Roberto Martínez ‘Bob’ recibió un premio cuyo objetivo fue homenajear una manera de entender el fútbol, una vida profesional marcada por la coherencia, y que siempre se inspiró en la filosofía de su ídolo, Johan Cruyffa quien intentó reflejar siempre en el estilo de sus equipos sobre el terreno de juego.
El técnico catalán, que un día fue jugador con el objetivo de llegar a lo más alto del fútbol mundial, terminó construyendo desde el banquillo la carrera que siempre había imaginado. Allí alcanzó lo que quizá soñó cuando corría por la banda en sus inicios: la posibilidad de transformar equipos, de dejar su huella, de demostrar que el fútbol podía ser efectivo con otra manera de ver el deporte.
Martínez absorbió el pensamiento cruyffista y nunca se desvió de esa nueva manera de entender el fútbol: el respeto por el balón, la confianza en el jugador, apostar por la posesión y la creatividad sobre el césped independientemente del talento de sus pupilos.
Martínez, dando isntrucciones a Cristiano Ronaldo en un entrenamiento de Portugal / RRSS
A lo largo de su carrera rechazó ofertas importantes, proyectos venidos de la Premier League o de China anteponiendo su palabra, su compromiso con quien apostó por él en su momento a cifras de varios ceros. Bob no se dejó seducir por el dinero. Prefirió la estabilidad personal y la coherencia a las luces y taquígrafos.
Esa lealtad a sus principios fue, precisamente, lo que marcó cada uno de sus pasos. Tanto en Inglaterra como en sus desafíos al frente de selecciones nacionales, Martínez demostró que se podía competir al máximo nivel sin renunciar a la humildad.
La Gala Valores subrayó también el impacto internacional de su figura. Allí donde fue, dejó puertas abiertas, buenos recuerdos y equipos más sólidos de lo que había encontrado. Nunca presumió de ello, porque no era su estilo.
El mejor ejemplo de ello fue su trayectoria en el Wigam inglés. Como jugador dejó una huella imborrable cuando el equipo estaba en la tercera división inglesa, incluso escogido por los socios del equipo como mejor jugador de la historia del club en una votación realizada en 2005.

Bob, durante un partido de fútbol / RRSS
Años más tarde regresaría al que podríamos decir club de sus amores como entrenador. Martínez logró la salvación del Wigan en las temporadas 2009-10, 2010-11 y 2011-12 de la Premier.
En la temporada 2012-13, se proclamó campeón de la FA Cup con el Wigan, ganando por 1-0 al Manchester City. El gol de Ben Watson en el descuento les dio el primer gran título de su historia. Bob ya se había convertido en leyenda de este club, aunque esa temporada no pudo evitar el descenso. Después le llegó el rol de seleccionador donde, tras entrenar a Bélgica y actualmente a Portugal, parece haber encontrado su zona de confort.
El Premio Valores Trayectoria celebró, en definitiva, algo que va más allá del currículum: celebró a un hombre de fútbol. A alguien que alcanzó como entrenador lo que soñó como jugador, y que lo hizo sin perder jamás su esencia. Un profesional que entendió que la verdadera victoria está en ser fiel a uno mismo.







