“La falta de incentivos hace que los productores de soja prioricen la rentabilidad sobre la productividad, y esta eliminación de las retenciones podría revertirlo”. La frase se escuchó en el recinto de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), donde este martes se realizó el Seminario de Acsoja 2025, entidad que agrupa a todos los representantes de la cadena de valor de la oleaginosa.
Quien la pronunció fue Rodolfo Rossi, titular de Acsoja, quien reclamó la necesidad de contar con políticas estables y permanentes que incentiven la inversión, generen seguridad jurídica, mejoren la infraestructura y reduzcan la presión fiscal como pasos indispensables para desplegar todo el potencial del ecosistema sojero.
Mientras tanto, y más allá del aporte económico realizado durante los tres días que duró la eliminación de las retenciones a las exportaciones, la soja siembra dudas.
En el seminario, la economista Emilce Terré, jefa del Departamento de Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario, presentó proyecciones detalladas para la soja argentina, abarcando tanto la campaña 2025/2026 como los desafíos y las oportunidades a mediano y largo plazo, hasta 2035.
En cuanto a la siembra de la próxima campaña, las condiciones iniciales son favorables. Tras un invierno “atípicamente lluvioso”, los suelos presentan reservas de humedad que van de óptimas a excesivas, un cambio “dramático” respecto de los déficits observados en años anteriores.
La BCR y la Guía Estratégica para el Agro (GEA) estiman que el área sembrada de soja volverá a niveles previos a la campaña anterior, con una proyección inicial de 16,4 millones de hectáreas. Esta estimación contempla la recuperación del área de maíz que se había perdido por el impacto de la chicharrita.
Con un rinde tendencial, la producción de soja se proyecta en 47 millones de toneladas, el menor valor de los últimos tres años.
La principal incertidumbre de la cadena pasa por la disponibilidad de la oleaginosa. La hoja de balance proyecta una oferta total de soja levemente superior a 60 millones de toneladas, lo que anticipa que el nivel de industrialización (aplastar) se mantendrá en línea con la campaña actual, intentando repetir el volumen de molienda.
No obstante, Terré advirtió que la reciente eliminación temporal de retenciones genera dudas sobre los cepo que se trasladarán a la nueva campaña, ya que la medida podría incentivar un mayor uso de soja en la presente.
La economista subrayó que, aunque la importación de soja desde países vecinos ha contribuido al procesamiento en los últimos años, el nivel total de molienda en Argentina permanece “relativamente estancado” desde hace una década.
La capacidad de procesamiento nacional, que se duplicó entre 2003 y 2013, registró una caída entre 2013 y 2024 debido a plantas inactivas. En contraste, durante el mismo período, Brasil y Estados Unidos continuaron expandiéndose, alcanzando para 2024 una capacidad superior a la argentina.
Para evaluar cómo el país puede recuperar el liderazgo industrial, el equipo de Terré aplicó el modelo econométrico ACM Memot, adaptado al caso argentino y tomando como base el año 2024 para proyectar los próximos 10 años de la industria.
Los resultados, a partir de tres escenarios, muestran el potencial transformador de las políticas permanentes y la inversión:
- Escenario base (sin cambios): si se mantienen condiciones como una brecha cambiaria del 40% y retenciones del 31%, la producción de soja en 2035 sería de 58,5 millones de toneladas y el aplastar alcanzaría 47 millones.
- Escenario con cero retenciones e infraestructura mejorada: bajo un contexto de eliminación permanente de derechos de exportación (DEX) y mejoras en infraestructura –rutas, ferrocarriles, licitación de la hidrovía y Ley de Cabotaje–, la producción de soja treparía a 65,6 millones de toneladas y la molienda a 51,6 millones, es decir, 6,6 millones más en 10 años.
- Escenario de cierre de la brecha tecnológica: si al contexto anterior se le añade la inversión en tecnología que permita alcanzar el 80% del rinde máximo de cada zona, la producción llegaría a 71 millones de toneladas y la molienda superaría los 55 millones.
Este último escenario implicaría no solo una mayor producción, sino también un crecimiento en las exportaciones tanto de poroto como de harinas, aceites y otros productos de valor agregado.
Para Terré, la aplicación de estas medidas permitiría que las exportaciones del complejo soja aporten U$S 62.500 millones, más de tres veces lo que generan actualmente.
El escenario mundial para la soja
El panorama comercial de la oleaginosa –que representa el 25% de las exportaciones argentinas de bienes– atraviesa un proceso de transformación global caracterizado por complejidad, incertidumbre y alta volatilidad. Así lo expusieron Maximiliano Moreno, director de la Fundación INAI-BC, y Sol Arcidiacono, directora comercial para América latina de Hedgepoint Global Markets, durante el seminario.
Moreno analizó los fenómenos geopolíticos que impactan sobre qué produce Argentina, cómo lo produce y a quién le vende. Destacó que la fragmentación multilateral, la guerra en Ucrania y, especialmente, los aranceles de Estados Unidos están generando bloqueos y reconfigurando los flujos comerciales mundiales.
En cuanto al acuerdo Mercosur-Unión Europea, explicó que la negociación está cerrada y solo resta la habilitación política del Consejo de la UE para su firma, especulada para la cumbre de diciembre. De concretarse, el 99,5% de las exportaciones agroindustriales del Mercosur ingresarían a Europa con algún tipo de preferencia. En particular, los productos clave de la cadena sojera argentina ingresarían con arancel cero desde el primer día: poroto, aceite de uso industrial y harina de soja. La desgravación para aceite y harina se completaría en cuatro años, y para el biodiésel, en 10.
Por su parte, Arcidiacono ofreció una visión de mercado, señalando que la volatilidad de este año estuvo impulsada más por conflictos comerciales y tarifas que por el clima en Estados Unidos, donde los cepo globales están bien abastecidos. La demanda mundial, en cambio, se muestra cautelosa.
Brasil se consolida como el gran protagonista, con una proyección de 180 millones de toneladas. Su producción se triplicó en 20 años y aún tiene un 30% de margen de expansión sin deforestar. Además, desarrolló fuertemente su logística, permitiendo que sus puertos embarquen grandes volúmenes con fluidez.
El vínculo con China es clave: el gigante asiático importaría 112 millones de toneladas este ciclo, casi lo mismo que Brasil exportará. Arcidiacono destacó que China esperó la cosecha brasileña, aun con cepo portuarios históricamente bajos.
Para Estados Unidos, este es un “año bisagra”: si bien logró una gran cosecha gracias a un verano excepcional, su mercado de exportación de poroto pierde peso frente a la molienda interna, hoy destinada en un 55% a la producción de biodiésel, lo que reduce su oferta exportable al 30%–35%.
Finalmente, Arcidiacono consideró que Argentina atraviesa una “ventana de transformación”. La baja (o eliminación) de retenciones es un “soplo de aire fresco”. Su eficiente industria de molienda –incluso importando poroto–, combinada con un tipo de cambio unificado y reglas fiscales más favorables, abre una oportunidad para recuperar competitividad y acompañar el dinamismo de Brasil.
El futuro, no obstante, dependerá de factores críticos: el clima sudamericano (una eventual Niña podría favorecer a Brasil y presionar a la baja los precios) y las decisiones de venta de los productores estadounidenses, que aguardan un eventual subsidio del gobierno de Donald Trump.