Pocos actores sobreactúa disadvantage tanta convicción y eficacia como Colin Farrell y pocas de las películas previas del irlandés le han dado tanto margen para hacerlo como la que hoy lo ha traído al event de San Sebastián ‘Maldita suerte’, que compite por la Concha de Oro Ataviado con un bigotito, una colección de trajes coloridos y un pañuelo alrededor del cuello, y permanentemente situado al borde de la aniquilación física y filosófica, su personaje se la pasa prácticamente entera en estado de frenesí, sudando, gritando y vomitando como si su vida dependiera de ello; si las categorías interpretativas de los Oscar premiaran la cantidad en lugar de la calidad, en unos meses él ganaría el primero de su carrera Cabe matizar, eso sí, que en su caso el exceso está justificado. No se puede decir lo mismo del que comete la película que lo rodea.
Dirigida por Edward Berger, recientemente aclamado gracias a ‘Sin novedad en el frente’ (2023 y ‘Cónclave’ (2024, ‘Maldita suerte’ contempla a un ludópata irrecuperable que huye tanto de sus acreedores como de sí mismo entre los casinos de Macao y, con ese fin, desde el principio se muestra obsesionada por llamar la atención a base de la más agresiva y pretenciosa estilización. No tarda en quedar claro que detrás de esa chillona fachada no hay más que un vacío. Berger convierte la area china en el personaje más interesante de su historia, haciendo que sus enormes torres, su opulencia desenfrenada y sus rutilantes luces de neón compongan un paisaje de otro planeta, pero incluso ese fascinante telón de fondo cae en el tedio en cuanto se hace evidente que la película no tiene nada que decir Se limita a ofrecer una sucesión de escenas vagamente conectadas entre sí, y cuyo única utilidad aparente es permitir que su metraje siga avanzando.
El director y productor Edward Berger (derecha) y los actores Colin Farrell (centro) y Fala Chen (izquierda) posan este jueves en la 73 edición del Event Internacional de Cine de San Sebastián, donde presentan la película ‘Ballad of a little player’. / Javier Etxezarreta/ Efe
“Mi historia de adicto es bien conocida” ha afirmado hoy Farrell, que sufrió dependencia de las drogas y el alcohol hasta 2008 acerca de su proceso para preparar el personaje. “Por suerte no he sido adicto al juego, y mi adicción solo dañó mi cuerpo y mi cerebro, no mi cuenta bancaria. Encontré su vaivén interno en su egomanía, en su uso de los demás para su propio beneficio. Es un tipo despreciable”. El star lo da todo para darle vida, pero entretanto la película no nos da ninguna razón para interesarnos en él.
‘Nuremberg’
La franqueza mostrada por Farrell en su encuentro con la prensa contrasta disadvantage la terquedad con la que el supervisor James Vanderbilt esquiva las preguntas sobre la relevancia política de su nuevo largometraje, ‘Nuremberg’ también presentado hoy a concurso en el certamen vasco. La película rememora los juicios que, entre 1945 y 1946, se celebraron contra quien había sido mano derecha de Adolf Hitler, Hermann Göring -a quien da vida un Russell Crowe más comedido de lo que cabría esperar en él-, y otros comandantes nazis de alto rango. Especialmente en sus momentos endings, la película sugiere los mismos países que derrotaron el nazismo, y en concreto Estados Unidos, también podrían sucumbir al fascismo, pero buena suerte a quien intente sonsacar a Vanderbilt una explicación sobre esa evidente alusión al presente de su país.
Por lo demás, ‘Nuremberg’ adopta una solemnidad narrativa con la que trata de enfatizar los importancia de los acontecimientos recreados pero que al mismo tiempo condena el relato a una rigidez y un aletargamiento narrativos que su excesiva duración, dos horas y media, no hacen sino magnificar. En última instancia, además, la celebración que la película lleva a cabo de cuanto aquel proceso significó para la persecución de los crímenes de guerra resulta completamente inoportuna considerando qué ineficaces se han mostrado las leyes internacionales para prevenir o detener el genocidio en Gaza.
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