partición formal o de facto de Sudán, las Fuerzas Armadas del Sudán deben emprender un cambio estratégico simultáneo en los frentes militar, político y administrativo-económico”, afirma. Eso significa fortificar las áreas que controla, formular un plan realista para retomar las ciudades perdidas, pero también incorporar a los civiles a un marco de transición creíble. Sin eso, argumenta, el ejército seguirá atrapado en su antiguo papel: “Sin pasar del papel de ‘actor gobernante absoluto’ al de ‘garante de seguridad y socio negociador’, es poco probable que las FAS puedan evitar la fragmentación de Sudán”.
Demirtaş está de acuerdo en que Sudán se encuentra en un punto de inflexión y que áreas geográficas específicas pueden decidir su destino. Las Fuerzas Armadas del Sudán, sostiene, “necesitan fortalecer su control en Kordofán del Norte, Kordofán Occidental y especialmente alrededor de El-Fasher. Tampoco pueden darse el lujo de perder El-Obeid”.
Si estas zonas caen, advierte, “detener una partición de facto será extremadamente difícil, y esto sería un desastre para el pueblo sudanés”.
Cree que Sudán acabará necesitando un proceso político inclusivo, pero sólo después de que el ejército estabilice frentes clave: “El éxito militar sobre el terreno dará al ejército una posición más fuerte en la mesa de negociaciones”.
Diplomacia en desorden
Incluso si el campo de batalla se estabiliza, la fragmentación diplomática está impidiendo una presión significativa para un alto el fuego debido a un panorama internacional dividido en el que ningún actor está posicionado ni dispuesto a liderar.
Devecioğlu dice que las grandes potencias y los estados regionales están empujando a Sudán en direcciones contrapuestas. Estados Unidos y la UE, señala, enfatizan las sanciones, mientras que “Rusia y, hasta cierto punto, China ven el expediente de Sudán como parte de una negociación geopolítica más amplia”, bloqueando una acción decisiva del Consejo de Seguridad de la ONU.
Mientras tanto, los vecinos de Sudán están divididos en sus preferencias: “algunos se inclinan hacia las RSF, otros hacia las SAF, mientras que otros se centran únicamente en su propia seguridad fronteriza”.
El resultado, dice, es una parálisis estructural: “Sudán sigue lejos de cualquier ‘mesa de negociación única’, y en cambio está atrapado entre iniciativas múltiples y competitivas como el Proceso de Jeddah, el Quad, la IGAD y la Unión Africana”.
Aún así, ve una ventana estrecha para la convergencia humanitaria, especialmente en lo que respecta a la violencia de base étnica en Darfur y las amenazas de hambruna.

Demirtaş describe el mismo problema a través de una lente geopolítica: “El sistema global actual es complejo. Los países que cooperan en un área pueden competir en otra. Sudán es parte de este panorama complicado”.
La presión internacional existe, afirma, pero es débil e inconsistente. Para que sea significativo, el mundo debe “detener el flujo de armas hacia las RSF, abrir corredores humanitarios y establecer sanciones graves”. Sin embargo, reconoce la dificultad: “Sudán se ha convertido en un lugar de competencia global y regional, con muchos actores involucrados. Esto hace que una presión fuerte y unificada sea muy difícil”.
El papel potencial de Türkiye
Aunque muchos países enfrentan déficits de credibilidad, ambos expertos coinciden en que Türkiye conserva una flexibilidad inusual en la crisis de Sudán.
Devecioğlu sostiene que Ankara está bien posicionada para actuar como facilitador debido a sus amplias relaciones: “Sus mejores relaciones en los últimos años con Estados Unidos, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Qatar y Egipto permiten a Türkiye actuar como un facilitador eficaz en cuestiones técnicas”.
También destaca el creciente compromiso de Türkiye con las instituciones africanas y señala que, sobre el terreno, agencias humanitarias como TİKA, AFAD y la Media Luna Roja Turca pueden ampliar las operaciones de ayuda.
Pero enfatiza que Türkiye debe permanecer neutral: “La capacidad de Türkiye para influir en el proceso depende en última instancia de mantener un perfil de facilitador neutral y creíble”.
Demirtaş enmarca el papel de Türkiye de manera similar: no como un salvador, sino como un actor confiable. “Türkiye siempre ha intentado apoyar la paz y la estabilidad en todo el mundo”, afirma. Sus vínculos con los Estados del Golfo y Occidente le dan alcance diplomático, mientras que su falta de un legado colonial en África aumenta la confianza local.
Advierte que no se debe esperar demasiado de un solo actor: “Es más realista verlo como un constructor de puentes o un catalizador en un esfuerzo internacional más amplio”.
Silencio global
Quizás una de las partes más preocupantes del conflicto haya sido la débil respuesta global a las atrocidades en el oeste de Sudán, especialmente en el-Fasher, donde continúan los asesinatos étnicos documentados, los bombardeos de zonas civiles y los desplazamientos masivos.

Devecioğlu sostiene que la atención mundial está consumida por crisis más importantes –Gaza, Ucrania, Taiwán, el Sahel–, dejando a Sudán languideciendo como un conflicto de “baja visibilidad”. Pero otra razón, dice, es la enorme complejidad de los actores que cometen actos de violencia: combatientes de las RSF, milicias tribales, grupos armados locales y bombardeos de las SAF. Esta superposición “hace difícil que los actores externos identifiquen a un perpetrador único y claro, lo que resulta en un ‘silencio de bajo costo político’”.
Dice que la ONU todavía tiene herramientas: comisiones de investigación independientes, corredores humanitarios y recopilación de pruebas para los procesamientos por crímenes de guerra. Estados Unidos, añade, puede aumentar las sanciones y movilizar a los socios regionales para elevar diplomáticamente a Sudán.
Demirtaş ofrece una cruda crítica moral: el mundo, dice, no ha aprendido de “Darfur, Bosnia, Ruanda”. Sudán ha sido dejado de lado debido a crisis mayores, “generando silencio, pero también inacción”.
Sostiene que la ONU debe ser más contundente: nombrar estados que apoyen al RSF, imponer sanciones y activar mecanismos legales más fuertes. “Las imágenes de Sudán muestran claramente genocidio y limpieza étnica”, advierte. Estados Unidos, añade, debe “ir más allá de las declaraciones y tomar medidas concretas”, incluso hasta el punto de designar a las RSF como organización terrorista.
Guerra sin final claro
Un último punto aleccionador está claro: Sudán no está experimentando simplemente una crisis temporal. Está experimentando un colapso estructural. El SAF tiene legitimidad pero control limitado. Las RSF tienen dominio territorial pero un apoyo internacional cada vez menor. La diplomacia está paralizada. Las potencias internacionales y regionales están siguiendo sus propias agendas. Y los civiles, especialmente en Darfur, están soportando algunas de las peores violencias en décadas.
Si las tendencias actuales continúan, advierte Devecioğlu, Sudán podría caer en “una partición prolongada y de facto”. Demirtaş teme una catástrofe aún mayor: “Si zonas clave caen… esto sería un desastre para el pueblo sudanés”.








