Hace un año a estas horas yo estaba escribiendo del estreno de Fer López con el Celta en un partido copero en Marbella no muy distinto de este que nos ocupa. Tenían que ver lo que dije entonces. Nada de lo que imaginaba y dejé escrito acabaría por cumplirse. Proyecté un libro y solo alcanzamos a vivir el primer capítulo. La historia que intuía y deseaba próspera duró apenas unos meses hasta aquel maldito sábado en el que los pregoneros del sistema mercantilista que gobierna el fútbol avisaron con gran fanfarria que Fer López era carne de traspaso, que el Celta y el chiringuito de Mendes en la Premier habían hecho «match» en el Tinder de los fichajes.
Supimos al momento que era verdad y que todo acabaría antes de empezar, que el dinero no espera y que con la justificación de cuadrar cuentas cualquier cosa será posible. Ocho meses duró aquel cuento que comenzó en un campo modesto, en una eliminatoria sencilla de Copa del Rey contra un rival animoso, en uno de esos campos que te reencuentran con el fútbol de toda la vida. Como ayer.
Aquel amargo recuerdo cobra vida hoy porque si evocaremos por algo el partido de ayer en Navia contra el Puerto de Vega será por el estreno con el primer equipo de Hugo González, Andrés Antañón, Pablo Meixús y, sobre todo, Oscar Marcos, una de esas joyitas diferentes que salen de la cantera y que no responden a los manuales que tienden a igualar a casi todos los futbolistas hasta el punto de que a veces parecen salidos de una cadena de producción. Oscar Marcos, de Vilaxoán, en la primera jugada casi lo parten en dos y un par de minutos después abrió el marcador aprovechando un buen envío de Cervi (pidan un deseo) desde un costado.
Luego vino la cariñosa dedicatoria a su padre, fallecido hace pocos meses sin tiempo de asistir a un día tan feliz y que Damián repitió minutos después tras marcar el segundo gol. No diré nada más para no caer en el mismo pecado que hace un año con Fer López. Durará lo que corresponda, lo que quiera don fútbol (más bien, don dinero), lo que necesiten las cuentas del Celta, lo que sea…al final se demuestra que hay mil maneras de justificar cualquier movimiento de mercado en el fútbol.
El tiempo nos ha enseñado que hay que disfrutar del viaje sin pensar mucho más allá de mañana. Porque luego llega un sábado cualquiera, te levantas algo tarde de la cama, desayunas con calma, cierras los ojitos mientras la luz de un sol espléndido entra por la ventana y de repente un tuit traicionero de Fabrizio Romano te revienta el día. Lo importante es que la siguiente generación ya está a las puertas esperando el guiño cómplice de Claudio. Esa rueda es la que no debe detenerse en el futuro del Celta.
El Puerto de Vega hizo lo que debía de forma ordenada y resistió hasta el minuto cincuenta con el marcador sin tocar. No es poco premio para su disciplina y un pequeño castigo para la primera parte en la que el Celta fue incapaz de encontrar la forma de entrar en su fortaleza. Sucedió en el segundo tiempo cuando Hugo Alvarez regresó de su letargo y se asoció por la izquierda con Cervi. Y el peso de la lógica tumbó definitivamente el partido.
La contundencia del marcador vendría determinada por la puntería de los vigueses y de eso siguen algo escasos. Mucho más teniendo en cuenta que el equipo era una agrupación algo desordenada de canteranos y de los futbolistas de la plantilla que menos cuentan para Claudio. Día para no hacerse daño, para tapar otra cita del intenso calendario y para presentarse en el sorteo de la siguiente eliminatoria con la esperanza de que esta aventura también nos tenga entretenidos unos meses.






