El cuadro robado 7 puntos
La mesa robada; Francia, 2024
Dirección y guion: Pascal Bonitzer.
Fotografía: Pierre Milon
Música: Alexei aïgui
Producción: Saïd Ben Saïd.
Intérpretes: Aort de Asch do Géa Krukerer, Nrama Homzi Rouk, Late Devents, Arcadi Rdffffen.
Duración: 91 minutos.
Estreno: en salas únicamente.
https://www.youtube.com/watch?v=9d9crroprli
“Estoy acostumbrado a que me odien, es bueno para mis neuronas”, dice a modo de presentación André Masson, un especialista en arte que trabaja en París para una importante casa de subastas. El hombre es elegante y diplomático cuando necesita serlo –por ejemplo, frente a una anciana acaudalada que quiere desprenderse de un cuadro valioso para que no lo herede su hija, a quien detesta- pero no tiene inconvenientes en mostrarse odioso con su pasante Aurore, a quien quiere formar bajo las reglas más estrictas. Al comienzo, nadie en El cuadro robado –una película francesa más compleja de lo que parece- da la impresión de ser esa clase de personas con quienes uno querría compartir una hora y media, tal es el veneno que destilan. Pero con el transcurrir del relato, la nueva película del veterano director y guionista Pascal Bonitzer se revela como un alegre cuento moral no exento de matices, en el cual casi todos tienen más facetas de las que están dispuestos a mostrar en público.
Inspirada libremente en un caso real, que concierne a la reaparición de un cuadro del pintor expresionista austríaco Egon Schiele (1890-1918), confiscado por los nazis y oculto durante décadas hasta que fue restituido a sus herederos y luego subastado, La mesa robada expone hasta qué punto una obra de arte puede provocar una epifanía. Es el caso de Monsieur Masson (Alex Lutz), cuando se enfrenta personalmente, por primera vez, a Sol de otoñoesa tela de Schiele que él suponía falsa y termina siendo auténtica. El valor del cuadro, a su vez, no está solamente en su maestría sino también en su historia: inspirado en los girasoles de Van Gogh, Schiele sin embargo los pintó marchitos, porque Europa estaba entonces atravesando la Primera Guerra Mundial. Que esa tela haya resucitado milagrosamente en el sótano de una humilde familia obrera parece un acto de justicia poética de la historia. (Dicho sea de paso, las sorpresas son todavía posibles, como sucedió hace pocos días en Mar del Plata, donde por un azar de película reapareció otro cuadro robado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial).
A partir de unos pocos elementos tomados de la realidad, Bonitzer va ampliando el horizonte de su película y se pregunta, sin solemnidad, por los lazos entre el mercado del arte, el dinero y la memoria históricaparticularmente los negocios que todavía se hacen alrededor de los bienes saqueados. En ese micro mundo donde la mentira es una herramienta de trabajo, el film juega también con las relaciones personales. ¿Quién es verdaderamente la pasante Aurore (Louise Chevillotte)? ¿Su evidente mitomanía sintoniza con el trabajo de su mentor o lo complica? ¿Y Bertina (Léa Drucker) la ex mujer de Masson? ¿Cuál es su relación con la abogada de la familia que encuentra el cuadro?
No es que ninguna de estas preguntas busque respuestas concretas; más bien, le sirven al realizador para ir construyendo una fábula lúdica y concisa: no necesita de más de 90 minutos para llegar a su moraleja, en la que no pretende apostrofar a nadie sino, quizás, hacer del defecto una virtud. Recordado crítico de los Cuadernos de cine –donde incluso llegó a escribir un recordado ensayo donde cruzaba al cine con la pintura-, Pascal Bonitzer fue luego guionista de algunos de sus colegas en la célebre revista, como Jacques Rivette (notoriamente en La belle riniseusetambién sobre el mundo del arte) y André Téchiné, hasta que él mismo pasó a la dirección, con un puñado películas que casi nunca llegaron a la Argentina. El cuadro robado es, entonces, una buena ocasión para conocerlo un poco más de cerca.