El Centro de Investigación Social Urbana (Cisur) presentó un estudio que analizó los patrones de mortalidad en la Argentina con foco en los barrios populares relevados por el Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBap).
El trabajo, elaborado con datos del Censo 2022, del Ministerio de Salud de la Nación y del relevamiento de viviendas familiares, mostró una desigualdad marcada en la edad promedio de fallecimiento entre quienes habitan en estos barrios y el resto de la población.
En el país, la edad promedio de muerte en el año 2022 fue de 71,6 años, mientras que en los barrios populares descendió a 60,6 años, lo que representó una diferencia de 11 años de vida. El dato expuso el impacto de las condiciones de vulnerabilidad socio-urbana sobre la salud y la longevidad de millones de personas.
Una brecha más amplia en las mujeres
Al desagregar por sexo, el estudio reveló que las mujeres de barrios populares fallecieron en promedio a los 62 años, frente a los 74,3 de la población general femenina. Esto implicó una brecha de 12,3 años, la mayor diferencia encontrada en el análisis.
En el caso de los varones, la distancia fue de 9,5 años: los hombres de barrios populares murieron en promedio a los 59,4 años, mientras que en el resto del país lo hicieron a los 68,9.
La conclusión del informe fue clara: en los barrios populares la expectativa de vida fue sensiblemente más baja y, en especial, las mujeres vieron reducida de manera más significativa su posibilidad de alcanzar edades avanzadas.
La mortalidad en la “edad activa”
Otro de los hallazgos centrales fue la alta concentración de muertes en la denominada “edad activa”, comprendida entre los 15 y los 64 años.
En la población general del país, el 22,2% de las muertes ocurrió en este rango etario. Sin embargo, en los barrios populares la cifra casi se duplicó, alcanzando el 47,7%.
Esto significó que casi la mitad de las muertes en barrios populares sucedió en personas que aún estaban en plena vida laboral y social, lo que implicó un fuerte impacto no solo en términos sanitarios, sino también económicos y comunitarios.
Menos adultos mayores en barrios populares
El estudio también mostró una diferencia significativa en la presencia de adultos mayores. Mientras que a nivel nacional el 9,1% de la población tenía entre 65 y 79 años, en los barrios populares solo llegó al 2,6%, es decir, 3,5 veces menos.
En el grupo de 80 años o más, la disparidad fue todavía mayor: en Argentina alcanzó el 2,64%, pero en los barrios populares descendió a apenas 0,31%, lo que representó 8,5 veces menos.
Según Cisur, esto reflejó que muy pocas personas de barrios populares lograron llegar a edades avanzadas. La pirámide poblacional de estos asentamientos se asemejó a la que tuvo el país en 1914, cuando la estructura demográfica estaba marcada por un perfil joven y con baja presencia de personas mayores.
Índice de envejecimiento y estructura poblacional
El índice de envejecimiento fue otro indicador que expuso la desigualdad. En el total del país, por cada 100 menores de 14 años hubo 53 personas de 65 o más en 2022. En los barrios populares, en cambio, por cada 100 menores se encontraron apenas 8 adultos mayores.
Este dato confirmó que, en los barrios populares, la esperanza de vida fue más baja y la posibilidad de llegar a la vejez se redujo de manera drástica.
La pirámide poblacional de estos barrios mostró una estructura joven, con alta presencia de niños y adolescentes, pero muy pocos adultos mayores.
Para los especialistas, esto evidenció que la transición demográfica en esos territorios estuvo marcada por la vulnerabilidad socioeconómica.
Condiciones de vida y factores de riesgo
Además el informe explicó que las diferencias en la mortalidad no pudieron desvincularse de las condiciones de vida. Los barrios populares, donde residen más de 1,2 millones de familias en todo el país, enfrentaron déficits en el acceso a servicios esenciales como agua potable, saneamiento, energía eléctrica segura, gas, infraestructura vial y viviendas en condiciones adecuadas.
A esto se sumaron factores de riesgo ambiental y precariedad laboral, que en conjunto conformaron un entorno de alta vulnerabilidad. Estos elementos deterioraron la salud de los habitantes y redujeron sus posibilidades de vivir más años en comparación con la población general.
Por su parte, el estudio identificó que en los barrios populares el 45% de las muertes se concentró entre los 60 y 79 años, mientras que en la población general el 41,8% ocurrió en personas de 80 años o más.
Esto significó que, mientras en la población general una proporción importante alcanzó edades avanzadas, en los barrios populares la mayor parte falleció antes de llegar a los 80 años.
El análisis fue elaborado a partir de datos oficiales del Indec y del Ministerio de Salud, complementados con un pedido de información pública a la Subsecretaría de Integración Socio Urbana, que relevó a 577.968 personas en 3.463 barrios populares durante 2022.
La comparación con los datos del Censo Nacional permitió construir indicadores de edad promedio de muerte, distribución de defunciones por grupo etario e índices de envejecimiento.
Los investigadores destacaron que este estudio representó un avance porque, por primera vez, permitió visibilizar con datos oficiales las trayectorias vitales de los habitantes de barrios populares, un universo históricamente invisibilizado en las estadísticas nacionales.
Una desigualdad estructural
En síntesis, el informe de Cisur concluyó que las personas de barrios populares de Argentina murieron en promedio 11 años antes que el resto de la población, con un impacto más fuerte en las mujeres.
La mayor cantidad de muertes en la edad activa y la menor presencia de adultos mayores confirmaron que las condiciones de vulnerabilidad afectaron directamente la longevidad.
El relevamiento planteó que la falta de acceso a servicios básicos, la precariedad habitacional y la exposición a riesgos ambientales fueron factores decisivos que explicaron la brecha.