Tras el duro revés en las urnas bonaerenses, el presidente Javier Milei recibió un nuevo sacudón político. Fue el propio Gobierno quien eligió nacionalizar una elección que el gobernador Axel Kicillof había separado de la legislativa nacional de octubre, motivado por su puja interna con la expresidenta Cristina Fernández. La apuesta libertaria, audaz y arriesgada, terminó volviéndose en su contra.
En política, como en el ajedrez, los errores quedan expuestos después de la jugada. Y con el diario del lunes, todo parece más claro. Cuando Milei y su influyente hermana Karina decidieron “nacionalizar” la elección en la provincia de Buenos Aires,
La Libertad Avanza venía con viento a favor: acababan triunfar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), donde habían vencido sin paliativos al oficialismo macrista, dejando al PRO -el partido que Mauricio Macri fundó hace dos décadas- al borde del ocaso.
Con esa victoria bajo el brazo, los Milei se envalentonaron y fueron por todo contra el partido que lideran Kicillof y Cristina Fernández. “Le vamos a poner el último clavo al cajón del kirchnerismo”, lanzó el Presidente, en una de esas frases grandilocuentes que lo caracterizan.
A partir de ese momento, los libertarios emprendieron con su ofensiva en un territorio hostil como el conurbano bonaerense, con un sistema de votación que consideran obsoleto y poco confiable: la tradicional boleta de papel. Y entonces, como alguna vez se sinceró Marcos Peña, exjefe de Gabinete de Mauricio Macri: “Pasaron cosas”.
Para muchos analistas, la derrota libertaria en Buenos Aires tiene dos causas centrales. Por un lado, los comprometedores audios que vinculan a Karina Milei con presuntas coimas en la compra de medicamentos para personas con discapacidad.
Por otro, las turbulencias financieras que sacudieron al país en los últimos días, con un dólar que tocó el techo de los 1.400 pesos, encendiendo todas las alarmas.
Pero hay otro punto de inflexión, que casi nadie menciona. Una fecha y una foto: el martes 3 de junio. Ese día, 22 gobernadores y el jefe de Gobierno porteño se reunieron en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) para exigir lo que consideran una apropiación indebida de fondos por parte de la Nación.
La primera demostración de unidad de todos los gobernadores, pese a sus diferencias, que surgió de aquella cumbre tuvo una potencia política indiscutible.
Aquella cumbre del CFI fue más que una postal. Fue un punto de convergencia política inédito: allí coincidieron algunos muy cercanos a los libertarios, como los radicales Alfredo Cornejo (Mendoza) y Leandro Zdero (Chaco), y el macrista Rogelio Frigerio (Entre Ríos); con opositores duros, como Kicillof (Buenos Aires) y Sergio Ziliotto (La Pampa), pasando por los dialoguistas Martín Llaryora y Maximiliano Pullaro (Santa Fe).
Estrategia de confrontación
Sumida en la lógica de la confrontación como estrategia política, en la Casa Rosada ignoraron aquella señal. Es más, la ningunearon, con una fuerte acusación: “Los gobernadores piden más plata porque no hicieron ningún ajuste”.
En un año marcado por las urnas, la falta de estrategia política se volvió inocultable para el Gobierno. Los gobernadores, hartos de la retórica libertaria y del centralismo financiero, alzaron la voz contra la retención de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y el Impuesto a los Combustibles.
Las versiones apuntan a los tres gobernadores de la Región Centro -Llaryora, Pullaro y Frigerio- como los arquitectos del reclamo que unió a los 23 mandatarios provinciales y al jefe de Gobierno porteño. Y aunque el Gobierno intentó minimizar aquella foto, muchos la ven hoy como la semilla de las dificultades políticas que le sucedieron después.
En el Centro Cívico cordobés tienen una lectura sobre los problemas “políticos” que sufre el gobierno de Milei. “El principal déficit del gobierno libertario es la gestión política. Se confiaron por la baja de la inflación y por los números de las encuestas, y descuidaron el frente político. Las derrotas en el Congreso comenzaron después de aquella cumbre en el CFI”, señaló un funcionario que conoce como pocos el pensamiento del gobernador Llaryora.
En el oficialismo provincial admiten que la reunión en el CFI también influyó para la conformación del nuevo espacio político nacional Provincias Unidas, conformado -por ahora- por seis gobernadores, que fogonean Llaryora, Pullaro y Juan Schiaretti, entre otros.
Derrotas en cadena
Los gobernadores reclamaron al Gobierno la devolución de los fondos que, aseguran, les corresponde. Apostaban a una negociación política, mediada por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Pero con el correr de las semanas, entendieron que no habría diálogo.
Ante el silencio de la Casa Rosada, presentaron dos proyectos de ley en el Congreso y acordaron con sus legisladores para que los apoyaran. Aún en ese escenario adverso, Milei no quiso ceder.
La tensión no se detuvo allí. A los reclamos económicos se sumaron demandas sociales urgentes. En una cena en la Quinta de Olivos, el senador Luis Juez le propuso a Milei negociar para resolver el conflicto con el sector de personas con discapacidad y con el Hospital Garrahan.
El Presidente escuchó, pero se mantuvo firme: no podía mostrar signos de debilidad frente a la oposición, argumentó. “Si las leyes se aprueban, las vetaré”, sentenció.