No era un día cualquiera en Mieres. Se notaba en el ambiente, sobre todo en las horas previas, en las que los aledaños del Hermanos Antuña comenzaron a coger color desde bien temprano. La importancia de la cita lo requería: hacía nueve años desde la última vez que el Caudal disputaba la Copa del Rey y cuarenta y cuatro desde el último duelo ante el Sporting de Gijón.

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