Un año después de irrumpir en Damasco y poner fin al régimen dictatorial de medio siglo de la familia Assad, el presidente interino Ahmed al-Sharaa instó el lunes a los sirios a cerrar filas, reconstruir instituciones rotas y “dar forma a un futuro digno de sus sacrificios”, mientras el país conmemoraba el aniversario de una revuelta que reformó el mapa político de Medio Oriente.
El aniversario estuvo acompañado de una mezcla de orgullo, aprensión y asuntos pendientes.
Multitudes inundaron la Plaza Omeya para desfiles y celebraciones, mientras los soldados se alineaban en las avenidas históricas de la capital, escenas inimaginables antes de que la coalición de Sharaa lanzara su ofensiva relámpago en noviembre pasado, que culminó con la caída de Damasco el 8 de diciembre.
Simbolismo y estrategia
Sharaa abrió el día en la Mezquita Omeya, realizando oraciones del amanecer en el mismo lugar donde apareció con uniforme militar hace un año: imágenes que su oficina ha conservado cuidadosamente para señalar continuidad, determinación y responsabilidad personal por la nueva trayectoria de Siria.
En declaraciones posteriores, elogió a los “hombres y mujeres valientes” que impulsaron la ofensiva hacia la victoria e instó a todos los sirios, “ya sea en la capital, el campo o la diáspora” a unirse en la reconstrucción de una Siria “estable, soberana y justa”.
Funcionarios cercanos a la presidencia dicen que el discurso del aniversario fue diseñado para marcar un cambio del impulso revolucionario a la construcción del Estado, una transición que Sharaa considera el desafío definitorio de su liderazgo.
Política exterior recalibrada
Desde que asumió el poder, Sharaa ha reformado las relaciones exteriores de Siria en formas que pocos esperaban.
Ha conseguido el apoyo de actores regionales clave, incluidos Türkiye y varios estados árabes del Golfo, ha renovado el diálogo con los gobiernos occidentales y ha avanzado en los esfuerzos de normalización que antes se consideraban políticamente imposibles.
Los diplomáticos dicen que este reposicionamiento –junto con una serie de reformas políticas internas– ha abierto las puertas al alivio de las sanciones, lo que ha permitido a Siria volver a entrar en los canales financieros y comenzar a reparar una economía paralizada.
Pero la recalibración tuvo consecuencias.
Los antiguos aliados de la era Assad han enfriado dramáticamente las relaciones, particularmente Rusia e Irán, cuya influencia militar y política alguna vez definió al viejo Estado sirio.
Los analistas advierten que la transición ha creado un vacío geopolítico que los actores externos aún están probando.
Líneas de falla debajo de la superficie
A pesar del ambiente de celebración en Damasco, las fracturas internas de Siria siguen siendo profundas y volátiles.
Olas de violencia han sacudido partes del corazón de los alauitas y drusos, provocando nuevos llamados a la autonomía local y alimentando la desconfianza hacia el nuevo gobierno.
En Suwayda, los activistas drusos han organizado protestas intermitentes desde los mortales enfrentamientos de julio, argumentando que Damasco no ha hecho lo suficiente para proteger a sus comunidades.
Mientras tanto, las regiones del norte y del este siguen desconfiadas de las intenciones del gobierno central.
El grupo terrorista YPG, respaldado por Estados Unidos y que gobierna gran parte del noreste de Siria, prohibió las reuniones públicas durante el fin de semana del aniversario, alegando que las amenazas a la seguridad habían aumentado en las últimas semanas.
Aunque el acuerdo de integración de marzo exige que las instituciones del noreste de Siria se fusionen con el Estado central antes de fin de año, se han registrado pocos avances.
Sin embargo, el comandante del grupo, Mazloum Abdi, reafirmó el compromiso de su lado con “una Siria democrática y descentralizada basada en la igualdad y la justicia”.
Para aumentar las tensiones, una prominente figura espiritual alauita instó públicamente a su comunidad a boicotear las celebraciones del lunes, protestando por lo que describió como un “enfoque de mano dura” por parte de Damasco durante la transición.
La transición aún está en construcción
Sharaa insiste en que la transformación política de Siria sigue su curso.
Durante el fin de semana, en un foro de gobernanza en Qatar, declaró que “Siria está viviendo sus mejores tiempos”, a pesar de los focos de violencia y prometió justicia por los abusos cometidos durante la guerra y en los volátiles meses que siguieron a la caída de Assad.
El período de transición, que ahora entra en su segundo año, durará cuatro años más.
Durante este tiempo, el gobierno planea reescribir la constitución, reestructurar las instituciones estatales y supervisar un referéndum que conduzca a elecciones nacionales.
Una constitución temporal, aprobada en marzo, otorga a Sharaa amplia autoridad sobre este proceso.
En octubre se formó un nuevo parlamento mediante votación indirecta, aunque Sharaa aún tiene que nombrar al tercio completo de los miembros asignados a la selección presidencial.
Figuras de la oposición dicen que este tema no resuelto ha desacelerado el impulso legislativo, especialmente en áreas relacionadas con la reforma judicial y la reestructuración económica.
Reconstrucción, retornos y una economía presionada
El costo humano y económico de la guerra en Siria sigue siendo asombroso.
Cientos de miles de personas murieron, millones fueron desplazadas y ciudades enteras quedaron reducidas a escombros.
Sin embargo, ha habido señales de retorno.
La agencia de la ONU para los refugiados informó el lunes que más de 1,2 millones de refugiados sirios y 1,9 millones de desplazados internos han regresado a sus hogares desde el derrocamiento de Assad.
El gobernador del banco central de Siria dijo en la conferencia NEXT de Reuters que el regreso de aproximadamente 1,5 millones de personas ha ayudado a estabilizar los mercados locales y revivir sectores congelados durante mucho tiempo por el conflicto.
Pero la necesidad humanitaria sigue siendo profunda.
La ONU dijo que 16,5 millones de personas necesitarán ayuda en 2025 –una de las cifras más altas desde que comenzó la guerra– y advirtió que la disminución de la financiación global puede limitar los alimentos, la vivienda y la asistencia médica justo cuando el país intenta reconstruirse.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, describió el momento como una encrucijada, calificando la siguiente fase como “una oportunidad para reconstruir comunidades destrozadas y sanar divisiones profundas” e instando a las potencias mundiales a no retirarse de la frágil transición de Siria.









