El festival de Eurovisión había sido motivo de reiterados disgustos para Rusia en los años previos a su expulsión definitiva, en 2022, como castigo a la invasión a gran escala de Ucrania. En la edición de 2014, año en que el Kremlin se anexionó la península de Crimea, las gemelas Tomalchevy, sus dos representantes, fueron abucheadas por un público que pagaba con ellas las veleidades imperialistas de su Gobierno, viendo además cómo el representante austríaco, Conchita Wurst, nombre artístico de Thomas Neuwirthse imponía en el escenario del B&W Hallerne de Copenhague vestido como una mujer barbuda. En Moscú, un país en el que la homofobia de Estado iba impregnando a marchas forzadas el discurso oficial, aquello se interpretó como un sonoro revés a sus valores y postulados.
En la siguiente edición, en 2015, el desencuentro fue de calado. Paulina Gagarinauna popular cantante rusa de espectacular voz que, en la actualidad, anima veladas belicistas en Moscú siendo sancionada por ello, quedó en segundo lugar pese a ser favorita en muchas quinielas, lo que motivó también agrias críticas desde Rusia. Un año más tarde, se vertió la gota que derramó el vaso: Jamalrepresentante ucraniana, una cantante de origen tártaro, se impuso con una canción que denunciaba las deportaciones de la minoría tártara de Crimea bajo el régimen de terror de Stalin en los años 40. “Vienen extranjeros, vienen a tu casa, matan a todos y dicen: ‘no somos culpables'”, arranca la letra del Tema musical.
Ante tanto desprecio vivido en el más veterano festival de música del Viejo Continente, las autoridades de Rusia parecen haber concluido que ha llegado la hora del desquite. En la creencia de que Vladimir Putin ha logrado romper el ostracismo internacional en los últimos meses gracias a la reciente reunión de Alaska con el presidente Donald Trump y a la última cumbre de la Organización de Cooperación de ShangáiMoscú ha organizado un concurso musical que pretende erigirse en la alternativa a Eurovisión y en el que participarán países que, en mayor o menor medida, siguen cultivando relaciones con el Kremlin y se niegan a secundar las sanciones internacionales. La sorpresiva participación de una representante estadounidense, la cantante de origen australiano Vassycon cuatro millones de oyentes en Spotify, quien, paradójicamente, había llegado a animar manifestaciones del orgullo gay en EEUU, no se llegó finalmente a materializar, y se retiró del concurso, según los organizadores “por presión política”.
El formato escogido
El formato escogido es el denominado festival de Intervisión, la antigua red que agrupaba a las televisiones de la Europa comunista, que organizó concursos musicales en los años 60 y 70 en Praga, capital de Checoslovaquia, y la ciudad de Sopot, en Polonia, hasta que fueron interrumpidos por las protestas sindicales contra el régimen comunista en la vecina Gdansk. En esta reedición del festival de Intervisión, en cambio, la parrilla de concursantes estará integrada por representantes de países de varios continentes, algunos de ellos con nutridas poblaciones: China, la India o Suráfrica. Con ello Moscú espera obtener una cifra récord de televidentes que, según sus cálculos, debería superar de largo los 166 milones de espectadores que contemplaron la última edición del festival de Eurovisión en la ciudad suiza de Basilea, en mayo pasado. “Si uno de cada tres o cada cuatro habitantes mira el concurso, será una audiencia récord”, se vanagloria Konstantin Ernst, director general de Pervyi kanalel primer canal de la televisión pública rusa.
La cantante cubana Zulema Iglesias Salazar canta la canción ‘Guaguanco’ en el Live Arena de Moscú. / Alexander Zemlianichenko / AP
El concurso constituirá una abigarrada representación musical planetaria, algo así como si el difunto festival de la canción iberoamericana OTI se aderezara con ritmos africanos, musicas de suaves acordes mediorientales y frenéticos ritmos pop del este europeo. Por Colombia, país cuyas actuales autoridades aspiran a integrar en los BRICS, cantará Nidia Góngorapor Venezuela, estrecho aliado del Kremlin, lo hará el cantante Omar Acebomientras que Cuba estará representada en la persona de Zulema Iglesias. Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, China, Madagascar, y Etiopía, entre otros, además de las exrepúblicas soviéticas de Asia Central, también han enviado participantes. Rusia, el país anfitrión, estará representada por el cantante Shamanun artista apenas conocido antes de la invasión de Ucrania, que ganó popularidad por su apoyo público a la invasión rusa, llegando incluso a componer una canción que parafraseaba la obra literaria de Adolf Hitler, bajo el título ‘Moy voy‘ (mi lucha).

Agentes policiales vigilan el Live Arena, la sala donde tendrá lugar el festival de Intervisión. / Maxim Shipnky / Efe
Toda la parafernalia exterior guarda enormes similitudes con la cita eurovisiva anual: desde mesas con las banderas nacionales donde se sientan los cantantes hasta carátulas de la retransmisión televisiva. Eso sí, habrá dos sustanciosas diferencias. La primera: la canción ganadora será escogida por un jurado ‘sûr place’, evitándose el emocionante momento de las votaciones por países, clímax de la némesis eurovisiva. La segunda, y probablemente la más importante: no habrá ninguna concesión al movimiento LGTBI+, ni aparecerán cantantes transgénero en el escenario. Tal y como explicitó el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, a quien se le aribuye buena parte de la iniciativa, “no habrá ni perversión ni vejación sobre la naturaleza del ser humano: los cantantes actuarán cómo les educaron sus padres y Dios los creó”.
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