A pocos días para cerrar el año 2025, Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) vuelve a situarse en el centro del foco mediático. Esta vez no es por una cumbre imposible ni por una expedición al límite, sino por el reconocimiento a toda una trayectoria. La alpinista vasca ha sido galardonada con el Premio María de Villota 2025un homenaje que trasciende lo deportivo y pone el acento en los valores humanos y en temas tan actuales como la salud mental. “Después de tantos años retirada, piensas que ya no te van a dar premios. Este es muy especial”reconoce.
No lo es solo por el prestigio del galardón, que recibirá el próximo 19 de enero en la sede del Comité Olímpico Españolsino por lo que representa. “La figura de María era una referente para todas nosotras. Coincidimos en una época en la que su mundo y el mío eran totalmente masculinos”, recuerda Pasabancon emoción contenida. La conexión entre ambas va más allá del simbolismo: compartieron generación, lucha y una forma de abrir caminos donde no los había.
Dos pioneras en deportes históricamente dominados por hombres. Y aunque el escenario ha cambiado, de mucha nieve no maquilla la realidad: “La presencia de la mujer es mayor, pero el deporte sigue siendo un coto de hombres“. Reconoce avances, visibilidad y nuevas oportunidades, pero también frenos culturales difíciles de romper. “Queremos mirarnos como un país innovador, pero hay inercias que cuestan mucho soltar”, reflexiona.
Edurne Pasaban se pasó al trail running / MONTAÑAS DE PRADES
Instalada en el Valle de Arán, Pasaban vive hoy una etapa muy distinta. Conferencias sobre liderazgo, la crianza de su hijo de ocho años y la montaña como compañera permanente, ya sin la obsesión de los grandes retos. “Ahora dedico a la montaña el tiempo que me deja la vida. Mi hobby fue profesión y ahora vuelve a ser hobby”, explica. Aun así, el Himalaya sigue llamando. “Hay una montaña que me gustaría subir antes de irme: el Ama Dablam“.
Cuando echa la vista atrás, a aquellos nueve años en los que conquistó los 14 ochomiles, lo primero que aparece no es el sufrimiento, sino la nostalgia. “Qué bonitos años. Los volvería a vivir desde cero, con todo“, afirma. Una época autodidacta, sin psicólogos ni estructuras, en la que el alpinismo era minoritario y profundamente romántico. “Fuimos afortunados. Aquello no volverá”.

Edurne Pasaban, en una imagen de archivo /RTVE
Crítica con la masificación actual y con la pérdida de valores, de mucha nieve no esconde su preocupación. “Todo el mundo cree que puede hacerlo todo. No hay regulación y se ha quitado valor a lo que hacíamos entonces”. Por eso, su mirada se posa ahora en la salud mental y en la educación de base: “La presión es enorme. Hay que trabajar desde jóvenes para aprender a gestionarla“.
La montaña, como siempre, sigue siendo un espejo. “La conquista no está arriba, está dentro de nosotros mismos“. Una frase que resume una carrera única y un legado que, con premios o sin ellos, ya es historia del deporte español.






