No fue la tarde más lúcida en el tiro. Tampoco logró sellar a cal y canto la pintura. Y, sin embargo, el Leima se marchó de San Sebastián sin haber estado ni un segundo por detrás en el marcador contra el Gipuzkoa. Solo un empate, un fugaz 2-2 cuando el reloj apenas había comenzado a correr en la retransmisión, fue el único momento en el que los naranjas no mandaron en el Amenabar Arena.
Los hombres de naranja se impusieron en el marcador, con un triunfo final por 16 puntos, y, sobre todo, en el ritmo. La duda constante entre correr o galopar que demostró el conjunto coruñés volvió loco a un Gipuzkoa que fue incapaz de encontrar acierto en un duelo en el que la velocidad del Leyma se impuso. Sensaciones positivas en un inicio sólido que, además, deja mucho margen de mejora cuando las piezas terminen de encajar.
Posesiones cortas
Fueron muy escasas las ocasiones en las que la chicharra del Amenabar Arena señaló el final de posesión del Leima. Los naranjas pisaron el acelerador a fondo desde el primer instante. Posesiones breves, del saque de fondo a la canasta rival en apenas diez segundos fueron la norma en muchos ataques sencillos, con bloqueos y entradas a canasta. Yoanki Mencía predicó con la palabra y con su potencia camino al aro, Paul Jorgensen Y Danilo Brnovic lo hicieron de manera más escurridiza para zafarse de los interiores rivales.
Si no había forma de entrar, no había temor a probar desde lejos a través de Caio Pachecoo los propios Brnovic Y Jorgensen. Atacar rápido, sin desesperar ante en los fallos, permitió al Leyma hacerse con el mando del partido. Con esa velocidad provocó los errores de un Gipuzkoa que no pudo pisar el freno. Entró al trapo y cayó en la trampa.
Cuestión de acierto
Ni Gipuzkoa ni Leyma tuvieron una tarde cómoda en el tiro, pero los naranjas se llevaron el gato al agua a base de insistir. El triunfo en el rebote y la capacidad para robar permitieron a los pupilos de Carles Marco disfrutar de seis posesiones más que los locales, algo que supieron rentabilizar con un acierto ligeramente superior. Metieron el 41,5% de sus tiros de campo: 20 de 40 en lanzamientos de dos y 7 de 25 en triples. A ello sumaron unas muy buenas cifras en los tiros libres.
Por contra, el ritmo frenético llevó al Gipuzkoa al desastre. Los vascos encestaron uno de cada tres tiros y, además, se quedaron sin segundas oportunidades al perecer en la guerra por los rebotes frente a Ilimane dio Y Yoanki Mencía. Su nefasto uno de 22 en triples facilitó la tarea a los naranjas.
Intensidad defensiva
La afición naranja vio en la distancia la mejor actuación defensiva del Leima en casi dos años. El equipo coruñés no dejó a nadie por debajo de 80 puntos en la liga ACB. En el año del ascenso, solo en dos duelos encajó menos de 70 puntos: 80-66 contra el Valladolid y una derrota 56-51 en Menorca. Ese duelo de octubre de 2024 fue el último en el que encajó menos de 65 puntos. La intensidad defensiva era una tarea pendiente que, ahora, empieza a dar sus frutos.
Galope
Comandar un partido con mano de hierro sin una muñeca caliente no es tarea sencilla, pero el Leima logró controlar el marcador en todo momento a base de mentalidad y concentración. Corrió en los momentos dulces, cuando llegó a amasar trece puntos de renta, y galopó cuando Gipuzkoa llegó a ponerse a seis puntos en varias ocasiones. Nunca bajó más una renta que siempre osciló en torno a la decena, hasta que los vascos bajaron los brazos.
Vía: La Opinión A Coruña