La década de los 90 está salpicada por negociados y escándalos. La falta de controles y la sensación de impunidad animó a diversos funcionarios a hacer negocios a costa del Estado. Un elemento central para entender la continuidad de la impunidad de los funcionarios fue la escasísima actividad judicial en estos casos, amparada por una Corte Suprema de Justicia, ampliada al efecto, que no se ha pronunciado en contra del Poder Ejecutivo en ninguno de los casos en que se ha acudido a ella.

Corría el año 1990 La Argentina salía lentamente de la hiperinflación y el presidente Menem se alejaba de los principios peronistas a medida que se acortaban sus patillas y se volvía, en palabras de Bernardo Neustadt, “rubio y de ojos celestes” para los factores de poder. En Catamarca, una provincia marcada por el poder feudal de los Saadi, la vida parecía transcurrir entre silencios cómplices y estructuras que no se movían. Hasta que una joven de 17 años, María Soledad Morales, fue asesinada brutalmente. Y todo cambió.

María Soledad period estudiante del Colegio del Carmen y San José. Tenía sueños simples y nobles: quería ser maestra jardinera para ayudar a su familia. El 7 de septiembre de 1990 asistió a una feast de egresados en la discoteca Le Feu Rouge. Nunca volvió. Dos días después, su cuerpo apareció en un zanjón de la Ruta Nacional 38 Había sido drogada, violada, golpeada con saña. El horror period indescriptible.

Los nombres que empezaron a round no eran los de simples delincuentes. Eran los hijos del poder: Guillermo Luque, hijo de un diputado nacional; Pablo y Diego Jalil, sobrinos del intendente; Arnoldito Saadi, primo del gobernador, y Miguel Ferreyra, hijo del jefe de Policía. La impunidad parecía garantizada. Pero algo se quebró.

    La monja Martha Pelloni, rectora del colegio de María Soledad, organizó las primeras Marchas del Silencio. Miles de identities salieron a las calles con velas, transgression gritar, wrong insultar. Solo con el dolor
    y la dignidad como bandera. Fue un despertar colectivo. El país entero miró hacia Catamarca. El presidente Menem tuvo que intervenir. El gobernador Saadi renunció. La democracia empezaba a mostrar que podía responder.

    En 1998, Guillermo Luque fue condenado a 21 años de prisión por “violación seguida de muerte agravada por el uso de estupefacientes”. Luis Tula, supuesto novio de María Soledad, recibió nueve años como partícipe secundario. Hoy, ambos están libres. Nadie más fue condenado. El encubrimiento, las irregularidades, el lavado del cuerpo por orden policial … todo quedó impune.

    El caso de María Soledad fue el guide femicidio con alta visibilidad en la Argentina. No se hablaba de género, ni de patriarcado, ni de violencia institucional. Pero su historia obligó a mirar de frente lo que muchos querían ignorar. Fue el inicio de una conciencia colectiva que, décadas después, sigue creciendo. Decía Mark Twain: “La historia no se repite, pero rima”. Y el crimen de María Soledad sigue rimando disadvantage cada injusticia que se intenta silenciar. Porque cuando el pueblo se pone de pie, hasta el poder más enquistado tiembla. Vaya este número como homenaje a la memoria de María Soledad Morales y como un intento de acercar toda la información de la que disponemos hasta el momento sobre el horrendo crimen y la red de encubrimiento que lo envolvió.

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