Diógenes es una obra maestra del cine peruano contemporáneo. Así. Con todas las letras. Leonardo Barbuy (Lima, 1985) con su ópera prima construye una experiencia profundamente poética, con un trabajo sobre la fotografía y el sonido que resultará inolvidable para aquel que tenga la fortuna de verla en la pantalla grande del Cineclub.
Ambientada en los Andes peruanos, la película narra la historia de Sabina y Santiago, dos hermanos criados lejos del pueblo, sin contacto con ninguna otra persona más que su padre, Diógenes.
Un aislamiento que no es solo físico, sino que significa un repliegue temporal y espiritual marcado por los rastros de una violencia histórica en la que se insinúan heridas abiertas por Sendero Luminoso y la represión estatal peruana.
La violencia que atravesó Perú entre las décadas de los 80 y los 90 rara vez es presentada en forma de traumas generacionales tácitos, “eso” sin nombre ni forma concreta, pero que moldea profundamente la vida y la subjetividad de los personajes.
Aquí, es una sombra que acecha sin ser nombrada, y que es filmada por Barbuy como un limbo suspendido, un paréntesis enclavado en las montañas, construido con una belleza sobrecogedora.
Diógenes es un maestro pintor de las tradicionales tablas de Sarhua, piezas de arte que codifican memoria y cultura en un lenguaje visual ancestral; dibujos que muestran escenas de la historia de los pueblos, encargadas de mantener viva la historia, pero también de resignificar la experiencia del dolor y la pérdida.
Los recursos cinematográficos que el director elige para abordar este tiempo andino —un tiempo crónico, a veces lento, regido por un orden y una lógica propios— son también los que hablan del duelo y la exclusión.
Hay escenas que podrían pertenecer a la tradición del cineasta boliviano Jorge Sanjinés y su concepto del plano secuencia integral, entendido como el dispositivo formal que busca traducir la cosmovisión andina al lenguaje cinematográfico.
Este tipo de plano secuencia es la expresión de una temporalidad distinta, un ejercicio de resistencia y representación que desafía la lógica de orden y linealidad, fundando un nuevo modo de enunciación fílmica profundamente ligado a la identidad y la experiencia política de los pueblos indígenas andinos.
La fotografía en blanco y negro es obra de los artistas peruanos Musuk Nolte (recientemente galardonado con el World Press Photo por su ensayo fotográfico sobre el Amazonas) y Mateo Guzmán. Su potencia se erige como el alma visual de la película, que privilegia los contrastes profundos entre los interiores y exteriores, el día y la noche, el fuego y la calma.
La elección de filmar en quechua y con actores naturales del pueblo corresponde a la lógica integral con la que se hizo el filme. Para esto, Barbuy y su equipo vivieron durante cinco años en el pueblo, entre diferentes y múltiples viajes, para trabajar con la comunidad que actúa en la película y para entender la forma estética en la que debía contarse esta historia.
Hay escenas que son inolvidables, fotogramas que son cuadros que pregnan la memoria de aquel que mira. La experiencia de ver Diógenes es la certeza de ser testigos de una película que debería pasar a la historia del cine contemporáneo, y que tendremos la fortuna de ver en nuestra ciudad, en nuestro cineclub.
Para ver Diógenes
Perú, 2023, DCP, 80’, AM18. Dirección: Leonardo Barbuy. Con Gisela y Cleiner Yupa. En cineclub Municipal.