Miguel Vilanova, alguna vez también conocido como Botafogo y ahora como Don Vilanova, actuará este viernes en Buddhi de La Cumbre y el sábado en La Mona Museo Bar. El bluesman lo hará respaldado con músicos cordobeses y con un perenne sentimiento de gratitud para Córdoba, dado que aquí comenzó su carrera como solista.

Ese Big Bangprecisamente, es lo que primera que sale flote en una nueva charla con La Vozen la que se expresa incontinente, comprometido con la idea de que no quede ningún dato suelto. “A fines del ‘94 o a inicios del ‘95 tenía un show con Durazno de Gala y, la noche anterior al viaje, me entero de la disolución del grupo. Y como me venían informando de que se habían vendido como tres mil entradasdije: ‘Yo voy igual, voy a dar la cara’”, comienza el guitarrista, que ha aportado tanto al blues canción como al performático, en ambos casos con una amalgama perfecta de sensibilidad y virtuosismo.

“No concebía ausentarme y decirle al productor por teléfono: ‘Avisale a la gente que el grupo se separó’. Quería decírselo yo personalmente; y si me tiraban con zapatos, bueno, joderme”, sigue.

Luego cuenta que finalmente se presentó: “Por las dudas, había viajado con dos amigos. Con Fanta, que toca el bajo, y con Pablo, su hijo baterista. Les pedí que me acompañaran y que estuvieran preparados para tocar. Para improvisar, más que nada. Porque a los temas de Durazno de Gala no los sabía cantar, nunca había cantado en mi vida. Entonces me presenté en el escenario, le expliqué todo a la gente, y esta se dio cuenta de que yo estaba completamente quebrado”.

–¿Cómo resultó todo eso?

–Le aclaré a la gente que había acordado con la producción que cualquiera que quisiera pedir el dinero de la entrada podía hacerlo. ¿Sabés una cosa? Nadie pidió la devolución de la entrada. Ni uno. Todo el mundo me arengó para que tocara, más allá de que les aclaré que improvisaría. Todo fue amor puro, comprensión, ponerse en mi lugar.

A su alumbramiento como solista, Vilanova lo pone entre sus grandes reflejos artísticos en más de 50 años de trayectoria. A los otros también les da un contexto en entrevista con La Voz.

“Tengo un destacar que no va a ser superado nunca por nada, porque fue debutar tocando con Pappo, el 28 de diciembre de 1973. Pero es cierto que ese fue un puntapié inicial para todo, para el resto de las décadas. Entonces, en esa década del ‘70, o de lo que quedaba de ella, fue importante para mí haberme ido a España y empezar a tocar allá con figuras como Joaquín Sabina, Antonio Flores… con Cucharada, el grupo de Manolo Tena”, revisa.

“Y en los ‘80 ya me vuelvo para Argentina y, en el ‘85, empiezo con Durazno de Gala. Y en el desarrollo de ese proyecto pasó lo de haber sido soporte de B.B. King y de Carlos Santana; de haber seguido tocado con Pappo en infinidad de situaciones. Después, del ’95 al 2005 se desarrolló toda mi carrera solista que se concatenó con giras por Japón, Australia, Austria, Estados Unidos y por Sudamérica (Brasil, Paraguay, Colombia, Bolivia, Uruguay y Chile)”, suma.

“Y, por supuesto, rescato mi rol en una de las últimas actuaciones de Pappo; la de Cosquín Rock, en la que logré juntarlo con Charly (García). Salió muy bien y quedó en la historia de nuestro rock. Y desde ese 2005 hay una mala, un retroceso”, remata entre risas.

–¿Cuál sería esa mala?

–Que dos mil compañeros, supuestamente colegas, hicieron derogar una ley que consideraba profesionales a los músicos con una matrícula avalada por el Ministerio de Trabajo y expedida por el Sindicato de Músicos. Seguimos tocando por el pancho y la coca gracias a esos dos mil colegas. Desde entonces, sigo con esa suerte tremenda de interpretar mi repertorio y de hacer discos más giras con gente como Deacon Jones, como Bruce Ewan… También abrí conciertos para Scott Henderson, para Jeff Beck, para Eric Clapton dos veces, en 2002 y en 2011, en Santiago de Chile. Tuve continuidad con libros de instrucción. Tuve muchos alumnos que hoy están en el candelero: Nico Bereciartúa, Lucas Sedler y el cordobés Iván Singh…

–Se te oye en plenitud.

–Debo estarlo porque sigo con mis discos, no dejo de mejorar ni de componer. Hace pocos días subí mi último trabajo a las plataformas que se llama Despertarpero antes estuvo otro titulado Serendipia y antes otro más conocido como Herejeque incluso salió en vinilo… Y antes fue Tocá la guitarra y callate más un Homenaje al blues argentino… Toqué muchas veces en La Casita del blues. Soy uno de los que inauguró ese espacio y que más frecuentemente lo visita. Me siento feliz, muy privilegiado. Un día me la jugué por la música y todo salió bien. Este diciembre próximo, se cumplen 53 años desde el debut con Pappo. Soy un hombre de prácticamente 70 años que le sigue entusiasmando la música tanto desde la enseñanza como del aprendizaje. También me apasiona grabar discos, componer, ensayar, salir de gira… Tengo ya cinco temas nuevos terminados…

En la continuidad de la charla, Vilanova precisa que entre esos temas se destacan un blues tango que hizo con Rodolfo Mederos y Pipi Piazzolla, además de otras interacciones con colegas tan apasionados como él.

“Hay otras cosas que hice con Ciro Fogliatta, con Juan Rodríguez, con El Gitano Herrera de Los Guarros… Tengo planeado un tema con mujeres: Silvana Colagiovanni en la batería, Luly Bass en el bajo, Dai Gallo en la armónica, Crisina Dahl de Las Blacanblus en el piano… Voy a hacer una canción patria en modo B.B. King. Tengo una docena de libros, algunos de los cuales se dejaron de editar…”, se explaya.

Miguel Vilanova y su legado escrito en libros

–¿Qué te proponés con los libros que setean métodos de enseñanza?

–Siempre tuve ese berretín, de que el veterano le tiene que dejar al joven lo que investigó. Apuesto a eso. Voy ganando, según lo que comentan en redes. Al parecer, fueron muy útiles mis métodos. Hay mucho de lo que uno estudia que está preparado para los pianistas; bueno, mi contribución es haberme dedicado a traducir eso para los guitarristas. Bibliográficamente había un agujero. Claudio Gabis hace unos años sacó un método de armonía. Pero te hablo de hechos, no es de arrogancia: el primer libro que salió por editorial Ricordi fue el mío. Lo tomé como devolver un granito de arena al país que me brindó la posibilidad de aprender, ¿no?

–Vas a tocar en un local respaldado en la figura de Carlos “La Mona” Jiménez. ¿Cómo te parás ante su figura y ante el cuarteto?

–La popularidad y la llegada a la gente de la música cuartetera es envidiable, acá y en cualquier lugar del mundo. La Mona Jiménez siempre me cautivó, más allá de cualquier consideración crítica que pueda haber hecho en algún momento. Tiene su propia cosmovisión… Un antropólogo amigo me señaló que La Mona es, en la humanidad, el único tipo que rescata las danzas circulares que venían de África y que desaparecieron por acción de la Iglesia. Las danzas circulares acompañaron a la humanidad siempre, para el festejo, para el llanto, para la tristeza. La onda de juntarse en círculo para danzar, cantar y dar vueltas alrededor del fuego, alrededor de un chamán, alrededor del jefe de la tribu. Eso se da en los bailes de La Mona. Y están los músicos que lo acompañan. Siento respeto y admiración por ellos. Con todo lo que me alaban, digo: no sé si podría tocar esa música con la precisión y el balancearse que tienen ellos. No creo.



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