Sin una política de drogas ambiciosas, no tendremos un sistema de salud sostenible o soberanía de la salud.

La paradoja es cruel: las drogas representan solo el 9 % del gasto en salud en nuestro país, pero están sujetos a la regulación más punitiva de Europa. Los productos maduros, reconocidos como esenciales, ven el colapso de sus precios, amenazando su disponibilidad y el equilibrio de una industria.

Una industria de alerta estratégica

Con 250 sitios industriales, 45,000 empleos directos, inversiones masivas en transición e investigación ecológica, las compañías farmacéuticas son un pilar de la economía francesa. Y, sin embargo, al mismo tiempo, la administración, sin arbitraje político, requiere impuestos registrados: el 60% de las ganancias operativas puntuadas en 2023, el 80% de los cuales están vinculados a los impuestos sectoriales. Sin mencionar la cláusula de salvaguardia que se ha convertido en un impuesto disfrazado que debilita este sector estratégico.

Alerta colectivamente: a fuerza de decisiones a corto plazo y señales desalentadoras, Francia y Europa corren el riesgo de una degradación estratégica, de salud e industrial. Debemos tener el coraje de decir a nuestros compatriotas: los PLFS no pueden ser el instrumento del empobrecimiento de la droga. Por el contrario, debe ser una herramienta para la soberanía y la protección de su salud. Porque detrás de cada línea de presupuesto, hay vidas, rutas, familias.

En consecuencia, ¿cómo podemos aceptar que las opciones de la administración están destruyendo las recomendaciones de los informes oficiales y las bienvenidas por todos? Esta falta de pilotos políticos desconfía de la desconfianza, debilita la investigación y empuja a las empresas a invertir en otro lugar. Mientras Estados Unidos y China aceleran, nos encerramos en una lógica contable miope. Si no cambiamos de curso, Francia solo será un mercado secundario, incapaz de sopesar los estándares de salud globales.

Para una política coherente, legible y ambiciosa

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