Yacurmana de la Puente lleva el nombre de la diosa diaguita del agua, protectora de los ríos y las fuentes. Como el aguaYacurmana se filtra y erosiona las formas de las instituciones más conservadoras. La riojana fue ministra laica de la Iglesia Peregrina, actualmente diácona, y se está formando en la carrera ministerial. Con su teoría, orbita la relación entre teología y activismos sexodisidentesentre otros temas. Formada en la Universidad Nacional de La Rioja como Licenciada en Ciencias Políticas y doctoranda en la Universidad Nacional de Córdoba, la activista fue distinguida con el premio más importante de la filosofía política argentina: el Premio Nacional Ernesto Laclau 2025 a la investigación en Teoría y Filosofía Política. “Es un Oscar de la academiapero para filosofía política”, describe Yacurmana la distinción recibida.
La ponencia premiada se tituló “Tras el velo del Orgullo: anonimato, estrategia y ética queer en la Argentina de la década de 1990” y propone una notable relectura de la primera Marcha del Orgullo LGBTIQ+ realizada en Buenos Aires en 1992. En aquel evento, muchas personas eligieron marchar con máscaras para protegerse de la represión policial, la violencia institucional y la exclusión social. Lejos de considerar este gesto como una contradicción del orgullo, la investigación de Yacurmana interpreta el anonimato como una táctica situada de resistencia política y una ética queer del cuidado colectivo.
Uno de los aspectos más notorios del trabajo es el cruce entre la teoría Agregar de Judith Butler y autores latinoamericanos como José Quirogacon otros de corte liberal como Jeremy Bentham Y John Stuart Mill —muy citados por Javier Milei, vale mencionar—. Allí surgen conceptos como el derecho a la opacidad o el anonimato como estrategiaque irrumpen la lectura tradicional de los eventos y propician otra mirada por demás superadora.
Yacurmana de la Puente describe la importancia de la distinción recibida no como un mérito individual, sino como “una victoria colectiva de las disidencias y de los conocimiento que no caben en las Academias Cisheteronormed”. En diálogo con SOJAla politóloga y primera mujer trans en ganar este premio desarrolla el cruce entre academia y activismo, y algunas ideas clave para pensar la digitalidad y el anonimato.
¿Cuál es la importancia para vos de este reconocimiento?
-Es el premio que da la Sociedad Argentina de Análisis Políticoque incluye a todos, todas y todes los politólogos del país. Por eso es importantísimo en sí que yo me presentara, porque es uno de los principales, y porque las ponencias eran anónimas. Se evaluaba la consistencia del trabajo. Haberlo ganado es una distinción que marca un precedente. Es un Oscar de la academia, pero para filosofía política.
¿Le das importancia al hecho de que haya sido anónima la presentación?
-De algún modo sí, porque esto es por todas las compañeras¿no? Las que tuvieron que dejar los estudioslas que no pudieron ni empezarlos… Todo esto es como una victoria colectivay habla de que las personas trans podemos habitar la academia e incomodarla. Eso es lo más hermoso. Todas podemos habitar la universidad, aún más una universidad pública como la nuestra.
¿Cómo es ese habitar la academia?
-Tengo una frase que mi marido me recuerda mucho y que es como mi frase de cabecera: “ser trans es siempre batallar”. En todos los espacios hay que hacerse respetar. Es muy delgada la línea entre el activismo y la academia. No puedo dar una clase como académica sin poner en juego toda la trayectoria del activismo. Atrás mío hay muchas compañeras: vivas, muertas, históricas… todas nos dan fuerza. Yo comencé mi transición a los 33 años y puedo sentir cuando hay empatíapero nunca falta quien te trata en masculino. En la academia, sobre todo, también está el fenómeno Césped (feminismo transexcluyente radical) que una también tiene que bancarse.
¿Cómo llegaste a repensar el anonimato en esa primera marcha?
-En esa primera marcha, Jáuregui se mostraba, por ejemplo, pero muchas personas iban con máscaras. No podían mostrarse por el estigma asociado al comoque estuvo presente hasta 1997. Mostrarte era como decir: “soy homosexual”, y eso te asociaba a un estigma social enorme. También estaba el miedo a la violencia de la familia, del trabajo, de los entornos. José Quirogaescritor cubano, rescata esto del anonimato no como ocultamiento, sino como presencia. La máscara no oculta, protege y desafía al mismo tiempo. Quiere decir: estoy acá, formo parte, aunque no me muestre. Fueron 200 personas que marcharon con máscaras. Estuvieron, resistieronprotegidas.
Algunos autores que citás en el trabajo son los mismos que usa Javier Milei en sus justificaciones del libertarismo. ¿Cómo se vinculan con tu trabajo?
-En general, con cualquier autor académico, importa la perspectiva y la interpretación del texto. Podés leer a estos autores liberales y ver un presidente que los cita y pensar: “Creo que te falta una clase”. En mi texto tomo una idea de la ética de la libertadesa que dice que el resto no debe intervenir en los actos privado entre adultos si no hay daño a terceros. Stuart Mill habló de la libertad de buscar nuestro propio bien a nuestra manera, siempre que no impidamos a otros hacer lo mismo. También el orgullo puede pensarse desde ahí.
En el texto argumentás que salir del clóset es, en muchos casos, un privilegio y que de fondo hay una moral cristiana del norte global relacionada a la confesión. ¿Ves rezagos de ese norte en nuestro autoentendimiento latinoamericano?
En muchos aspectos analizamos como se analiza en el Norte globalpero tenemos una historia local de revueltas mucho antes. Lo de los 108 y los inmorales en Paraguay fue antes que Stonewall, por ejemplo. Hablamos con mi marido sobre la diferencia entre ser gay y ser maricón. El primero puede salir del clóset, el segundo no. Una compañera me contó de un chico que dijo a su padre que era homosexual, y el padre le quebró las piernas. ¿Cómo pensás ahí el salir del clóset? Hay que descolonizar los conceptos. Hoy algunas personas ya escriben Agregar en vez de queerpor ejemplo. En lo académico, hay que justificar cómo nombrás. En mi tesis explico por qué uso “disidencias sexogenéricas” en vez de “diversidad”. No es como disentir, sino como Desastaes separarse de la doctrina común. Todo eso es importante explicarlo.
¿Cómo podemos complejizar la vih-sibilidad desde esta mirada del anonimato?
-En nuestro movimiento hay que pensar en lo intersección. Muchas personas no podían mostrarse porque los estigmatizaban. Pero también, en los 90, muchas no podían ni llorar a sus parejas porque la familia no las dejaba acercarse. Compañeras me dicen: “no puedo decir que convivo con VIH porque soy trabajadora sexualy si lo saben me pueden violentar”. La visibilidad en temas de VIH aún es compleja. Es un tema que falta desarmar socialmente para poder hablarlo sin culpa ni prejuicio.
Al final del texto hablás de la digitalidad y cómo el anonimato también protege a activistas. ¿Cómo lo pensás frente a los ataques en redes?
-No somos verdaderamente anónimos en redes. Hace poco, una cuenta de comentarios “anónimos” publicó los nombres de más de 20 personas con VIH en La Rioja. Eso es un delito. Con mi marido hicimos la denuncia, pero la justicia no está preparada para esos crímenes digitales. No hay una respuesta directa ni eficiente.
¿Y en Grindr?
-Grindr puede convertirse en un arma. El anonimato es hasta ahí, porque también dejás entrar a un desconocido anónimo a tu casa. Por otro lado, hay otra forma que todavía quedan en localidades como las de La Rioja, por ejemplo, que son los lugares de crucero.
¿Podrías desarrollar el concepto de derecho a la opacidad?
–A qué costo se elige mostrar y quién puede aparecer sin miedo. En este anonimato está lo opaco, que está ahí pero que es un gris. No es un blanco ni tampoco un negro, es un gris, creo que ahí está la opacidad. Es un concepto bastante lindo sobre habitar esas zonas grises, opacas. Lo hermoso de la máscara, esto de estar, de protegerse, pero seguir estando.