Álex Anwandter siempre se ha desentendido de estrategias para posicionarse en el pop bailable de la región. Pero en el último ha radicalizado esa actitud al extremo de no respetar tiempos razonables dentro del ciclo creación – publicación – promoción y representación en vivo de un disco.
Es que el cantante y productor chileno demoró apenas un año en separar un disco del otro. Efectivamente, ese es el tiempo transcurrido entre El diablo en el cuerpo (2023) A Dime precioso (2024), que presentará este viernes en Studio Theater (Rosario de Santa Fe 272).
Y la cuestión se acentúa al notar que no hay continuismo conceptual de una obra a otra: mientras que en El diablo en el cuerpo se metió de lleno en la Maricoteca (de hecho, su punto más alto se titula así), y se deja arropar por Buscabulla, Julieta Venegas, Javiera Mena y Christina Rosenvinge, en Dime precioso abre el abanico pero no a la manera de Loco Mía. Lo abre, en todo caso, para plasmar influencias que, según él mismo blanqueó, “van de Burt Bacharach a la música house de los ’90, Gil Evans y a la MPB brasileña, junto con una base de pop latinoamericano”.
En otras palabras, Álex Anwandter ha atenuado esa narrativa que supo construir y que lo ha entronizado como santo patrono de las disidencias, bien anticlerical y antifascista.
“Los discursos alrededor de las identidades en el arte también se mercantilizaron mucho, se volvieron cómodos y se usaron como punto de venta. Estoy harto de que te etiqueten como ‘el artista gay de no sé qué cosa’”, se lo dejó en claro a El País de Madrid hace unos días.
“En ese sentido, me he separado un poco del arte identitario –diagnosticó-. O sea, sigo siendo gay (risas), no estoy en contra de eso, pero no estoy de acuerdo con que se usen nuestras realidades como objeto solamente para vender, que intenten ver a través de ti para encontrar algo atractivo con lo que puedan venderte ahí afuera”.
Ahora, en contacto con La Voz dispara que “el capitalismo intenta cooptar cualquier identidad, sobre todo las minoritarias, y que las usa para vender”.
“Shampoo, misiles, todo lo que se te ocurra –suma-. No es algo particular del ‘orgullo’. Es sólo algo a lo que estar atento. Me parece también que la principal lección es entender que la política identitaria no sirve de mucho sin una correlación en el mundo real. Si no se vuelve sólo un target de marketing”, remata, quien a su vez enfatiza que celebra el Día del Orgullo “con mucho sexo gay”.
–¿En qué estás ahora?
–Estoy trabajando en un par de proyectos. Uno para mí, aunque es un proyecto distinto que saldrá publicado con otro nombre, y un nuevo disco para Juliana Gattas (Nota de la Redacción: ya había producido el debut de la cantante de Miranda!: Maquillada en la camade 2024).
–¿Cómo definís el perfil y el espíritu de un disco?
–No funciona muy así. El disco es lo que sea que tengo adentro mío en ese minuto y luego se puede hacer una lectura de él. Si intento preconcebir su espíritu sale algo forzado.
–En Nueva York, tu lugar de residencia, ¿salís a bailar, a discotequear? Y en el caso de que ya no lo hagas, ¿se puede sacar a la discoteca del chico?
–He estado saliendo últimamente. La verdad están muy buenas las fiestas acá.
–¿Por qué no te programan en el Festival de Viña del Mar? ¿Te gustaría estar a merced del “Monstruo”?
–No lo sé y no pienso en eso, para ser honesto. Sólo pienso en el Festival de Viña periódicamente porque me preguntan mucho por eso, pero en lo personal no es una meta.
–Juliana Gattas está trabajando como jurado en un reality pop. ¿Irías si ella te invita para que asesores a algún participante?
–¡Haría lo que sea que Juliana me pidiera! Pero soy muy poco televisivo/telegénico. Tengo una personalidad más retraída que no se traduce bien en la televisión. Igual la amo más a Juliana porque lo hace tan bien. Me produce admiración. Y como mencioné antes, estoy escribiendo y produciendo otro disco para ella ahora.
–¿Qué hace un alma libre y desinhibida como vos en tiempos oscuros tendientes al fascismo? ¿Se enrareció algo en Nueva York en el arranque del segundo mandato de Trump?
–Y es muy raro, claro. Aunque es algo mundial, me parece. A mí me resulta muy fuerte que esté sucediendo el genocidio en Gaza día a día y uno se despierte y deba funcionar con normalidad.
Para Álex Anwandter, la gran pregunta de hoy es ¿cómo lidiamos con el fascismo? Ese fue otra de la cuestiones sobre las que se explayó con el diario madrileño, que lo tuvo en persona y grabador de por medio y no contestando un correo electrónico como en el caso de La Voz.
“No tengo ninguna solución para los conflictos del mundo, obviamente, pero sí creo que podemos tejer redes sociales reales que el internet ha roto por esa mercantilización de nuestros espacios”, sostuvo el también cineasta.
–¿Qué leés, qué escuchás, que películas y series mirás?
–Voy mucho al cine. La programación de cine es quizás lo que más me gusta de Nueva York. Series no me gusta tanto ver aunque sí he visto la mayoría de las más clásicas. Ahora estoy terminando de leer un libro de filosofía de Bertrand Russell y compensando con la tercera temporada de Real Housewives of Salt Lake Citycuando quiero que mi neurona se apague.