El doctor Jesús Marque es uno de los grandes protagonistas del deporte compostelano. Su labor siempre ha estado en un espacio desconocido para el aficionado común, pero de una importancia capital para cada proyecto. SD Compostela, lobelle y Monbus Obradoiro, los tres grandes equipos en la historia de la capital gallega, han puesto en sus manos a los protagonistas que han emocionado a la ciudad con cada ascenso, con los años en la élite y los títulos. El punto en común entre todos ellos ha sido Marque, que ha estado en el campo y en la pista en cada pedazo de la historia deportiva de Santiago, los cuales atesorará por siempre.
¿Qué supone para usted haber sido el médico de los tres grandes equipos de Santiago?
Toda mi vida profesional fue a caballo de Compostela, Obradoiro y también del Lobelle. Esto me dio la oportunidad de estar en la élite, que es lo que quiere un médico del deporte. Trabajar con gente de élite siempre es muy satisfactorio, desde un punto de vista profesional. En este momento, estoy ya en mis últimos años profesionales, disfrutando mucho de las ‘averías’ que tenemos y la atención que siempre hay en el deporte. Siempre hay que ganar, hay que tener resultados y nosotros estamos ahí en la ecuación también.
¿Es difícil ser la persona que se encarga de esa parte ‘más fea’ del deporte?
Sí, la medicina es la parte fea del deporte. Inevitablemente, tienes una relación muy empática con todo el grupo. Si no la tienes, estás perdido. Hay que tenerla en el día a día. Son gente normal que también tienen amigdalitis y otro tipo de problemas, como todo el mundo. Pero, además, tienen las lesiones. Te conviertes un poco en un médico de cabecera. Y luego, claro, cuando viene el gran problema, imagínate. Una rodilla rota y, ¿qué sucede cuando estás presente? A los cinco minutos le exploras y ves lo que hay. Tener que comunicárselo… eso, por muchas veces que lo digas, no lo vas a esperar. Es lo más costoso de la profesión. Transmitir así a una persona joven, que está pletórica y disfrutando de lo que hace, que le espera un ‘vía crucis’ de 10 o 12 meses por una patología seria. Eso es lo más desagradable.
¿Cuál ha sido el momento más duro en ese aspecto y cuál el más satisfactorio?
Momentos duros sí que pasé. Viví una parada cardiorrespiratoria en fútbol sala con traumatismo. También pasé muchísimas rupturas de ligamento cruzado. En una temporada en el Compostela, 92-93 o 93-94, en la línea defensiva tuvimos tres roturas del ligamento cruzado. Es muy desagradable, hay mucha tensión. Pero también hay satisfacciones de saber hacer el trabajo, de intentar acercarte a lo que hay que hacer. Por ejemplo, lo normal en una recuperación de un ligamento cruzado en fútbol son los seis o siete meses para competir. Un defensa catalán que jugó en el Compos, un gran chico, (Javier) Villena, a los cuatro meses y una semana compitió. Fue una cosa muy extraña, porque no me gusta ir muy rápido. Al final, eres parte de un proceso para cumplir un objetivo ambicioso como es un ascenso y lo logras, como lo logramos en el Compostela los primeros años, con dos o tres ascensos que fueron espectaculares por los medios que teníamos. Vivimos una Segunda A prácticamente sin fisioterapeuta. Nos metimos de sorpresa en el mundo profesional con unos medios que son impensables hoy en día. Todos los ascensos son grandes satisfacciones y los descensos grandes lutos.
Fue todo una vida, con muchos momentos buenos y también otros para reflexionar»
¿Con qué momento se queda en el Obra?
Con el Obra, el momento especial fue el de toda la ciudad, que es el que por fin se hiciera justicia y que el Obra fuera situado donde tenía que estar. Yo viví aquello, lo de Murcia, en la temporada 89-90. El club prácticamente desapareció, salvo la gente que confió muchísimo en el proceso y tiró para adelante. Claro, devolver al Obra de repente a ACB fue para todos un chute importante de felicidad.
¿Y con el Compos?
Fue el ascenso a Primera. Todos los ascensos son bonitos, pero es que ves que tenías un equipo muy trabajado, muy disciplinado y unas personas increíbles, pero muy limitadas para pensar en un ascenso así. Que se consiguiera aquel ascenso, con un partido de desempate en Oviedo, que ya sabemos como fue. Allí, al terminar, nos abrazábamos el cuerpo técnico y los jugadores. De alguna manera pensamos, no recuerdo si fue Fernando Santos o quién fue, que no sabíamos donde nos metíamos. Lo que nos esperaba ahora era competir con los monstruos. Recuerdo el viaje en bus desde Oviedo a Santiago. Nos estaba esperando ya mucha gente, pero en todos los pueblos que pasamos, por la carretera nacional, la gente venía con pancartas. Ahí es cuando vas tomando la dimensión del tema, porque no eres capaz de dimensionarlo hasta que al día siguiente abres la prensa y ves cuatro páginas donde están todos.
¿También está el Lobelle?
También vivimos momentos tremendos en un equipo de primera división que luchaba para no descender. Aparece aquí un entrenador que dio una magnitud al club importante, José Venancio, que fue el año en el que empecé a trabajar en ese cuerpo técnico. Y de repente nos vemos luchando por títulos. Conseguimos una Copa de España, que eso era una cosa que competías con monstruos.
Vivió tres grandes proyectos…
Fue todo una vida, en la cual hubo muchos momentos buenos y muchos momentos también para reflexionar. Porque si piensas un poco, ves que todos los proyectos deportivos con los que conviví y en los que tuve la suerte de estar en el momento oportuno, son proyectos casi personales. José María Caneda fue clave. Es muy criticable, pero nunca la ciudad le podrá reconocer lo que hizo, porque es impensable que se pueda repetir. En fútbol sala es lo mismo. Deberíamos de hacerle algún tipo de homenaje a estas personas. La ciudad debe estar agradecida a personas que arriesgaron y pusieron su patrimonio con equipos. Todo lo que depende de algo personal tiene el riesgo de venirse abajo cuando sucede cualquier cosa. En el Obra es un poco parecido, también es un proyecto muy personal. Todos estamos pensando que Raúl (López) mantiene esto donde está y con la ilusión de volver a ACB. Es estupendo que haya personas de este perfil, porque nos hacen disfrutar a todos. La ciudad es muy pequeña para poder competir. El Obra tiene una base social increíble para el tamaño de la ciudad y parece que, de los tres clubs, es el que más sustento tiene a expensas de que un día Raúl se aparte un poco. Pero espero que pueda seguir años.
La vida deportiva de la ciudad ha pasado por sus manos. ¿Cómo lo siente?
Soy bastante frío en mi perfección de la profesión. Te involucras emocionalmente, es inevitable. En el Compos estuve casi 40 años, porque jugué en el Compostela. Eso es algo que está marcado ahí. La verdad es que mi vida profesional depende de los clubs de Santiago. Tuve oportunidades para irme, pero están todos los vínculos familiares y me ataron a quedarme. Creo que acerté y tuve mucha suerte porque, cronológicamente, me doy cuenta de que empecé en el Obradoiro cinco o seis años, hasta que sucedió lo de Murcia. De repente, apareció el Compos y se solaparon. Estuve en Tercera, Segunda B y Segunda A, en tres años. Luego, el Compostela empezó con problemas económicos gordos y perdió las categorías profesionales. En ese momento apareció, pero además justo en ese momento, José Venancio en Santiago para dirigir al Lobelle y estuve ahí 14 o 15 años. Cuando empieza a flojear lo que era el Santiago Futsal, vuelve a retomar el Compostela con Quinteiro, que es otra persona de estas personas altruista que hicieron mucho por el deporte de la ciudad. Cuando el Compos quiere hacerse profesional y no lo consigue, me llama el Obradoiro otra vez. No se puede tener más fortuna.
En el Obra, han tenido una baja y problemas físicos. ¿Cómo valora esta situación?
Digamos que empezamos la temporada con muchos contratiempos. Pero los contratiempos son los que hacen que cuajen los proyectos. A medio y largo plazo hacen que los grupos se cohesionen y que la cosa funcione. Goran (Huskic) es un hombre que no tuvo grandes lesiones nunca. A priori, no es una persona con unas prestaciones de riesgo para tener el tipo de lesión que tuvo, pero se va a perder toda la temporada. Es un hombre encantador y es un placer trabajar con él.
¿Sus inicios como futbolista son lo que le llevan a especializarse en medicina deportiva?
La vida da vueltas para volver a algo que, entre comillas, está medio predestinado. Fui un niño que creció en un medio rural, en los años 60, con la necesidad de hacer ejercicio. Yo me entrenaba y el primer entrenador que tuve de fútbol fue a los 16 años. Competía en un partido de estos de una parroquia contra la otra, me vio alguien y me llevó a hacer unas pruebas en el Pontevedra. Cuando el Pontevedra había descendido de primera división era un club muy profesional. Pude, en dos o tres años, estar en el primer equipo. Eso hizo que mi vida escolar se deteriorara, cuando empecé a hacer ciencias químicas. En segundo tuve muchas dificultades para poder seguir el ritmo. Pasé dos años más en Pontevedra, pero ya muy incómodo por la situación de la carrera. A los 22 años decidí retomar mi vida universitaria. Seguí matriculado en químicas y, en tercero y cuarto, me matriculé en medicina. Siempre me gustaba el mundo de la biología y, cuando empecé como entrenador de verdad, el entrenamiento y el mundo físico me apasionaba. La información era escasísima y teníamos que comprar los libros siempre de una forma que era como buscar una aguja en un pajar, en el extranjero casi siempre. Medicina la llevé muy bien, porque en el Compos jugaba dos categorías más abajo. Terminé medicina y lo vi claro. Era una especialidad que no era sencilla, no estaba en el mundo de la sanidad pública. Era un reto total, pero era lo que me gustaba.
«La Pedestre es una fiesta para disfrutar»
El doctor Jesús Marque no solo ha tenido delante a los grandes clubs de la ciudad, sino que durante las décadas ha podido vivir los emocionantes eventos deportivos que se celebraron en la capital gallega. La Carrera peatonal de Santiago es uno de ellos, al que no duda en describir como una «fiesta».
El médico recuerda que ha respirado el aire del evento pese a no poder competir: «Conviví con la Pedestre y, evidentemente, nunca pude correrla porque abandoné el fútbol a los 22 años, por una lesión de rodilla que me impidió correr y, por lo tanto, participar».
Tampoco olvida a un histórico ganador, ya que «era amigo de (Javier Fernández) Feijóo e iba mucho por el estadio universitario. El atletismo me encantaba, me gustaba verles entrenar».
Pese a no poder correr en la prueba, Marque quiso poder formar parte de la misma: «También atendí a mucha gente en los primeros años. Recuerdo que, creo que fue en la primera edición de la Pedestre, que nos ofrecimos con un botiquín del deporte en el gimnasio de squash. Hacíamos pruebas de esfuerzo de forma gratuita y vino gente a hacerse un chequeo gratuito».
Tiene claro que la Pedestre es una enorme celebración de la vida deportiva de la ciudad que ya es histórica: «Todo el mundo va ya a la carrera con un bagaje de entrenamiento y es una carrera que es una fiesta para ir a disfrutar y competir. Siempre está el gusanillo de que la gente es competidora y quiere mejorar el resultado de año pasado, pero yo les diría que disfruten»






