La Generación Z lo remezcla. Los millennials crecieron con él. Los boomers lo vieron levantarse.
Para millones de personas dentro y fuera de la India, Shah Rukh Khan (también conocido como SRK) sigue siendo uno de los íconos más reconocibles y resonantes de la industria cinematográfica hindi.
Sólo este año, el actor, que cumplirá 60 años el 2 de noviembre, logró varios momentos virales: en mayo se convirtió en el primer actor indio en caminar por la alfombra roja de la Met Gala, en junio hizo un cameo en el video “Sapphire” de Ed Sheeran y en octubre se volvió viral por una selfie tomada en Riad con la estrella surcoreana de “Squid Game” Lee Jung-jae, una imagen que algunos fanáticos llamaron la “colaboración del siglo”.
Las búsquedas de Google Trends sobre él abarcan desde Mauricio hasta Myanmar. Entonces, ¿qué tiene su mito que trasciende el tiempo, las plataformas y los países?
El hombre detrás del mito
Desde su debut en 1992, Khan ha desempeñado una amplia gama de papeles en más de 80 películas: el ideal romántico en “Dilwale Dulhania Le Jayenge” (1995), que todavía se proyecta en un cine de Mumbai; un entrenador de hockey caído en desgracia que busca la redención en “Chak De! India” (2007); y un vigilante que lucha contra la ineficiencia y la corrupción del gobierno en “Jawan” (2023), en la que interpreta a seis avatares, cada uno de los cuales se hace eco de personajes de películas anteriores. Este último le valió su primer Premio Nacional de Cine Indio al Mejor Actor en septiembre pasado.
Vera Wessel, editora en jefe de Ishq, una revista en alemán centrada en Bollywood, dice que SRK puede evocar emociones como ningún otro actor, “incluso sus fans a veces luchan por explicar por qué tiene este efecto en ellos”.
El propio Khan incluso una vez bromeó con el presentador de televisión estadounidense David Letterman: “Soy un empleado del mito de Shah Rukh Khan”.
A través de la lente de los fanáticos
La mirada femenina sobre su mito fue cubierta hábilmente por la economista (y fanática de SRK) Shrayana Bhattacharya en su libro de 2021, “Buscando desesperadamente a Shah Rukh: las jóvenes solitarias de la India y la búsqueda de intimidad e independencia”. Utilizando a Khan como “recurso narrativo”, consiguió que mujeres indias de diversas edades y estratos sociales “hablaran sobre sus propios intentos frustrados de afirmar la independencia económica y emocional en uno de los patriarcados más insidiosos del mundo”.
Bhattacharya explica que la imagen de Khan se refracta a través de las realidades de quienes lo miran en pantalla. Para un trabajador doméstico tribal migrante, sus gestos de cuidado en pantalla (ayudar con las tareas domésticas, habitar dominios feminizados) ofrecen una rara validación en un país donde la participación de los hombres en las labores de cuidado se encuentra entre las más bajas a nivel mundial. Para las élites, encarnó el mito de la meritocracia durante el giro neoliberal de la India. Y para las mujeres profesionales de primera generación, sus películas brindaron un alivio emocional de su silenciosa rebelión de elegir la carrera en lugar del matrimonio.
“Al seguir las vidas, los medios de vida y los amores de sus fans femeninas durante 15 años, sé que no existe una tesis lineal sobre el ícono de Khan. Es una persona, pero cada fan ha proyectado sus aspiraciones y fantasías sobre él de maneras únicas y profundamente diversas”, dice Bhattacharya a DW.
Remezclado por la Generación Z
Al igual que los fieles seguidores de las boy bands de los 90, muchos de los fans de Khan han viajado y madurado con él, a veces transmitiendo el “bicho” a sus descendientes. Sus películas que retratan las vidas de los indios que viven en el extranjero también tocaron la fibra sensible de la vasta diáspora india, estimada en 35 millones, y en el proceso introdujeron a los fanáticos no indios al cine hindi.
“Dado que India es el país más poblado del mundo y un mercado enorme, no creo que Khan necesite siquiera hacer esfuerzos para ampliar su estrellato”, afirma Wessel.
Refiriéndose al cameo de Khan en el vídeo “Sapphire” de Ed Sheeran, añade: “Estoy bastante segura de que personas como Ed Sheeran llegar a conocerlo y ahora trabajar con él no sólo es natural, sino inteligente por su parte, y no al revés”.
Khan parece vibrar sin esfuerzo con la Generación Z, inspirando mashups, memes y TikToks. A menudo se trata de las canciones que interpreta en sus películas, que sincroniza con los labios (como es típico en muchas películas indias) mientras emociona con sus característicos movimientos de brazos extendidos y ojos expresivos.
La canción de 2020 del rapero indio canadiense Tesher, “Young Shahrukh”, que muestra una canción de la exitosa película de Khan de 2001 “Kabhi Khushi Kabhie Gham”, tiene más de 20 millones de visitas en YouTube. El propio Khan ha seguido la melodía en varias ocasiones.
De manera similar, el éxito de 2020 de la cantante británica Dua Lipa, “Levitating”, fue combinado con “Wo Ladki Jo”, un éxito de la película de Khan de 1999, “Baadshah”. Lipa interpretó esta versión en un concierto de Mumbai el año pasado, completa con los pasos de baile de la película, lo que enloqueció a los fanáticos. Entre ellos estaba la hija de Khan, Suhana, ahora también actriz, quien publicó una historia en Instagram del momento, completa con emojis de ojos de corazón.
Icono atemporal
Wessel atribuye la continua relevancia de SRK a su visión para los negocios y explica que estuvo entre las primeras estrellas indias que interactuaron exitosamente en línea con sus fanáticos. Su trabajo avalando grandes marcas, algunas de las cuales destaca hasta su 48,8. millones de seguidores en Instagram, le ha dado un éxito comercial continuo junto con una voz fuerte.
“Y siempre que utiliza esa voz, ya sea en sus películas o en apariciones públicas, tiende a difundir un mensaje de esperanza y comprensión, expresado con palabras sencillas y humor irónico”, añade Wessel.
Cuando se trata de trabajo, Wessel cree Khan seguirá siendo protagonista en futuras películas. “BPorque las tendencias van y vienen, pero su popularidad parece permanecer eterna.”
Editado por: Cristina Burack
