‘¿Algún fallecido reciente? ¿Alguien por quien guardar luto?’, debieron de preguntarse los aficionados que aquella tarde de septiembre de 1975, hace 50 años, se acercaron al viejo estadio de El Sardinero para ver el partido de la cuarta jornada de Liga entre el Racing de Santander y el Elche.
Dos futbolistas del equipo local llevaban un brazalete negro en el brazo izquierdo. El resto de sus compañeros, no. ¿Cómo se explicaba algo así?
Básicamente, por el contexto político que vivía España: en los últimos coletazos del franquismo, el régimen boqueaba como un pez fuera del agua.
La transición a la democracia aún era una imagen borrosa en el horizonte. Franco moriría apenas dos meses más tardepero antes de expirar, firmó cinco sentencias de muerte contra cinco presos acusados de “terrorismo y agresión a la fuerza armada”.
Consejo de guerra
Habían sido juzgados por un consejo de guerra. Se les había aplicado la nueva legislación antiterrorista, pero las pruebas y los testimonios para condenarlos se habían obtenido tras un sinfín de irregularidades y torturas policiales.
De los once presos inicialmente encausados, el consejo de ministros firmó cinco sentencias de muerte y seis indultos.
Pese a la oleada de protestas contra esas sentencias de muerte, se ejecutaron cinco de ellas en las primeras horas del sábado 27 de septiembre de 1975. José Humberto Francisco Baena, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravomilitantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP), el precursor de los GRAPO, fueron fusilados en Madrid.
Ángel Otaegi corrió la misma suerte en Burgos y Juan Paredes Manot, alias ‘Txiki’en Barcelona, ambos acusados de pertenecer a ETA.
La carta que uno de los acusados, el gallego José Humberto Francisco Baenaescribió a sus padres horas antes de su ejecución, trascendió días después:
Papá, mamá:
Me ejecutarán mañana de mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero que la vida sigue. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente. Siento tener que dejaros.
Lo siento por vosotros que sois viejos y sé que me queréis mucho, como yo os quiero. No por mí. Pero tenéis que consolaros pensando que tenéis muchos hijos, que todo el pueblo es vuestro hijo.
¿Recordáis lo que dije en el juicio? Que mi muerte sea la última que dicte un tribunal militar. Ese era mi deseo. Pero tengo la seguridad de que habrá muchos más. ¡Mala suerte!
Una semana más y cumpliría 25 años. Muero joven, pero estoy contento y convencido.
Nada más. Un abrazo muy fuerte, el último.
Adiós papá, adiós mamá.
Vuestro hijo,
(Roger Mateos, periodista de la agencia EFE, acaba de publicar en Anagrama un libro sobre el caso de José Humberto Baenael último ejecutado por el franquismo, titulado ‘El verano de los inocentes’. Y la novelista madrileña Aroa Moreno Durán presenta ‘Mañana matarán a Daniel’ (Penguin), también basada en los últimos condenados a muerte en España).
Las condenas a muerte habían desatado una movilización internacional sin precedentes en el franquismo. Desde numerosos rincones del mundo llegaron peticiones para que esas penas de muerte fueran conmutadas.
En el País Vasco se declararon tres días de huelga. Varias embajadas españolas en el extranjero (en Portugal, Turquía o los Países Bajos) fueron atacadas.
La petición del Papa
Incluso el Papa, Pablo VI, emitió un mensaje pidiendo clemencia. “Las condenas a muerte de los terroristas de España, cuyos hemos criminales deploramos, desearíamos que fuesen redimidas por una justicia que sepa afirmarse magnánima en la clemencia”, dijo el Pontífice desde la plaza de San Pedro.
Horas antes de las ejecuciones, el Papa llamó al palacio de El Pardo, la residencia de Francoen un último intento de detener los fusilamientos. Franco no quiso cogerle el teléfono: sus asistentes argumentaron que estaba durmiendo.
‘El verano de los inocentes’ / –
El presidente de México, Luis Echeverría, pidió la suspensión de España como miembro de las Naciones Unidas; primer ministro de Suecia, el Olof Palme, salió a las calles de Estocolmo con una hucha para recaudar fondos “por la libertad de España”.
No sirvió de nada. Las cinco ejecuciones se llevaron a cabo el sábado 27 de septiembre de 1975, hace 50 años. Fueron las últimas del régimen, inmortalizadas tiempo después por Luis Eduardo Aute en su inolvidable canción ‘Al alba’, compuesta meses antes pero convertida en homenaje a los ejecutados.
En ese contexto, apenas unas horas después, en un partido de Primera división, dos futbolistas del Racing de Santander exhiben brazaletes negros.
Al principio, la confusión: en Santander, una ciudad por entonces con predominio de la derecha tradicional, chocó que dos de los jugadores del equipo se posicionasen de manera tan clara contra el régimen.
Un vizcaíno y un valenciano
Los dos jugadores en cuestión eran el vizcaíno Aitor Agirre y el valenciano Sergio Manzanera. El primero, nacionalista vasco, procedía de una familia muy significada en lo político (su padre había logrado bautizarlo como Aitor, pese a que en ese momento estaban oficialmente prohibidos los nombres vascos).
El segundo no tenía vínculos con Euskadi, pero estaba muy comprometido con las opciones políticas de izquierda y con movimientos antifranquistas. El compromiso político le venía de familia: su padre, republicano y funcionario de Correos, perdió su plaza tras ser represaliado por las autoridades franquistas.
A medida que avanzan los minutos del partido ante el Elche, se extiende el rumor, a todas luces evidente: los dos futbolistas locales están manifestándose contra las ejecuciones de los presos. Se oyen silbidos, y eso que curiosamente es Aitor Agirre quien firma los goles del Racing que servirán para ganar el partido (2-1).
Radio Pirenaica, la radio contra la censura
Aitor y Sergio habían preparado su gesto unas horas antes.
Desde su hotel de concentración -compartían habitación- sintonizaron Radio Pirenaica, la emisora con la que el Partido Comunista emitía lo que el franquismo quería silenciar. ‘Las cinco ejecuciones de esta mañana han sido un acto bárbaro y criminal de un régimen agonizante’, escucharon.
Y tomaron la decisión de preparar sendos brazaletes negros. No lo compartieron con sus compañeros. No estaba el horno para bollos.
Justo antes de saltar al campo, algunos compañeros, como el argentino Zuviría (que luego jugaría en el Barça), preguntó qué significaba aquel brazalete. “Nada, una cosa nuestra”, respondieron Agirre y Manzanera.

Aitor y Sergio, los dos valientes que se rebelaron contra las últimas ejecuciones del franquismo / –
Policías en el vestuario
Su gesto no tardó en llamar la atención del público y de las autoridades. Al descanso del partido, varios policías bajaron al vestuario del Racing. Algunos entraron al vestuario: les instaron a quitarse los brazaletes, bajo la amenaza de detención. Otros, esperaron en el pasillo por si había algún altercado.
El entrenador, José Maria Mageroegifue el primer sorprendido. “¿Qué habéis hecho? ¿Qué habéis hecho?”, preguntaba repetidamente a sus futbolistas.
Ambos tuvieron que jugar la segunda parte sin los brazaletes. Aitor Agirre marcó un gol en la primera parte y otro en la segunda; es decir, uno con brazalete y el otro ya sin él.
Multa y petición de cárcel
Las consecuencias no tardaron en llegar. Para empezar, ambos tuvieron que acudir -por separado- a los juzgados para ser interrogados. Los dos jugadores del Racing argumentaron que el brazalete negro respondía a la muerte de Santiuste, una figura importante del racinguismo. El club les respaldó.
Sin embargo, ambos fueron multados por alteración del orden público con 500.000 pesetasuna cifra muy considerable: Sergio Manzanera comentaría tiempo después que el primer piso que había comprado en Valencia le había costado 100.000 pesetas.
“Se han instruido diligencias contra Agirre y Manzanera por actos que pudieran ser punibles por la vigente ley antiterrorista”, publicó la prensa un día después.
El fiscal del Tribunal de Orden Público llegó a pedir cinco años y un día de prisión para cada uno, aunque la causa quedó diluida tras la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975.
Amenazas de la extrema derecha
Tanto Aitor como Sergio continuaron su trayectoria futbolística con normalidadpese a recibir amenazas. Los ‘guerrilleros de Cristo Rey’, por ejemplo, les amenazaron de muerte. Su nombre aparecía en la lista de objetivos de varios grupos de extrema derecha.
Manzanera confesó tiempo después, entrevistado en ‘Las Provincias’que durante unos días durmió con una escopeta cerca de la cama. “Yo era cazador en esa época. Nos amenazó la extrema derecha, Fuerza Nueva, y había grupos de estos que estaban totalmente incontrolados y bajo las órdenes del régimen”.
De hecho, ambos siguieron jugando en el Racing de Santander. Sergio Manzanera, que había sido campeón de Liga con el Valencia en 1971, dejó el equipo a finales del curso 1977-78.
Agirre, por su parte, estuvo en la plantilla del equipo cántabro hasta el curso 1976-77 y posteriormente firmó por el Athletic Club.

Brazaletes, el reportaje de Movistar+ / –
La mirada de Michael Robinson
Michael Robinson dedicó en su momento uno de los capítulos de su ‘Informe Robinson’ al caso de los brazaletes negros.
En el reportaje, Agirre y Manzanera se reencuentran en Santander para revivir aquel icónico momento. Recordaron cómo se pusieron los brazaletes -“tú me lo pusiste a mí y yo a ti”- y salieron los últimos al campo, para posar en la foto previa al partido. “Fue emocionante”, resume Agirre.
(Pudieron haber sido ser tres, en lugar de dos, los jugadores con brazalete: su compañero de equipo, el navarro José María Errandoneatambién se hubiera sumado a la causa, pero aquella tarde no fue titular).
“Nunca me arrepentí de aquello. Creo que hicimos lo que teníamos que hacer para pelear por una sociedad más justa”, apostilla Manzanera.
Tres años después de su gesto, en 1978, la pena de muerte quedó abolida en España.