No era un día cualquiera en Mieres. Se notaba en el ambiente, sobre todo en las horas previas, en las que los aledaños del Hermanos Antuña comenzaron a coger color desde bien temprano. La importancia de la cita lo requería: hacía nueve años desde la última vez que el Caudal disputaba la Copa del Rey y cuarenta y cuatro desde el último duelo ante el Sporting de Gijón.
El Antuña presentaba un aspecto inmejorable, con unos 2.500 espectadores y rozando el lleno en el día en el que se reestrenaba la tribuna, en obras durante los últimos meses. “Es una eliminatoria que, a priori, parece bastante desigualada, pero en el fútbol puede pasar de todo y el Caudal tiene una gran plantilla”, dice Diego González, seguidor caudalista, antes de que ruede el balón. Su sentir era el de muchos que querían confiar en un nuevo milagro copero.
En las pobladas gradas del feudo caudalista de todo. Un importante sector -y uno de los más subía los decibelios- estaba formado por las categorías del fútbol base del Caudal, que celebraban cada llegada al área de los mierenses casi como un gol. También estaba el color rojiblanco, bien representado a domicilio, con muchos aficionados del Sporting presentes. Muchos de Mieres, pero también llegados desde otras partes del Principado.
Sin embargo, uno de los que vivía de forma más emotiva era Yago Rodríguez, hermano de Borja, lateral izquierdo del Caudal. “Es un día muy especial, llevas 20 años viendo a tu hermano ir a entrenarse y esforzarse para poder jugar partidos como este. Es un orgullo inexplicable y más verlo en el campo”, expresa.
Antes del inicio, hubo un pequeño homenaje a la figura de “Tati” Valdés, exfutbolista de ambos equipos. Joaquín Alonso y Claudio Silva depositaron un ramo de flores junto a la placa que recuerda a la “Maquinona” en el campo. La iniciativa del Sporting, en colaboración con la Asociación Anselmo López, contó con el acompañamiento del Caudal y del Ayuntamiento de Mieres.
Una vez arrancado el encuentro, el Caudal empezó a dar motivos a los locales para ilusionarse con cada acercamiento. Los “¡uy!” en la grada resonaron con los dos disparos a la madera del Sporting y la alegría fue muy efímera cuando Cárcaba anotó para los locales, pero el gol fue anulado por fuera de juego. Y cuando todos se estaban preparando para la prórroga, en la última acción, Dubasin silenció el Antuña con el gol que les daba el pase. La decepción se hizo palpable, pero en Mieres primaba más el orgullo de haber plantado cara a un rival superior.








