Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) es uno de los cineastas españoles más importantes de los últimos 30 años. Con decir que su debut en el largometraje fue ‘Tesis’ sería suficiente, pero las siguientes películas no se quedarían atrás: ‘Abre los ojos’, ‘Los otros‘ y la ganadora del Óscar a Mejor Película Internacional: ‘Mar adentro’.
Como en su penúltima película (‘Mientras dure la guerra’), Amenábar regresa a la gran pantalla para explorar la vida de un escritor: Miguel de Cervantes. Una historia que narra una etapa muy concreta del creador de ‘El Quijote’, cuando fue capturado por los corsarios árabes y encarcelado en la ciudad de Argel. Junto a sus compañeros cristianos (o al menos en su mayoría), ideará un arriesgado plan de fuga. El pasado martes fue la película más taquillera en España y está entre las tres más vistas de la semana. Hablamos en SPORT con su director.
¿Cómo es el proceso de documentación de una obra que transcurre varios siglos atrás?
Leer. Para empezar, leerme ‘El Quijote’. Yo era uno de esos tantos españoles que iba por la vida sin haberme leído la novela entera. Solo había leído lo que te obligaban en el colegio o en el instituto. Y luego, por supuesto, adentrarme en los libros de historia, las biografías, los ensayos sobre este período muy concreto de la vida de Cervantes. Por aquí han pasado José Manuel Lucía, que luego acabó siendo nuestro asesor histórico, María Antonia Garcés, que hizo un estudio muy interesante sobre el cautiverio y el trauma en la creación creativa… En fin, todo lo que cabía en mis manos me lo he leído y eso lo he regurgitado para acabar escribiendo esta ficción.
¿Por qué esa etapa concreta de Cervantes?
Es una buena historia, lo mires por donde lo mires. Paradójicamente, uno de los mejores narradores de la historia contenía en su vida una historia muy poderosa: su búsqueda de la libertad estando cinco años capturado por los corsarios en Argel y sus intentos de fuga. Las peripecias se asemejaban a una novela de Alejandro Dumas, por lo cual de entrada tenía una historia que creía que podía ser fascinante desde el punto de vista dramático. Aparte de eso, me di cuenta que este período es fundamental para entender al artista que después emergería y, por supuesto, del grandísimo ser humano que creo que es Miguel de Cervantes.
Alejandro Amenábar, director de ‘El Cautivo’ / Diego Lafuente
En la película existe una confrontación de religiones. ¿Qué grado de importancia tiene este hecho para que decidas hacer ‘El Cautivo’?
Justamente. No hay más que hacer un repaso a la actualidad y te das cuenta que lo que ocurrió hace cuatro siglos tiene una vigencia absoluta para entender nuestra sociedad contemporánea y quizá la que viene, desgraciadamente. La confrontación no solo de religiones, sino de culturas, de razas. Sigue existiendo. Eso es algo que pesa inevitablemente en mi cine, básicamente porque yo creo, como entendían personajes como Cervantes, en tender la mano y en la fuerza del diálogo. Contar la historia de un cristiano en el siglo XVI que se encuentra con una ciudad insólita como Argel en aquel momento, era una manera muy interesante de abordar la mezcla de culturas; conocer la cultura que no es la tuya para enriquecerte. No para la confrontación.
¿Cuál dirías que es tu escena favorita de la película?
Básicamente por lo que recibo de la gente se menciona muy concretamente el momento, que sin duda existió, en que a Miguel de Cervantes se le permite salir de su prisión. Se sabe que Miguel pudo visitar las calles de Argel. Entonces queríamos contar, después de todo el horror vivido en su cautiverio, esa mezcla de razas que había en Argel en aquel momento, esa exuberancia en las vestimentas y el colorido, y por supuesto escenas como ver a un corsario paseándose con sus garzones. Era así como se llamaban a los novios de los corsarios, seguro que eso les explotaba la cabeza (risas). Y luego hay otra escena que es la lectura de ‘El lazarillo de Tormes’, en la que quería contar cómo Cervantes en algún momento de su vida debió encontrar la fuerza del humor y de la ironía, porque eso forma parte de su obra literaria, y para eso le hice leer una escena en la que yo me reí muchísimo de niño. A carcajadas. Esa secuencia creo que también deja huella en los espectadores.
Creo en tender la mano y en la fuerza del diálogo.
El tema más controvertido de la obra es la homosexualidad. ¿Te has limitado a la hora de mostrar lo que querías?
Cuando haces una película, creo que conviven dos fuerzas. O al menos en mi caso. Una es la honestidad conmigo mismo y con los espectadores. Yo quiero ser valiente en lo que cuento y ser capaz de lograr que me entiendan. Y luego un sentido de la responsabilidad. Más aún cuando haces películas históricas, que ya he hecho alguna más, y te basas en un personaje tan importante como Miguel de Cervantes. En ese sentido, intentas ser elegante, hacer la propuesta y explorar una posible conexión entre el Cervantes cautivo y su captor. Llevándolo hasta las últimas consecuencias, pero siempre con elegancia. No lo hice con la voluntad de escandalizar.
Cuando acabas una película, ¿sientes que es la mejor que has hecho?
Yo creo que es importante sentir esa energía, aunque pueda ser falsa. Es importante arrastrar el entusiasmo en todo el equipo. Diría que eso pasa sobre todo cuando estás rodando, te dejas llevar por una euforia en la que quieres hacer una película importante. Y que trascienda, ¿por qué no? Eso es igual un espejismo que vivimos los realizadores y realizadoras, pero es importante imbuirte de esta euforia creativa para lograr maximizar el resultado de la película. Y una vez que la terminas, llega la dosis de realidad. Cuánto se acerca tu película soñada a la película real. Eso no se puede comprobar hasta que la obra se ha estrenado. Cuando la película está en la última parte del proceso, todo son dudas y miedos que hay que saber sobrellevar.
El nombre de Alejandro Amenábar aparece en los créditos de dirección, guion, producción, música… Solo te falta estar delante de la cámara.
Eso jamás, por Dios (risas). Yo llevo haciendo música desde que en mi primera película José Luís Cuerda, yo había hecho la música de mis cortometrajes, me dijo: ¿Por qué no la haces tú? Y a mí me parecía una osadía intentar hacer la música de mi propia película, pero fue Jose Luís quien me animó. No sé si para ahorrarse el dinero de tener que pagar a un músico, pero desde entonces se ha convertido casi en una tradición. A veces, he delegado en algún compañero de profesión, concretamente Roque Baños, quien me parece un músico maravilloso y del que he aprendido muchísimo viéndole trabajar. Creo que hacer la música de mis películas es un poco la marca de la casa, y que ayuda a intensificar el viaje, porque como músico sé muy bien lo que puedo hacer, pero como director también sé lo que quiero hacer. Entonces conviven las facetas de músico y director de una manera bastante armónica.

Alejandro Amenábar, durante el rodaje de ‘El Cautivo’ / Lucía Faraig
Siguiendo en la línea de la última pregunta, ¿a qué sientes que no podrías renunciar?
A la libertad. Es el precio que he pagado muy gustosamente a lo largo de mi carrera. He contado las historias que quería contar y cómo las quería contar, siendo muy consciente de que una película es un proceso colectivo. Son de agradecer los inputs de toda la gente que colabora a tu alrededor, incluidos productores e inversores, pero sabiendo que el timón finalmente lo llevo yo. En ese sentido, Fernando Bovaira, que es mi productor, ha sido un compañero de viaje maravilloso. En una película como esta, donde sabíamos que íbamos a tocar algún tema que podía resultar espinoso para parte de la audiencia, él decidió acompañarme y apoyarme.
En tus últimas dos películas, has trabajado principalmente con actores y actrices españoles. ¿Es tu camino a seguir para el futuro?
Yo busco las buenas películas donde surjan. No tengo un ‘a priori’ de tener que trabajar en Hollywood, en China o en España, pero inevitablemente vivo en España, soy español y convivo con esa cultura y sociedad. Me gusta relacionarme con ello y comunicarme con la gente que me rodea a través de mis películas, que es mi mayor vínculo. Por eso, quizá he acabado afincándome de alguna manera en España y tratando temas que tienen mucho que ver con nuestra realidad.
Mi relación con el deporte fue difícil desde pequeño.
¿Cuál es tu relación con el deporte, sea de manera directa o indirecta?
Comparo hacer una película con una exhibición deportiva. Lo que pasa que en el deporte es mucho más medible y objetivo saber quién es el mejor tenista del mundo, por ejemplo. Es muy fácil de cuantificar. En el arte es mucho más complicado, se trata de una carrera de obstáculos. Es curioso cómo pueden surgir resultados muy dispares; unos a través de la crítica, otros a través de la respuesta del público. Mi relación con el deporte desde niño fue difícil, porque en la hora del recreo, cuando mis amigos jugaban al fútbol, yo me ponía a leer. O incluso años más adelante lo que hacía era un poco lo que hace Cervantes en la película: capturaba a algunos compañeros de clase y les contaba las historias que había leído o las películas que había visto.
¿Crees que el cine puede llegar a ser una experiencia deportiva?
Sería complicado. Haciendo una película soy consciente de que muchas veces tienes que estar literalmente sentado o delante de un ordenador escribiendo. O delante de un combo, chequeando cómo ha sido el plano. Con lo que hace años que decidí no adocenarme y hacer deporte: hago gimnasia todos los días. En cualquier caso, lo más deseable ahora mismo para un director o directora es conseguir que tu película se convierta en algo parecido a un evento deportivo. Es decir, que todo el mundo quiera y necesite ir a verla. Eso es difícil de lograr.