Dos semanas han pasado desde la última vez que el Levante entró en acción y, echando la vista atrás, parece mentira que las ganas de ver a los futbolistas dirigidos por Julián Calero hayan ido en aumento conforme han transcurrido los días. La desazón provocada tras la derrota ante el Elche en el Martínez Valero, mostrando una imagen tan irreconocible como pobre, es incomparable a la emoción que se palpa en los alrededores del universo levantinistaque tiene la sensación de que su tendencia cambiará más pronto que tarde, sobre todo, tras vivir un cierre de mercado frenético.

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