España terminó en una histórica tercera posición en el medallero hace dos años en el Mundial de Budapestaupada por María Pérez y el retirado Álvaro Martín con dos oros cada uno en marcha (20 y 35 km). Raúl Chapado, presidente de la Federación Española (RFEA) fue sincero y admitió que eso no significaba que el atletismo español fuese “el tercero del mundo”.
El medallero hay que tomárselo con reservas, sobre todo por la primacía de los oros. Si se hace una lectura meramente matemática, España había completado un sensacional Mundial de Tokio por su quinta plaza gracias a los dos títulos de la granadina María Pérez (20 y 35 km marcha) y el bronce del catalán Paul McGrath en la distancia corta de la marcha.
Suele ser más realista la tabla de posiciones y ahí España aparece en décima posición con 50 puntosa 16 de Alemania y Gran Bretaña, a 12 de Italia, a cinco de Países Bajos y a uno de Francia. En Budapest, el equipo español acabó séptimo en este listado con 55 puntos y tan solo fue superado a nivel europeo por una intratable Gran Bretaña con 102.
María Pérez sigue haciendo historia / AP
La realidad del atletismo español presenta una dualidad tan peligrosa como engañosa. Los dos oros de María Pérez y el bronce de McGrath han supuesto las tres únicas medallas en Tokio y de esos 50 puntos, 33 corresponden a esta especialidad tan en peligro de muerte por las maquinaciones de Sebastian Coe.
Los marchadores han vuelto a rayar a la perfección y eso ya no es nociticia desde hace cuatro décadas largas. Los veteranos responden y los jóvenes llaman con fuerza a la puerta, sin olvidar que en la recámara aparecen ya Sofía Santacreu, Aldara Meilán, Joan Querol y Dani Monfort, entre otros.
A las tres medallas hay que sumar las sextas plazas de Dani Chamosa (20 km) y Raquel González (35 km), las séptimas posiciones de Antía Chamosa (20 km) y de Cristina Montesinos (35 km) y el octavo puesto del renacido Diego García (20 km).

Quique Llopis, el mejor español fuera de la marcha / Efe
De no ser por la marcha, España estaría en torno a la vigesimoquinta posición con 17 puntos. ¿Qué sucederá si la amenaza de Coe con la connivencia del Comité Olímpico Internacional acaba ‘cargándose’ esta especialidad que es sinónimo de éxitos desde los tiempos del difunto Jordi Llopart y de Josep Marin?
La pista ofrece figuras individuales y grandes agujeros. Quique Llopis es una de los líderes con una cuarta plaza en 110 vallas que ya ocupó en los Juegos de París y volvió a confirmar que está preparado para conseguir su primera gran medalla universal tras ser plata el año pasado en los Europeos de Roma.
El 4×100 femenino dio lustre al Plan nacional de Relevos de a RFEA con la quinta plaza (igualando el hito de Eugene’22), el hispanomarroquí Mohamed Attaoui rozó el podio en 800 para repetir la quinta plaza de París’24, una gran Marta García fue séptima en 5.000 y acabaron octavos Adri Ben en 1.500 y el hispanocubano Lester Lescay en longitud.

Ana Peleteiro, la gran ausente española en Tokio / Efe
Todo ello sin una de las grandes figuras españolas, la triplista gallega Ana Peleteiro. O con bajas como un Mario García Romo en baja forma (1.500), los lesionados Óscar Husillos e Iñaki Cañal (400) o la marchadora Laura García-Caro (covid persistente). Sin embargo, el fondo y el 1.500 viven un momento difícil… por no hablar de los concursos y de los saltos verticales.
Con el discóbolo Diego Casas y el pertiguista Artur Coll como únicos representantes en 12 pruebas (altura, pértiga, disco, peso, jabalina y martillo), la situación es dantesca. Al menos, aparecen brotes verdes, con Inés López y Andrea Tankeu (disco), Rafa Mahiques (jabalina) o Una Stancev, quien habría sido 12ª en salto de altura con su marca personal (1,91) en un error imperdonable de la RFEA. Ahí también emergen Ona Bonet y Celia Rifaterra. O incluso la sevillana Ana Estrella de León en triple.