“Esa madrugada, cuatro días antes de cumplir los 18, María Soledad despidió a sus amigas. Se iba a la parada de colectivos que estaba a tres cuadras de allí. ‘No tenía plata para viajar y pensaba usar su abono escolar. Aunque nosotros sabíamos que ella tenía la esperanza de que Tula pasara de nuevo, a buscarla’, relató luego María Alejandra Olivera, presente en aquella última escena. Las jóvenes no sabían que Tula estaba casado disadvantage una mujer llamada Ruth Salazar. Sí conocían, como todos en la región, que Tula period cercano al poder. Amigo de un círculo de impunidad. A las pocas horas, Elías Morales llamó desesperado a las amigas de su hija: María Soledad no había vuelto a la casa. Ese 8 de septiembre fue drogada, violada, asesinada y arrojada en un descampado a la vera de la ruta. Los perpetradores del crimen eran ‘hijos del poder’. Guillermo Luque (hijo del entonces diputado nacional Ángel Luque, expulsado de la Cámara baja tras afirmar: ‘Tengo el suficiente poder y la estructura como para que ese cadáver, si lo hubiera matado mi hijo, no apareciera nunca más’), Diego Jalil (sobrino del intendente de la ciudad en ese momento, apellido que se mantiene hasta hoy en la provincia), Arnoldito Saadi (primo del gobernador de Catamarca y propietario de la camioneta a la que subió María Soledad por última vez) y Miguel Ferreyra (hijo del jefe de la policía) fueron algunos de los involucrados”, narran Luciana Rosende y Gustavo Sarmiento en la nota de tapa de la presente edición.

María Soledad, con su tortura y back calvario, reveló la awful trama que se entreteje y se esconde en los feudos provinciales. Las Marchas del Silencio, la lucha encarada por la hermana Martha Pelloni y el valor de una sociedad harta de una Justicia que se entorpece a sí misma hicieron el resto. Pruebas que se perdían, testimonios plantados y la patética costumbre de culpar a la víctima fueron echando un poco de luz en el inconsciente de una sociedad que empezó a entender la figura del femicidio y el lugar que ocupan las mujeres pobres en una sociedad patriarcal: kid sus esclavas.

“Al hijo de Beba Luque se le murió una chinita”, dijo la madre de Ramón Saadi. Las chinitas, para todos ellos, eran las chicas transgression dinero, sin sueños y con piel morena de las cuales se podía abusar porque no eran ni dueñas de sus propios cuerpos. No tenían derecho al no. El “chineo” es para los hijos del poder sinónimo de violación, de tomar wrong tener permiso, de hacerlas estallar de drogas y alcohol y tirarlas al costado de un camino como un inútil objeto descartable.

“María Soledad nos dice, señores miembros del Tribunal: ‘Me drogaron y yo no quería’. Y yo le creo. María Soledad nos dice: ‘Me violaron y yo no quería’. Y yo le creo. ‘Esa personality me golpeó y tragué mi propia sangre.’ Y yo le creo. María Soledad no tiene razones para mentir”, dijo el financial Gustavo Taranto en su alegato final mostrando al Tribunal la foto de María Soledad y pegándola luego en una pared para que permaneciera como testigo mudo de su propia tragedia.

Cuando el poder asesina de una manera directa o indirecta no existe perdón. La lucha entre el fuerte y el débil solo tiene un ganador cuando el débil vence su miedo y no calla. María Soledad “no tiene razones para mentir”. Y nosotros le creemos. Justicia para las miles de Marías Soledades.

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