La visita del Zamora CF al Heliodoro Rodríguez López de este sábado desempolva algunas ‘historias mínimas’ relacionadas con tres blanquiazules de referencia, ni más ni menos que su presidente, su entrenador y su capitán. El primero y el último, Felipe Miñambres y Aitor Sanz, fueron futbolistas del equipo del Ruta de la Plata. El vínculo con Álvaro Cervera es diferente, no como miembro sino como rival y un ascenso a Segunda como desenlace para conquistar su primer éxito en los banquillos.
El orden cronológico pone a Felipe por delante. Los orígenes de Miñambres suenan a Mareo, a la cantera del Sporting. Pero, en realidad, su verdadera plataforma de despegue fue el Zamora. El maragato había despuntado en el club de su localidad natal, el Astorga Atlético, y pudo dar un paso adelante al firmar con un Zamora que competía en Segunda B. A sus 19 años, no tardó en demostrar que estaba llamado a hacer carrera. En la temporada 84/85 jugó 36 partidos y marcó 11 goles, y en la siguiente anotó 13 en 33. En ambos casos, la escuadra castellana acabó en la mitad de la clasificación, pero en la última terminó cayendo a Tercera por la reestructuración de una Segunda B que pasó de tener un grupo y no dos. Pero los números de Felipe ya habían llegado a los despachos de clubes de superior categoría, y fue el Sporting el que se decidió a apostar por él.
Después vino lo que vino, el relato conocido, su salto al primer equipo gijonés y su fichaje por el Tenerife en 1989. «Cuando jugaba en la calle, en mi barrio, en San Andrés, soñaba con ser profesional. Mi padre había jugado en el Astorga, y mi tío pudo ser profesional: fue portero del Levante y el Salamanca. Yo soñaba con serlo. Pero la realidad me llevó a más de lo que soñé por cómo fueron pasando las cosas, sobre todo en el Zamora», rememora en una entrevista incluida en la serie Centenario de una Pasión. «El Zamora era un equipo de Segunda B. Estuve allí dos temporadas. Cuando fui luego al Sporting, ya no era un niño para estar en el filial, que había bajado a Tercera –como el Zamora–. Sí era un paso atrás en lo referente a la categoría, pero no en las posibilidades de futuro, porque el Sporting era un club de cantera y sabía que si hacía las cosas bien, iba a poder llegar al primer equipo. Por suerte, me fueron bien», recuerda el que fuera, entre otras cosas, mundialista con España en 1994 y blanquiazul en 357 partidos desde la Liga 89/90 a la 98/99.
La reconciliación de Cervera
La retirada de Felipe coincidió con la de Álvaro. Los dos siguieron ligados al fútbol. Miñambres se formó como gestor sin salir del Tenerife –llegó a ser director deportivo en Primera–. Cervera se dejó llevar sin mayores pretensiones hasta llegar a descubrir algo así como una pasión oculta. «Cuando dejé de jugar, no noté que tuviera la vocación de ser entrenador;ni siquiera la de volver a acercarme al fútbol, porque lo había pasado mal. Le echaba la culpa al fútbol de muchas cosas, cuando, en realidad, había sido al revés:me lo había dado todo. Pero en ese momento pensaba que me había quitado tiempo para otras cosas», confiesa en su episodio de Centenario de una Pasión. «Estaba en Valencia, porque allí había conocido a mi mujer; y lo típico, José Luis Oltra –su amigo– había cogido un equipo para entrenar e iba con él para echarle una mano. A veces incluso jugaba con ellos. Yo iba a los partidos y, de vez en cuando, él me preguntaban cosas, pero yo no tenía ningún cargo. En un momento dado, el Castellón decidió fichar a José Luis, y el equipo en el que estaba él, el Catarroja, se quedó sin entrenador. El presidente me pidió que ocupara ese puesto. Pensé que era algo que no iba a tener ninguna trascendencia, lo hiciera mal o bien, y acepté. No estaba mal, porque iba cada día, estaba con gente joven… Podía hacer que los jugadores fueran mejores en algo. Y así fue, y no he parado de entrenar», repasa Cervera, que de esa manera, sin marcarse objetivos, comenzó una carrera que le brindó pronto satisfacciones a modo de resultados. El primero de alta relevancia lo logró con el Zamora como rival en junio de 2005, un ascenso exprés con el Castellón.
El actual entrenador del Tenerife llegó al club de Castalia a falta de cinco jornadas para el final del calendario regular de la Segunda B 2004/05. Su objetivo inicial consistió en garantizar el acceso del conjunto albinegro al playoff. El paso siguiente, superar dos eliminatorias. En la primera dejó en el camino al desaparecido Universidad de Las Palmas, preparado en ese entonces por Paco Castellano. En la definitiva, el oponente fue un Zamora que se quedó a un paso de subir por primera vez a Segunda, una categoría a la que regresó el Castellón, pero sin Cervera, que se había ganado el derecho deportivo de continuar, pero se quedó fuera del proyecto por el cambio de propiedad que se produjo en el club.
«No tengo ningún complejo en decir que era un entrenador muy verde», admite Cervera trasladándose a esos meses en el Castellón. «Había dirigido a un equipo de Tercera y creo que me manejaba bien así, pero en el Castellón pasé a entrenar a profesionales, era el club de la capital de una provincia importante…Y creo que tuvimos suerte, porque en muy poco tiempo conseguimos cambiar la mentalidad de un grupo que venía de perder mucho y era capaz de ganar. Dejamos una libertad que ahora no dejaría y todo salió bien», cuenta Cervera, que debutó con un empate en campo del Osasuna B, siguió con un triunfo ante el Hércules por 2-0, perdió en Benidorm (2-1) y amarró la clasificación para la promoción con un 2-1 sobre el Girona y un 0-1 al Peña Sport. Luego, en los cruces, superó al Universidad (0-0 en casa 1-2 en Gran Canaria) y al Zamora (2-1 en el Ruta de la Plata y 1-0 en Castalia). «Pensé que me iba a quedar después de lograr el ascenso, pero en el contrato no ponía nada de eso. Vendieron la propiedad, el dueño vino con otro entrenador y me quedé en la calle»apunta Cervera, que pasó de celebrar el salto de categoría conquistado ante el Zamora a verse en el paro, del que salió para ponerse al frente del Almansa. A continuación, Cultural, Jaén, Real Unión, Recreativo, Racing y Tenerife en su primera etapa, a partir del verano de 2012.
Aitor y el fichaje ‘maternal’
Después del chasco de Castalia, el Zamora continuó en la categoría de bronce, y dos temporadas más tarde, en la 2006/2007, se reforzó con un Aitor Sanz que, con 21 años, ya había cogido rodaje en ese nivel como futbolista del San Sebastián de los Reyes. La etapa zamorana del centrocampista madrileño duró dos cursos, el 06/07 y el posterior –coincidió con el tinerfeño Aarón Darias–. En total, 71 partidos –todos de Liga– y seis goles.
Cuando recibió la propuesta del Zamora, Aitor se encontró en un cruce de caminos. Casi a la par recibió la llamada del Alcorcón. Y, claro, esta segunda propuesta era seductora:la misma categoría, la Segunda B, pero un salario más alto, la ventaja de no tener que salir de Madrid… Y ahí fue cuando entró en escena un factor inesperado, el consejo maternal. «Mi madre me dijo que era el momento de que me fuera de casa, que me moviera un poco», confiesa Sanz en una entrevista en el canal ‘La Reseña’. «Por suerte, le hice caso. Aunque ganaba menos dinero, estuve en un club en el que se vivía más el fútbol», reconoce Aitor, que, entre otras cosas, tuvo la oportunidad de trabajar con uno de los técnicos más influyentes de su carrera, Miguel Ángel Tomé. «Nos tenía a todos encasquetados para que nadie se dispersara;fue muy importante», asegura el mediocentro, que se integró en un «proyecto diseñado para hacer algo importante, para ser un equipo fuerte en la categoría». En cambio, el Zamora se quedó a medias. «Nos entró ansiedad y no dimos el nivel», apunta. En 2008 disputó la final de la promoción de ascenso a Segunda División. La ganó el Rayo de Pepe Mel:0-1 en el Ruta y 1-1 en Vallecas. Aitor, que se casó con una zamorana, quiso seguir en el equipo rojiblanco, pero la falta de acuerdo para una mejora salarial enfrío la negociación. Continuó en el Real Unión, Real Oviedo y Tenerife.
Vía: El Día – La Opinión de Tenerife