
Ceferin, en el congreso de la UEFA /UEFA
No era mala idea, la verdad, porque enfrentarse al poder establecido nunca lo es. La Superliga, pese al ataque de falso romanticismo que se extendió por quienes mandan desde su despacho en el fútbol europeo, era una apuesta arriesgada, pero para nada descabellada. Que los grandes clubs del continente se enfrenten cada semana exhibiendo sus potentes plantillas solo puede ser algo bueno para el espectáculo: vende más un PSG-Barça que un Real Madrid-Kairat Almaty. Este es un hecho incuestionable que ni siquiera los guardianes de las esencias, apoltronados todos ellos en el sistema que impone la UEFApueden rebatir. Si además permites que la segunda línea futbolística europea pueda medirse, al mismo tiempo, entre ella, el invento suena bien. De hecho, no es nada que no esté inventado con la Campeonesla liga europea o a Conferencia. No todos caben en la cúspide de una pirámide cuya estructura da cobijo a quienes se lo curran.

Florentino Pérez, Bernd Reichart y Joan Laporta /EFE
La Superligaen el fondo, era un viaje atractivo cuyo destino escondía un supuesto tesoro en forma de riquezas para quien llegaran hasta el final. El problema no ha sido tratar de alcanzar Ítaca o la isla del tesoro, sino hacerlo junto a compañeros de viaje extraños que nunca han remado en la misma dirección ni han sabido hacer que las metas conquistadas fueran placenteras. En definitiva, Joan Laporta no se equivocó a la hora de emprender el viaje, pero sí erró subiéndose en el mismo barco que Florentino Pérez, cuyos intereses, por mucho que haya quienes crean lo contrario, nunca serán los mismos que los del Barça. Es como aquel falso tópico que huele a ‘cuñao’ que dice que los árbitros siempre benefician a merengues y culés, una absoluta tontería que se desmonta sin despeinarse: es imposible beneficiar a ambos a la vez porque lo que beneficia a uno siempre perjudica al otro. Es decir, si Vinícius se tira en el área y señalan penalti, el Barça lo paga; si Araujo es castigado con un penalti inexistente, gana el Madrid.

Joan Laporta es recibido por Nasser al Khelaifi a su llegada a la reunión de la EFC, antigua ECA. / Carlos MONFORT
Laporta, aunque tarde, ha acabado entendiendo y asumiendo quién manda en Europa y en la situación de debilidad en la que está instalada el club nunca es una buena noticia ir contra el poder. Ceferin y Al-Khelaifi harán ver que ceden en alguna de las propuestas que ponga sobre la mesa su nuevo colegaque esa es una de las habilidades de los que ejercen el poder, hacer creer a los de abajo que tienen la capacidad de cambiar las cosas. Ofrecer migajas para seguir igual. La actual democracia capitalista es exactamente eso. Y, sin embargo, parece mucho mejor idea seguir riéndole las gracias a la UEFA que construir algo nuevo con quien sabes que nunca te querrá bien.