En un desarrollo histórico con implicaciones de largo alcance para el Medio Oriente y el sur de Asia, Arabia Saudita y Pakistán han firmado el acuerdo estratégico de defensa mutua, llevando su asociación de seguridad de una décadas a un nuevo nivel. El acuerdo se firmó en el Palacio Al-Yamamah en Riad, donde el príncipe heredero saudí y el primer ministro paquistaní se pararon uno al lado del otro, acompañado por el jefe del ejército de Pakistán, el mariscal de campo Asim Munir, en una rara muestra de unidad militar y política.
El momento del acuerdo es tan significativo como su sustancia. Se produce en medio de la profundización de la incertidumbre del Golfo después de la huelga de Israel sobre la respuesta silenciosa de Qatar y Washington, que ha sacudido la confianza regional en la confiabilidad de las garantías tradicionales de seguridad de los Estados Unidos. La cláusula central del pacto refleja el Artículo 5 de la OTAN, declarando que “cualquier agresión contra un país será tratada como agresión contra ambos”.
Este compromiso explícito señala la disposición de Riad para diversificar sus alianzas de seguridad y fortalecer la disuasión en una región cada vez más definida por la volatilidad y los saldos de potencia cambiantes.
Seis décadas en hacer
Los lazos de defensa de Arabia Saudita y Pakistán se remontan a casi seis décadas. Desde 1967, Pakistán ha entrenado a más de 8.200 personal militar saudita, proporcionó asesores militares superiores y realizó numerosos ejercicios conjuntos. Con el tiempo, los oficiales paquistaníes han desempeñado papeles clave en la configuración de las instituciones de defensa de Riad, fomentando una confianza única entre las dos naciones.
Lo que distingue a este último acuerdo es su formalización de lo que durante mucho tiempo había sido una comprensión informal. Cambia la relación de la cooperación transaccional a una defensa colectiva legalizada, estableciendo mecanismos para consulta y acción militar coordinada.
El simbolismo que rodea la firma era inconfundible. El avión del primer ministro Shahbaz Sharif fue escoltado al espacio aéreo saudí por los aviones de combate F-15, y fue recibido con un saludo de 21 cañones, un honor reservado para los aliados más cercanos del reino. El momento también fue significativo: el acuerdo siguió a una organización conjunta de la Liga Árabe de la Cumbre de la Cooperación Islámica (OIC) en Qatar, donde los Estados miembros condenaron el ataque de Israel contra Doha y pidieron “mecanismos de seguridad mutua y disuasión”. Según Summit Minutes, hubo un reconocimiento tranquilo pero creciente de que la región debe tomar su seguridad en sus propias manos.
Alcance del acuerdo
El acuerdo establece un marco para la cooperación de defensa vinculante. En caso de agresión externa, cualquier país puede solicitar consultas y acciones militares coordinadas. También amplía la colaboración en el intercambio de inteligencia, la adquisición de armas avanzadas y los ejercicios conjuntos.
La especulación ha girado en las redes sociales sobre si el Pacto otorga acceso a Arabia Saudita al elemento disuasorio nuclear de Pakistán, pero las autoridades no han ofrecido evidencia para respaldar esto. Un alto funcionario saudí, hablando con Reuters, aclaró que el acuerdo “no es una respuesta a países o eventos específicos, sino a la institucionalización de una asociación histórica”.
Si bien la ambigüedad puede servir como un elemento disuasorio, no hay indicios de un cambio doctrinal en la política nuclear de Pakistán. Como señalan los analistas, la ambigüedad a menudo es deliberada en la diplomacia de defensa, agregando peso psicológico sin desencadenar la escalada directa.
Pakistán tiene una larga historia de acuerdos de defensa, que se remonta a su acuerdo de asistencia de defensa mutua de 1954 con los Estados Unidos, así como su participación en SEATO y el Pacto de Bagdad (Cento) durante la Guerra Fría. Ninguna de esas alianzas transfirió capacidades nucleares a otros estados.
Hoy, la doctrina nuclear de Pakistán sigue centrada en la India, diseñada principalmente para disuadir las amenazas de su frontera oriental. Como explica Rabia Akhtar, directora del Centro de Investigación de Seguridad, Estrategia e Política (CSSPR), la cooperación de defensa no equivale a una compromiso automático de la guerra. Del mismo modo, la señalización no es lo mismo que extender una garantía nuclear. La mera presencia de las capacidades nucleares de Pakistán agrega peso estratégico al pacto, pero no existe un compromiso formal de desplegarlas en nombre de Arabia Saudita. El acuerdo debe verse como una codificación de solidaridad, en lugar de un paraguas nuclear.
Tiempo de asuntos cooperativos
El contexto geopolítico hace que este acuerdo sea especialmente consecuente. La huelga de Israel sobre Doha ha planteado preguntas fundamentales sobre la estabilidad regional y la credibilidad de las garantías de seguridad de los Estados Unidos. Muchos líderes del Golfo ahora cuestionan en privado si Washington puede o actuará decisivamente para prevenir acciones unilaterales que podrían encender conflictos más amplios.
Arabia Saudita, históricamente dependiente de la protección de los Estados Unidos, parece estar cubriendo sus apuestas. Al formalizar los lazos de defensa con Pakistán, Riad está señalando que no seguirá siendo vulnerable o aislado. Es probable que estos compromisos de defensa se complementen con un aumento de las inversiones sauditas en los proyectos de energía e infraestructura de Pakistán, que vincula el pacto con realineamientos económicos regionales más amplios como el Bri 2.0 y Saudi Vision 2030 de China.
Se trata de los esfuerzos de Arabia Saudita para diversificar sus asociaciones de seguridad y defensa, un movimiento que se produce en un momento de montaje y aumento de la inestabilidad geopolítica e intensificación de la dinámica de conflictos en el Medio Oriente. La Alianza Saudi-Pakistán reverberará en toda la región. El pacto fortalece la arquitectura de seguridad del Golfo independiente de las garantías de EE. UU. Para el Medio Oriente más amplio, puede indicar una deriva hacia las disposiciones de seguridad multipolares. Podría empujar a otros países del Golfo a considerar pactos similares con los actores regionales para compensar la disminución de la confianza en Washington.
Movimiento silencioso para la independencia
La Cumbre Qatar de los líderes de la Liga Árabe y la OIC fue un telón de fondo fundamental para este Acuerdo. En la sesión de puertas cerradas, los líderes debatieron abiertamente las consecuencias de las acciones de Israel y la respuesta silenciosa de Occidente. Según los diplomáticos presentes, había una sensación creciente de que la región ya no podía confiar en poderes externos para proporcionar su seguridad.
La huelga israelí y el silencio de Washington plantean preguntas incómodas: ¿pueden los estados occidentales continuar defendiendo un orden internacional basado en reglas mientras apoya un estado que ignora tan abiertamente esas mismas normas? ¿El respaldo occidental inquebrantable para Israel corre el riesgo de erosionar su autoridad moral entre las naciones no occidentales?
En los corredores de la cumbre, circuló un zumbido silencioso de que este momento podría provocar una realineación de alianzas en el Medio Oriente. El pacto saudi-Pakistán bien puede ser el primer paso visible hacia ese cambio.
El acuerdo estratégico de defensa mutua entre Arabia Saudita y Pakistán representa más que un pacto militar bilateral; Es una declaración estratégica de independencia. Durante décadas, Riad confió en las garantías estadounidenses, mientras que la postura de defensa de Pakistán se mantuvo principalmente enfocada en el sur de Asia. Este acuerdo reescribe esa ecuación, institucionalizando la solidaridad del mundo musulmán y señalando un movimiento hacia un orden regional multipolar.
Envía un mensaje a Washington de que los estados del Golfo cubrirán sus apuestas y ya no confiarán exclusivamente en la protección de los Estados Unidos, lo que podría afectar la influencia de los Estados Unidos en el Medio Oriente. Para Israel, esas acciones unilaterales ahora enfrentarán una respuesta colectiva. Para el mundo musulmán más amplio, la unidad es posible cuando los intereses de seguridad centrales están en juego. La historia puede recordar este pacto como el momento en que el Golfo tomó el control de su destino, forjando una nueva orden de seguridad no en Washington o Bruselas, sino en Riad, Islamabad y Doha.