El siglo 21 parece ser el siglo de las grandes urbes. En cuanto a la ciudad de Córdoba, su crecimiento ha sido constante.

Según el censo de 2022, tiene 1.498.060 habitantes, lo que representa un aumento del 13,8% en comparación con el censo de 2010.

El censo también arroja que las ciudades que más crecieron en el conurbano cordobés son Malagueño (104%), La Calera (42,7%) y Villa Allende (42,7%).

Toda ciudad, por definición, es un espacio en movimiento, en transformación, en permanente cambio. Córdoba no es la excepción, pero hay cuestiones de la Córdoba actual que me preocupan.

  1. El transporte público de la ciudad es muy deficiente y muy costoso.
  2. La contaminación atmosférica y, con ella, la ciudad sucia. Vemos desplegados, y de forma descontrolada, innumerables basurales a cielo abierto.
  3. La contaminación acústica. Ocurre, por ejemplo, en barrio Alberdi cada fin de semana, cuando por las distintas bailantas, los niveles excesivos de la música por sobre los permitidos alteran la convivencia en el barrio; todo sin control municipal.
  4. El tráfico y la movilidad. El congestionamiento vehicular, la falta de transporte público eficiente, la escasez de estacionamiento y la dificultad para desplazarse con rapidez son problemas que afectan la calidad de vida y la productividad.
  5. La falta de seguridad. Córdoba es una ciudad cada vez más insegura por la debilidad de las instituciones de seguridad y la complicidad entre las fuerzas de seguridad y la delincuencia.
  6. La falta de infraestructura. En la ciudad, vemos prácticamente un abandono en materia de servicios (calles rotas, barrios sin iluminación, acumulación de basura).

Los efectos de toda esta situación son mayor pobreza, mayor desigualdad y menos libertad.

El intendente Daniel Passerini no puede argumentar, en su defensa, que el incremento de la pobreza es responsabilidad del Gobierno nacional solamente.

Si bien es cierto, también es verdad que Passerini, como parte de la fórmula gobernante, va camino a los ocho años de gobierno en la ciudad (lleva cuatro como viceintendente de Martín Llaryora y dos como intendente). Además, su partido, el peronismo, gobierna la provincia de Córdoba desde hace casi 30 años.

Derecho clausurado

David Harvey dice que existe el derecho a la ciudad como un derecho humano para todos los habitantes. Este derecho a la ciudad es “mucho más que un derecho de acceso individual o colectivo a los recursos que (la ciudad) almacena o protege”.

Es el derecho a vivir en una ciudad limpia y con los mejores servicios, donde la frecuencia del transporte no sea una utopía; una ciudad segura, donde se pueda disfrutar de sus espacios públicos.

El derecho a la ciudad se trata del “goce amplio de los bienes (materiales e inmateriales) de la vida urbana”, según Pedro Pirez. Hablamos de un nuevo paradigma sobre cómo percibir, pensar y comprender la ciudad y la urbanización, y de cómo orientar las voluntades de cambio.

Entonces, a partir de este nuevo paradigma, ¿qué ciudad queremos? ¿Qué ciudad anhelamos construir?

En la Córdoba actual, el derecho a la ciudad está clausurado por la inoperancia de un gobierno que privilegia una visión mercantil de la ciudad: negociados con los alquileres, propaganda política, marketing para parecer lo que no se es, impuestos caros e ineficiencia en los servicios. El goce de la vida urbana, por lo tanto, se ve totalmente obstaculizado.

En este sentido, preocupa la ausencia de una masa crítica del pueblo de Córdoba ante un gobierno ineficiente, deficiente y ausente.

Espero que alguna vez se comprenda que la única constancia para el peronismo de Córdoba es la ocupación del poder. No hay voluntad de transformación.

Sus dirigentes no buscan construir el futuro: sólo están interesados en capturar oportunidades para perpetuarse en el poder a cambio de nada o, mejor dicho, a cambio de seguir atrasando Córdoba y clausurando un mejor derecho a la ciudad.

Voluntad de cambio

Dante Caputo supo decir que “un político debe buscar resolver las oposiciones entre la realidad y sus objetivos, entre la comprobación descarnada de cómo es el mundo que lo rodea y la voluntad de cambiarlo”.

En consecuencia, para avanzar en la solución de este dilema es necesario un análisis exhaustivo de la realidad y una definición clara de la esencia de lo que se busca.

Caputo señala que cuando una de las condiciones falta –análisis de la realidad o decisión de cambio–, la posibilidad de tener éxito se reduce.

Cuando las dos condiciones están ausentes, dicha posibilidad es nula. Es claro que al peronismo de Córdoba le faltan ambas. Es tiempo de exigir el derecho a la ciudad, que es un grito por la igualdad y la libertad.

Licenciado en Sociología y Ciencia Política por la UNC

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