Con menores tasas, puede resurgir el crédito privado con una demanda latente / WEB

Universidad del Este (UDE)

Durante los últimos meses, el sistema financiero argentino entró en una fase de tensión. Entre julio y octubre, la política monetaria se concentró en una contracción muy agresiva de la cantidad de dinero, con el objetivo de sostener la banda cambiaria y evitar una aceleración inflacionaria. Ese giro produjo el mayor encarecimiento del crédito en una década y dejó una consecuencia que hoy se vuelve central para pensar la “próxima etapa” del programa económico: el mercado de préstamos se debilitó considerablemente.

Los datos de morosidad lo reflejan con nitidez. La mora de los hogares alcanzó el 6,6%, el valor más alto desde que existen registros modernos. Es una cifra que sintetiza la dinámica del ajuste: ingresos reales que tardan en recuperarse, tasas activas que se dispararon y familias que sencillamente no pudieron refinanciar consumos, tarjetas o préstamos personales. La demanda de crédito cayó por necesidad y la oferta se volvió extremadamente selectiva. Un combo que paralizó a la dinámica crediticia.

Por el lado de las empresas, también se visualiza un deterioro desde diciembre pasado en adelante, aunque en este caso se mantiene aún bien por debajo del pico alcanzado a inicios de la pandemia.

Ese deterioro se dio en simultáneo con el estancamiento del crédito total al sector privado, que había sido un impulso clave en la recuperación económica entre junio del 2024 y comienzos del 2025, pero que a partir de agosto se estancó en torno a los 83 billones de pesos (constantes), lo cual sigue implicando una cifra muy baja, en torno al 8% del PIB. La pregunta que empieza a surgir, ahora que el Banco Central intenta moderar la contracción, es si existe margen para una recuperación del crédito.

La estabilización financiera posterior al shock electoral permite cierto optimismo. Las tasas reales se han normalizado en niveles menores al 10% anual y el tipo de cambio exhibe menor volatilidad. Sin embargo, una recuperación sostenida del crédito requiere más que estabilidad nominal: demanda solvente. En este sentido, se visualiza la intención del Gobierno de promover un mayor crecimiento económico hacia adelante, en una estrategia que combina alivio fiscal (reforma tributaria), incentivo a la creación de empleo (reforma laboral) y política monetaria más expansiva (se ha planteado una estrategia de monetización vía compra de reservas).

En este escenario, uno de los debates más relevantes es la posibilidad de relanzar el crédito hipotecario. El Gobierno ha deslizado que buscará que los bancos vuelvan a financiar vivienda, apoyándose en la baja de la inflación y en una eventual normalización del sistema financiero. El potencial es enorme: Argentina tiene uno de los ratios de hipotecas más bajos de la región y una demanda estructural de vivienda insatisfecha. Otra medida que se está evaluando es la posibilidad de computar mayores montos de las cuotas hipotecarias en las deducciones de Ganancias.

La recuperación del crédito es posible, e incluso necesaria para que la economía crezca

En este punto hay un dilema. El crédito hipotecario de largo plazo requiere estabilidad macro sostenida, y en particular, un tipo de cambio relativamente competitivo, para que los costos de la construcción sean sustentables. La corrección de los últimos meses nos sitúa con un nivel del tipo de cambio similar al que tuvo el Gobierno de Macri con la salida del cepo (2016). La posibilidad de que el mismo se sostenga en el tiempo, dependerá de cuan rápido converja la inflación con el 1% que determina la corrección de la banda superior.

En conclusión, la recuperación del crédito es posible, e incluso necesaria para que la economía salga del modo supervivencia y vuelva al crecimiento. Pero el punto de partida es muy bajo, el daño de la contracción monetaria fue significativo y los hogares aún están recomponiendo su equilibrio. Las condiciones para un crecimiento sostenido serán la estabilidad del tipo de cambio, la recuperación de los ingresos reales y un marco de expectativas más robusto. El desafío es transformar un alivio monetario en una verdadera recuperación financiera.

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