La doctrina militar de la República Islámica de Irán ha persistido desde la Revolución de 1979, afirmando estar basada en un marco “defensivo”. Teherán depende de la disuasión asimétrica y de políticas de influencia regional llevadas a cabo a través de fuerzas indirectas en lugar de una guerra directa. Sin embargo, a mediados de la década de 2020, la sostenibilidad de este modelo estaba seriamente cuestionada. Los intensos ataques aéreos de Israel a lo largo de 2024-2025 expusieron los límites de las capacidades de defensa pasiva de Irán, mientras que las divisiones estratégicas internas dentro del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) y la crisis económica del país pusieron en primer plano la necesidad de una revisión doctrinal.
Estos acontecimientos hacen que la cuestión de qué orientación militar adoptará Irán en el próximo período sea importante tanto a nivel regional como global. ¿Puede realmente cambiar la doctrina de Teherán, o las limitaciones ideológicas e institucionales seguirán limitando este cambio?
Históricamente, el pensamiento militar de Irán se ha construido sobre un discurso “defensivo”. Según Teherán, el ejército iraní sólo participa en conflictos convencionales cuando se encuentra bajo amenaza directa. Esta comprensión se basa en la retórica de la ideología jomeinista de “resistencia oprimida pero decidida”. Las herramientas de guerra asimétrica (lanchas de ataque rápido, sistemas móviles de misiles, drones kamikazes y fuerzas proxy) son las piedras angulares de esta lógica defensiva.
Sin embargo, la línea entre “defensa” y “pasividad” se está volviendo cada vez más borrosa. Aunque Irán mantiene en gran medida su presencia en la región a través de Hezbollah, Hashd al-Shaabi, Ansarullah y otras fuerzas proxy, el debilitamiento de estas estructuras en los últimos años puede obligar a Teherán a involucrarse directamente. Esta red, definida como el Eje de la Resistencia, proporciona a Irán flexibilidad geopolítica, por un lado, y al mismo tiempo crea problemas de dependencia y coordinación, por el otro.
Obligado a cambiar
La presión para un cambio en la doctrina militar de Irán proviene principalmente de dos direcciones: amenazas externas y tensiones institucionales internas.
Externamente, la profunda capacidad de ataque de Israel está obligando a Irán a redefinir su defensa estratégica. La ola de ataques de 2025 expuso la insuficiencia de los sistemas de radar y alerta temprana de Teherán. Esta situación sugiere que un enfoque de defensa pasiva de “esperar y ver” puede ser reemplazado por enfoques más “preventivos y de disuasión activa”.
A nivel interno, la división generacional dentro del IRGC es notable. La generación conservadora, moldeada por la experiencia bélica de los años 1980, defiende el status quo, mientras que los oficiales más jóvenes, que adquirieron experiencia en Siria e Irak, abogan por operaciones preventivas más agresivas. Esta divergencia se ha convertido en una de las dinámicas internas más significativas que configuran la dirección de la doctrina iraní.
Sin embargo, a pesar de esta presión por el cambio, existen poderosos obstáculos a la transformación doctrinal en Irán. En primer lugar, la filosofía de seguridad de Irán se basa en una base ideológica. El concepto del fundador de la República Islámica de Irán, el ayatolá Ruhollah Jomeini, de “proteger la revolución” estableció una santidad que define los límites de la estrategia militar. Por tanto, cualquier revisión de la doctrina debe ser coherente con los “principios revolucionarios de defensa”.
Por otro lado, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) es el mayor beneficiario de la doctrina actual. Con un poder extraordinario concentrado en las esferas militar, económica y política, el IRGC es el guardián del status quo. Un cambio radical de doctrina crearía serias resistencias internas, ya que pondría en peligro este poder institucional.
A este panorama también hay que sumar las limitaciones tecnológicas de Irán. Irán todavía depende de fuentes externas en áreas que requieren alta tecnología, como la fuerza aérea, la guerra electrónica y la vigilancia por satélite. Aunque los sistemas adquiridos de Rusia y China suponen cierta modernización, se utilizan dentro de los límites de la doctrina existente y no crean una transformación paradigmática.
Tres caminos por delante
En estas condiciones, la doctrina militar de Irán podría evolucionar en tres direcciones principales.
El primer escenario es un enfoque reformista basado en la disuasión activa. En este modelo, Irán mantiene su doctrina defensiva al tiempo que aumenta sus capacidades de misiles, vehículos aéreos no tripulados (UAV) y cibernéticas, creando así una “capacidad de amenaza ofensiva” para disuadir al enemigo. Los cuadros jóvenes del IRGC apoyan esta línea.
El segundo escenario es un cambio de una estrategia de poder proxy a una doctrina de intervención híbrida. El desgaste de los actores indirectos podría empujar a Irán hacia un compromiso directo. En este caso, las fuerzas terrestres y aéreas del IRGC se volverían más activas y los grupos paramilitares Basij podrían desplegarse en operaciones externas. Sin embargo, este enfoque haría de Irán un actor más visible y, por tanto, más objetivo a nivel regional.
El tercer escenario podría ser un cambio hacia una doctrina “pasiva” en un entorno de presiones internas cada vez más intensas. La fatiga económica, el descontento social y las presiones diplomáticas podrían empujar a Irán hacia una postura de defensa más introspectiva y conciliadora. Sin embargo, este escenario parece improbable por razones ideológicas.
Los enfrentamientos entre Irán e Israel sometieron al sistema militar de Teherán a una especie de “prueba de resistencia”. Los ataques de alta precisión de Israel expusieron las debilidades de las defensas aéreas de Irán, mientras que la capacidad de represalia de Teherán siguió siendo limitada. Esta experiencia desencadenó adaptaciones en Irán en las siguientes áreas: reorganización de las redes de defensa aérea, centralización del comando de misiles y vehículos aéreos no tripulados, revisión de la coordinación operativa de las fuerzas proxy y expansión de las capacidades de guerra cibernética y electrónica.
Estos cambios no representan una ruptura revolucionaria en la doctrina; más bien, significan hacer que la estructura existente sea más ágil y receptiva a la tecnología.
Hoy en día, la doctrina militar de Irán persiste como un legado ideológico y una necesidad estratégica. No existen ni las condiciones institucionales ni las tecnológicas para hablar de una revolución radical en la doctrina. Sin embargo, la posibilidad de un cambio “evolutivo”, es decir, una transición hacia un enfoque de defensa más eficaz, preventivo y basado en la tecnología, es cada vez más fuerte.
Esta transformación también podría remodelar la política regional de Irán. El cambio de la disuasión asimétrica a la disuasión híbrida podría convertir a Irán en un actor militar más flexible y responsable. Sin embargo, esto también significa redefinir los equilibrios de poder internos y el discurso ideológico del régimen.
El mayor desafío de Irán radica en modernizar su estrategia de seguridad sin comprometer su identidad revolucionaria. Los acontecimientos de mediados de la década de 2020 han demostrado que ya no se trata solo de una cuestión de defensa, sino también de “redefinirse” estratégicamente como una cuestión de seguridad.
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