Marc Casadó ha firmado otro partido que lo consolida como líder silencioso del Barça. Desde el primer minuto se ha hecho con el centro del campo, mandando en cada jugada y conectando la defensa con el ataque con una claridad que parece sencilla pero no lo es en absoluto. Su equilibrio es completamente clave y gracias a él Pedri y Fermín han encontrado el espacio y la libertad para brillar. El primero va a recital por partido y el segundo ha anotado un doblete para despejar las dudas a aquellos que quisieron prescindir de él en el mercado de fichajes. Ambos han disfrutado de lo lindo esta noche en el Estadi Johan Cruyff y todo ello es gracias al trabajo incansable de Casadó.
El de Sant Pere de Vilamajor tuvo este verano la opción de marcharse. Varios entrenadores y directores deportivos de grandes clubes de Europa lo llamaron con propuestas atractivas, pero él nunca dudó. El Barça es su casa y su sueño pasa por triunfar aquí. Casadó representa a esos futbolistas románticos cuya fidelidad, cada vez más rara en el fútbol moderno, lo convierte en un ejemplo distinto.
Crecerse ante la adversidad
Sin embargo, también sabe que la temporada no será un camino fácil. Hay competencia en su posición y exigencia en cada partidopero él no es de los que se esconden. Más bien todo lo contrario, pues en la dificultad se crece. El año pasado ya dejó pruebas de ello en aquella semana inolvidable en la que el Barça venció al Bayern y al Real Madrid con él como líder del centro del campo rindiendo a un nivel altísimo. Hoy ha vuelto a mostrar que puede ser decisivo y a hacer que los demás luzcan.
El partido, además, ha tenido un aire especial para él. Ha regresado al Johan Cruyff, el lugar que lo vio crecer y en el que vivió su mejor temporada a las órdenes de Rafa Márquez, quedándose a un paso del ascenso con el filial. Días después de quedar eliminados del play-off, Hansi Flick lo llamó personalmente para hacerle saber que contaba con él. Viendo la exhibición de control y jerarquía que ha dado esta noche, solo cabe sonreír y pensar: parece que Flick tenía razón…