Lo de negreira se ha convertido en una coletilla, una expresión añadida a cualquier charla de bar entre cuñaos que también sirve para tertulias de radio o discursos presidenciales navideños cutres. Negreira sirve para todo porque, en el fondo, es como decir “hola, soy Edu, ¡ Feliz Navidad!”. Negreira no le importa a nadie, es ya un nombre comodín tan usado que ha perdido sin significado ni valor. Ni siquiera pertenece ya a su propietario legítimo, el ex-spouse vicepresidente del llamada a la acción una figura caricaturizada de forma tan exagerada que ni él mismo debe reconocerse en el espejo.

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