España afrontaba la clasificación para el Mundial de 1954 con un optimismo razonable. Venía de firmar en Brasil 1950 su mejor participación en una Copa del Mundo —un meritorio cuarto puesto— y acababa de incorporar a una de las grandes estrellas del momento: Ladislao Kubala, nacido en Hungría pero nacionalizado español.
El delantero, nacionalizado español tras ser bautizado según las exigencias de la épocahabía debutado con la Roja en 1953 y era visto como la gran esperanza del combinado nacional.
Aquella España apuntaba alto. Sin embargo, el desenlace fue tan inesperado como surrealista: no sólo no llegó al Mundial de Suiza, sino que quedó eliminada por un sorteo improvisado… y por la mano inocente de un niño italiano.
Grupo accesible, reglamento caprichoso
El equipo español quedó encuadrado en el grupo 6 de la fase clasificatoria junto a Turquía y la Unión Soviética. La retirada de la URSS por motivos políticos redujo la lucha a un duelo directo entre españoles y turcos.
Entonces, la FIFA aún no contemplaba la diferencia de goles como criterio de desempate: si dos equipos terminaban igualados a puntos, había que jugar un tercer partido en campo neutral.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió. España cumplió en el Bernabéu el 6 de enero de 1954 con una solvente victoria por 4-1, sin Kubala.
Pero la vuelta, disputada el 14 de marzo en Estambul, sorprendió al equipo con una derrota incomprensible (1-0) pese a la presencia de su gran estrella. El pase al Mundial se jugaría tres días después en Roma.
Turquía dejó a España sin Mundial en 1954 / Archivo RFEF
El telegrama que desató el caos
La concentración previa al decisivo desempate adquirió tintes de película de Berlanga. Minutos antes de saltar al campo, un telegrama urgente llegó al vestuario español.
En él, la FIFA advertía sobre la situación administrativa de Kubala, ya que Hungría seguía reclamando sus derechos deportivos. Alegaba Hungría que el futbolista no cumplía los tres años de residencia que exigía la normativa para cambiar de selección, pese a llevar en España desde 1950 y haber sido nacionalizado en 1951.
“Attirer attention l’Espagne. Situation Kubala. Remerciements. Salutations. FIFA”, decía lacónicamente el mensaje. (“Atraer la atención de España. Situación de Kubala. Agradecimientos. Saludos. FIFA”).
Como relatan Enrique Ortego y Pedro Martín en ‘La Roja cumple 100 años’ (Espasa, 2019), la delegación española entró en pánico. El telegrama no prohibía alinearlo, sólo advertía de una posible irregularidad. Pero por temor a una posible sanción, se decidió dejar a Kubala fuera del once.
Un empate insuficiente y un sorteo histórico
España, que había goleado sin Kubala en Madrid, confiaba en repetir éxito. Pero el partido en Roma fue mucho más igualado de lo previsto y acabó 2-2. La Federación Española presionó para disputar un segundo desempate, pero el reglamento era tajante: el clasificado debía decidirse por sorteo.
Lo que ocurrió a continuación forma parte de la mitología negra del fútbol español. Dos papeletas —“España” y “Turquía”— se introdujeron en una bolsa. Se vendó los ojos a un niño de 14 años que trabajaba en el estadio, Luigi Franco Gemmay se le pidió sacar una. La suerte estaba echada.
Gemma extrajo “Turchia”. España quedaba fuera del Mundial.
Una sospecha sin culpables y una dimisión sonada
El fiasco desató una investigación interna. La Federación intentó esclarecer quién había enviado el telegrama que condicionó la alineación de Kubala.
Todas las miradas apuntaron a la federación húngara, celosa de que su exestrella reforzase a otra selección: en aquel momento Hungría era el mejor equipo del mundo, campeona olímpica y base del legendario ‘equipo de oro’. Pero nunca se encontró una prueba concluyente.
(También se dijo que Hungría había llegado a amenazar con no acudir al Mundial si Kubala jugaba con España: lo cierto es que no solo acudió, sino que llegó a la final. Era indiscutible favorita, pero acabaría perdiendo ante Alemania. Curiosamente, Hungría y Alemania habían jugado en la primera fase de ese Mundial, en un grupo que compartieron con Turquía).
El caso quedó envuelto en la nebulosa. Y el presidente de la Federación, Sancho Dávilaacabó presentando su dimisión.
Aquel sorteo improvisado en Roma, con un niño italiano como inesperado protagonista, pasó a la historia como una de las eliminaciones más absurdas y dolorosas de la selección española. Un recuerdo tan rocambolesco como irrepetible.






