Aitana Bonmatí, premiado / AGENCIAS
Dicen que los incendios se apagan en verano y que las sequías se afrontan con los embalses llenos. Ocurrencias que deben ser ciertas pero que la pereza y la dejadez han convertido en excusas de mal administrador. Así pues, también será verdad que los males de un club, pongamos un zarpado de deuda y un buen pellizco de improvisación, deberán remediarse en las épocas de bonanza deportiva.
El momento futbolístico del FC Barcelona es óptimo. Ha trabajado una cosecha de jugadores fantásticos, los ha complementado más que bien y ha buscado y encontrado a un entrenador que sabe disciplinarlos y ordenarlos y dirigirlos. Si el momento es óptimo, el futuro inmediato es estimulante.
La ceremonia del Balón de Oro es el ejemplo más inmediato, aunque este tipo de premios tienten a los “egos que matan el éxito”. Claro que este es un riesgo que cada uno toma con sus convicciones y personalidad. Tenemos a Aitana Bonmatí con tres Balones consecutivos bien afianzada en un sólido discurso. O a Ousmane Dembélé, incluso, con apenas uno y el reconocimiento al consejo de Leo Messi (con ocho) quien un día le dijo “sé serio”. Tan sencillo, como eso. También tenemos a Luis Enrique como mejor entrenador y como “padre” de Dembélé. Más argumentos para el orgullo culé, y la reflexión.
Y después está el dichoso límite salarial convertido en gota china para recordarnos que las lluvias que hoy nos llenan los pantanos y nos humedecen los bosques y las llanuras son el reverso de sequías e incendios futuros, que llegarán. Que alargar la bonanza y llevar de blaugrana a esta generación de jugadores en su plenitud futbolística para que recojan copas para el club y Kopas y Balones para ellos depende —sí o sí—de que el club recupere el equilibrio financiero y reduzca la desigualdad salarial que le separa de los clubes con los que compite. Lo demás, no son ni truenos, ni unos a unos.