Ceferin, en el congreso de la UEFA

Ceferin, en el congreso de la UEFA /UEFA

No era mala idea, la verdad, porque enfrentarse al poder establecido nunca lo es. La Superliga, pese al ataque de falso romanticismo que se extendió por quienes mandan desde su despacho en el fútbol europeo, era una apuesta arriesgada, pero para nada descabellada. Que los grandes clubs del continente se enfrenten cada semana exhibiendo sus potentes plantillas solo puede ser algo bueno para el espectáculo: vende más un PSG-Barça que un Real Madrid-Kairat Almaty. Este es un hecho incuestionable que ni siquiera los guardianes de las esencias, apoltronados todos ellos en el sistema que impone la UEFApueden rebatir. Si además permites que la segunda línea futbolística europea pueda medirse, al mismo tiempo, entre ella, el invento suena bien. De hecho, no es nada que no esté inventado con la Campeonesla liga europea o a Conferencia. No todos caben en la cúspide de una pirámide cuya estructura da cobijo a quienes se lo curran.

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