El presidente estadounidense, Donald Trump, dio a conocer el 29 de septiembre su plan de 20 puntos para Gaza, entre otros, que exige un alto el fuego y la reconstrucción de Gaza, la liberación de los cautivos israelíes y el desarme de Hamás. Hamás declaró oficialmente que estaba de acuerdo con el plan en principio el 3 de octubre. Trump acogió con agrado la respuesta de Hamás y compartió el documento oficial de afirmación en su plataforma de redes sociales.
Al llegar a un acuerdo, Israel y Hamás iniciaron conversaciones indirectas en Egipto. Delegaciones de Hamás, Israel y estados mediadores se reunieron en Egipto para negociar el fin del genocidio de dos años en Gaza. Hamás está representado por Khalil al-Hayya, quien fue objeto de un intento de asesinato por parte de Tel Aviv en Qatar el mes pasado.
Las negociaciones se centran en la liberación de 48 cautivos israelíes, que permanecen en Gaza, incluidos 20 vivos, y la liberación de al menos algunos de los 11.000 palestinos, que están retenidos por Israel y enfrentan tortura y hambre en prisiones israelíes.
Muchos observadores, académicos y políticos de todo el mundo continúan discutiendo el contenido y el éxito potencial del plan. Los estados han declarado su apoyo al plan. Está claro que este plan es diferente de los planes estadounidenses anteriores, que fueron preparados e impuestos unilateralmente por la otra parte. Este último plan, por otra parte, fue discutido con los líderes y representantes de algunos países musulmanes. Este aspecto aumenta las posibilidades de éxito.
Cuando examinamos las condiciones sobre el terreno, podemos deducir que, en comparación con los anteriores, este alto el fuego puede implementarse más fácilmente, porque todas las partes involucradas esperan cierto grado de beneficio de este plan.
Aunque no cumple todas sus expectativas, Hamás ha declarado que acepta el plan, ya que pondrá fin al actual genocidio israelí, a las matanzas en masa y al hambre del pueblo. El plan no propone la huida forzosa de los habitantes de Gaza de sus tierras. Acepta que el pueblo de Gaza permanecerá en Gaza bajo un gobierno tecnocrático. Es decir, Hamás está dispuesto a ceder la administración de Gaza a otra autoridad palestina.
Reacciones de los estados árabes
Los estados árabes apoyan el plan, ya que traerá alivio social y político. En gran medida permanecieron indiferentes ante el genocidio israelí en curso en Gaza, pero sintieron la presión de su pueblo. Cuanto más prolongados sean el genocidio y la agresión israelí, más probable será una explosión social en los Estados árabes y más radical será la reacción árabe ante las atrocidades israelíes y el silencio de sus regímenes. Por lo tanto, los regímenes árabes quieren que Israel y Estados Unidos pongan fin al genocidio porque ha comenzado a influir en sus respectivas políticas internas.
Además, la continuación del genocidio puede terminar con la inmigración forzada de los habitantes de Gaza, algo que no desean los regímenes árabes. Los líderes árabes temen que si los habitantes de Gaza políticamente conscientes huyen a los estados árabes vecinos, puedan cambiar sus sociedades y hacerlas más conscientes políticamente. En otras palabras, los regímenes árabes, que quieren deshacerse de los grupos políticamente motivados en sus estados, no desean la “hamasización” de sus respectivas sociedades.
Para los estados musulmanes, el plan es aceptable, ya que pondrá fin al genocidio, las matanzas en masa y el hambre en curso en Gaza. Para ellos, el fin de la catástrofe humanitaria y de la ocupación israelí será un gran éxito. Para los países de la región, el plan puede detener la agresión israelí en la región.
Caída del frente sionista
Por otro lado, Israel parece aceptar el plan por diferentes motivos. En primer lugar, cuando el presidente Trump se reunió con líderes musulmanes en Nueva York, escuchó una versión diferente de los acontecimientos sobre el terreno y sus implicaciones en la política regional. Por tanto, presionó al gobierno de Netanyahu para que aceptara el alto el fuego.
En segundo lugar, Israel estaba en gran medida aislado en el mundo, especialmente en el mundo occidental. Al aceptar el plan, Israel ha estado intentando deshacerse del aislamiento a escala global. Todo el mundo es consciente de que Israel ha estado perdiendo la guerra en los frentes político, diplomático y humanitario. Tel Aviv intentará revertir el impulso negativo y evitar un colapso político. Ha perdido en gran medida su legitimidad a los ojos no sólo de los musulmanes sino también de personas de todo el mundo.
Por último, Estados Unidos y otras potencias mundiales occidentales decidieron cambiar sus posiciones respecto del genocidio de Gaza. La comunidad internacional acepta en gran medida que las potencias globales occidentales son cómplices de este genocidio, ya que han estado brindando apoyo incondicional al gobierno israelí. Las crecientes críticas antigubernamentales y antiisraelíes de su pueblo obligaron al gobierno occidental a cambiar su estricta posición proisraelí. Muchos gobiernos occidentales temen perder las próximas elecciones por su apoyo a Israel.
En otras palabras, las políticas proisraelíes y el apoyo al genocidio en curso se convertirán en uno de los parámetros principales en las próximas elecciones en los estados occidentales. La influencia de sus respectivas opiniones públicas obliga a los gobiernos occidentales a reposicionarse para satisfacer las demandas públicas y tomar algunas medidas concretas contra las atrocidades israelíes. Quieren ser conocidos como los actores que resolvieron la cuestión y pusieron fin al genocidio. Es decir, quieren cambiar su imagen, de cómplices de genocidio a solucionadores de problemas.
Como resultado, todas las partes en el conflicto están relativamente más dispuestas a aceptar el plan y poner fin al genocidio en Gaza. La continuación del genocidio por parte de Israel es insostenible, especialmente dada la creciente oposición pública a la agresión israelí. Por lo tanto, todas las partes relacionadas continuarán invirtiendo en este plan, logrando así una relativa estabilidad en la región. La amenaza más seria para el fracaso del plan serán las violaciones de las reglas por parte de Israel y su agresión contra los palestinos.