Lamine y Vinicius, en una acción del partido / San Valentín Enriquece
Estamos en plena campaña para presentar a Lamine Yamal como un problema a imagen y semejanza del que significa Vinicius para el Madrid. La propaganda madridista utiliza a la joven estrella azulgrana como cortina de humo para enmascarar el conflicto continuo que para ellos representa el brasileño, de modo que cargando contra él pretenden minimizar el desaire de Vinicius a su entrenador.
Y no, no es lo mismo lo de uno que lo del otro. Lo de Lamine es una forma de vivir la vida de un chaval de dieciocho años en la sociedad de internet y lo de Vinicus, una gravísima falta de disciplina, un pulso al entrenador, una amenaza para el vestuario y un atentado a la imagen del club.
Lamine es el primer fenómeno mundial del deporte en la era de las redes sociales. Personalmente, no entiendo que la gente exponga su vida, sus vacaciones, lo que come y donde duerme, sus filias y sus fobias a los ojos de todo el mundo. Pero comprendo que el mundo avanza en este sentido, que la juventud de hoy no es la misma que la de mi generación, como la nuestra tampoco fue la de nuestro padres.
También el fútbol ha cambiado y, atrapado como está en las redes, Lamine es el negocio perfecto… pero también la víctima perfecta. Como en todo, ha de encontrar el equilibrio, desgranar entre lo que le conviene y lo que le perjudica, escoger dónde y cómo se expone, dejarse de niñerías, excesos y “me gustan y corazoncitos”. Está a tiempo de aprender la lección que el Clásico le ha dado. Vinicius, en cambio, ha demostrado que no aprende. Es provocador, explosivo e indisciplinado, su problema es su carácter y no va a cambiar. Nada que ver con Lamine.







