Muchas estatuas generan polémicas, situación que tampoco es novedosa en el mundillo del fútbol, donde las recientes esculturas de Mohamed Salah en formato alienígena, la de Gareca en modo apocalipsis zombi en Perú y la recordada de Cristiano Ronaldo —de ojos en falsa escuadra y sonrisa aturdida— en Portugal fueron motivo de comentarios impiadosos en las redes. Pero la cosa viene de lejos: hace dos mil años, Nerón se hizo erigir una escultura de bronce de sí mismo de 30 metros de altura en el jardín de su casa, y los romanos consideraron que se había gastado demasiado dinero y metal en semejante obra, aunque se cuidaron de expresarlo públicamente para mantener sus cabezas pegadas a sus respectivos cuerpos, ya que el emperador había resultado poco tolerante a las críticas.

Las cataratas de memes sobre los brutales intentos escultóricos futbolísticos indican que los riesgos de opinar negativamente sobre una estatua disminuyeron drásticamente en los últimos dos mil años, lo cual quedó verificado una vez más en las impensadas críticas que recibió la obra escultórica que rinde homenaje en vida al técnico Marcelo Gallardo y que fue ubicada en la puerta del estadio Monumental. El gigantesco bronce, de ocho metros de altura y siete toneladas de peso —producto de fundir medio millón de llaves—, fue considerado “mufa” por un candidato a la presidencia de River Plate.

Si bien no quedó muy claro cuál es el infortunio que trae la obra —ya que River ganó un torneo de Liga desde que fue descubierta en 2023—, lo cierto es que se trata de una imputación muy sensible en el mundillo. “Si sobreviene una sequía de títulos, muchos van a considerar que lo de la mufa era cierto y la escultura va a entrar en situación de riesgo de terminar como las estatuas de Saddam Hussein”, comentó un allegado a la dirigencia, preocupado por las pulsiones iconoclastas que podrían surgir de los hinchas.

“Una posibilidad sería realizarle una intervención a la estatua y crearle un brazo móvil, como el que tienen los gatos japoneses de la suerte, los maneki-nekopara quitarle de esa forma cualquier sospecha de infortunio a la obra”, agregó el allegado. “El problema es que los dos brazos del Gallardo de bronce están sosteniendo la Copa Libertadores, por lo que habría que agregar un tercer brazo a la escultura, que de esa forma empezaría a parecerse más a esos dioses hindúes con multiplicidad de brazos”, reflexionó la fuente, bajándole la espuma al entusiasmo inicial.

Tal vez donde la crítica al candidato riverplatense tiene menos de creencia esotérica y más de realidad cotidiana es en la incomodidad de tener un DT que, a su vez, tiene una descomunal estatua de bronce en la entrada del estadio, homenaje que implica dispensarle el trato propio de un prócer. “Es como si en la comisión directiva lo tuviéramos sentado a Bernardino Rivadavia. ¿Cómo se hace para contradecir a un tipo que tiene estatuas por todo el país?”, reconoció un veterano exdirigente, para quien el bronce tendría que haber esperado, por lo menos, la jubilación del Muñeco.

Disgustos funebrero

Otro club envuelto en polémicas es Chacarita, cuyo presidente, Néstor Di Pierro, parece no tener descanso para los disgustos. Cuando empezaba a aplacarse el enojo por la denuncia de plagio de su camiseta histórica a manos de Central Córdoba de Santiago del Estero, el equipo ingresó en una racha negativa que ya suma siete partidos sin triunfos, lo que derivó en un brote incendiario hacia los jugadores después de la última derrota contra Almirante Brown, solo comparable a las erupciones presidenciales contra los mandriles, especie de primates foco de los ataques oficiales en Argentina.

Di Pierro trató a los futbolistas de pusilánimes “sin sangre”, “señoritas de cabaret”; dijo que “se le cagan de risa en la cara a los hinchas” y amenazó con “romperles la cabeza si llega a encontrar a alguno” en un boliche. Pero tal vez lo que más perturbó a los jugadores fue la prohibición de “pintarse el pelo de rubio y usar botines colorados”.

“Los jugadores se bancan muchas cosas porque son profesionales, pero que les prohíban ir a sus peluquería de cabecera es cruzar una línea roja, un punto de no retorno que puede generar un motín”, aseguran los conocedores de la idiosincrasia del futbolista argento, que en rigor de verdad no se diferencia mucho de la de sus pares del resto del planeta. “Meterse con el pelo es históricamente jodido. No hay que olvidar que alguna vez los Patricios se amotinaron cuando el Primer Triunvirato los obligó a cortarse la coleta que lucían, en lo que se llamó el Motín de las Trenzas”.

De todos modos, el plantel parece estar todavía digiriendo la andanada que recibió, al punto que ninguno de los aludidos pudo articular la famosa frase de cabecera del futbolista bajo presión: “Ni antes éramos mejores ni ahora somos los peores”.

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