He leído con respeto y admiración la nota “Las fuerzas del cielo no votan”, de Indalecio Sánchez (9 de setiembre), y no puedo menos que alabar el oficio de quien la escribió. Porque en tiempos de estridencias y de consignas fáciles, el periodista nos regala análisis con la hondura de la historia y la valentía de la palabra. Su texto va más allá de la coyuntura electoral: es un recordatorio de que el poder no se mide en invocaciones celestiales, sino en la capacidad de escuchar a quienes sufren en la tierra. En especial, a los más vulnerables. Allí donde se desoye el llanto de los ancianos, la angustia de los trabajadores y la dignidad herida de las personas con discapacidad no hay cielo que valga ni promesa que resista. Lo digo como abogado, como hombre que desde niño conoció la dificultad y aprendió a convertirla en fuerza, y también como quien hoy asesora a la Comisión de Salud de la Legislatura provincial: no se gobierna con símbolos mesiánicos; se gobierna con sensibilidad, con justicia social y con el oído puesto en quienes no tienen voz. El artículo no sólo informa: nos despierta y nos interpela. Porque nos recuerda que el verdadero termómetro de un gobierno no son los mercados ni los discursos, sino la mirada de un niño con discapacidad que espera oportunidades, la pensión que no alcanza, la prótesis que se demora, el derecho que se posterga. Permítame cerrar con palabras que nacen del corazón: “No son las fuerzas del cielo las que votan, sino las fuerzas invisibles del dolor humano; la madre que no duerme, el anciano que reza, la persona con discapacidad que lucha por ser visible. Gracias por recordarnos que la política debe volver al hombre y no al mito. Gracias por mantener viva la llama de un periodismo libre que denuncia, ilumina y, sobre todo, humaniza”.

Tautan Sumber